Una de las aportaciones del invierno a la salud tiene que ver con sus largas noches. Hay personas que se vendrían abajo si no estuvieran seguras de que cada año nuevo viene con sus puestas de sol tempranas y amaneceres tardíos.

La oscuridad es un refugio donde encontrarse con uno mismo y preparar la tierra y las semillas que crecerán en primavera y verano. Ofrece también la posibilidad de disfrutar de increíbles momentos de plenitud que quienes viven en latitudes privadas de frío únicamente conocen por referencias.

"Ciertamente todos deberían conocer los divinos placeres que en invierno trae consigo una chimenea: velas a las cuatro de la tarde, alfombras cálidas al lado del fuego, té, una hermosa muchacha que lo prepare, persianas corridas, cortinas que caen al suelo formando amplios pliegues, en tanto que fuera el viento y la lluvia, como si quisieran juntar cielo y tierra, rugen, llamando a puertas y ventanas, mas no logran entrar, y es más grato nuestro descanso en la segura estancia", escribió Thomas de Quincey en sus Confesiones de un comedor de opio.

El invierno, la estación de la intimidad

El invierno invita a buscar el calor dentro de uno mismo y en la compañía de los seres más queridos.

No es momento, como en verano, de coincidir bajo la luz del sol en la plaza pública, casi siempre abarrotada de desconocidos, sino de mirar hacia dentro y, desde lo más cerca posible, a los ojos de los demás, como si fuéramos capaces de ver sus almas reflejadas en las pupilas.

Tampoco es momento de buscar mínimos comunes denominadores que sean del gusto de muchos, y que a menudo sirven de excusa para reunirse en verano y primavera –sean la playa, la paella o la cerveza tópicas, por ejemplo–, sino de cultivar nuestro terreno más íntimo, aquello que nos hace diferentes, que nos alimenta en soledad y que nos hace crecer en alguna dirección, tras ahondar en nuestras propias raíces.

Las personas afortunadas con una fuente inagotable de calor interior, que no depende de los cambios del tiempo meteorológico, son capaces de convertir los días y las noches aparentemente hostiles en estímulos positivos.

Al corazón alegre no le importa despertarse en medio de la oscuridad ni volver a casa en medio de la noche. Al contrario, la oscuridad y el frío forman parte de la promesa de unas horas muy cerca de la felicidad.

Pero el exceso de trabajo y la dedicación a los demás por encima de uno mismo pueden hacer que se descuiden las inquietudes propias o se dependa en exceso de los estímulos.

Recuperar las inquietudes: ¿cuáles son las aficiones más adecuadas para ti?

Es posible que nos encontremos solos en casa y que de pronto no sepamos cómo pasar el tiempo hasta que llegue la hora de dormir. Si esto ocurre, conviene detenerse a pensar si no hemos olvidado nuestros intereses personales.

En las tranquilas y prolongadas noches de invierno deberíamos sentirnos llamados por nuestro mundo interior, habitado de curiosidades y posibilidades de crecimiento no siempre exploradas.

Para darle vida podemos elaborar listas con las actividades que nos aportan bienestar y plenitud en los aspectos físico, emocional y espiritual. Las posibilidades son casi infinitas. Podemos entregarnos a todo tipo de actividades creativas y artísticas, lecturas y proyectos personales.

Podemos, por ejemplo, hacer tres listas con ideas para abordar ya sea en solitario, con la familia o con los amigos.

Sean cuales sean las elegidas, conviene no caer en la banalidad de definirlas como "pasatiempos", "entretenimientos" u "hobbies". Estas palabras connotan que nuestros intereses personales en realidad no sirven para nada, en comparación con el tiempo dedicado al trabajo remunerado.

En la práctica suele ocurrir lo contrario. Las llamadas aficiones son más importantes, porque nos entregamos a ellas por placer y porque obtenemos otros beneficios que no pueden pagarse con dinero.

Más allá de la cabeza: entrenando la mente con las manos

Supuestos "pasatiempos", como serían por ejemplo la construcción de maquetas o el punto de cruz, nos producen satisfacción porque nos hacen sentirnos capaces de crear algo bello a partir de la nada, y además equilibran nuestras capacidades físicas e intelectuales.

En Estados Unidos, algunas empresas informáticas exigen ahora a sus programadores que dediquen un tiempo a trabajar con las manos –modelando barro o construyendo barcos de madera, por ejemplo– para que recuperen cierto "sentido de la realidad", ya que el exceso de pensamiento abstracto amenaza su equilibrio psíquico y emocional.

Miguel de Unamuno se entregaba por las noches a una de las artes de "perder el tiempo" más excelsas, lapapiroflexia. Sacar una pajarita de una simple hoja de papel, sin más medios que las propias manos, el ingenio y la paciencia puede considerarse una expresión artística en toda regla y además una forma de adquirir conocimientos matemáticos.

Como se ve, casi nada es banal. La única condición que quizá puede ponerse a la variedad de intereses personales es que proporcione cierta dosis de aislamiento fértil. Una razón más para no depender tanto de los aparatos que nos mantengan conectados al exterior o al mundo virtual.

En nuestros días, cada vez más personas dejan de ver la televisión para entregarse al ordenador, que se convierte en una fuente de estímulos exteriores aún más intensa y laberíntica.

Desde luego, internet es una herramienta interesante si se utiliza para cultivar un interés personal o para comunicarse en profundidad con personas afines, pero es fácil caer en la trampa de la búsqueda sin rumbo y de los contactos superficiales, en una huida errática.

Espacio personal: un rincón de lectura

Imaginemos una cruda noche de invierno, con lluvia, frío o nieve como exponía De Quincey, y enseguida nos daremos cuenta de que nuestro lugar en ese momento se encuentra en alguna habitación de una casa acogedora.

Allí dentro estamos protegidos de cualquier inclemencia exterior y también deberíamos estarlo de las preocupaciones diarias. Es importante crearse un espacio personal, íntimo, donde sentirse tranquilamente acompañados solo por nosotros mismos y nuestras cosas.

No hace falta un gran salón o un taller de bricolaje. Basta con un rincón donde sentarse o tumbarse cómodamente y donde rodearse de ciertos objetos que asociamos a esos placeres solitarios.

Los libros son sin duda grandes amigos en las noches de invierno y para ello no es preciso disponer de una nutrida biblioteca. La magia de la lectura hace que la misma obra sea interpretada y vivida de manera única por cada uno de sus lectores.

De manera increíble se afirma en tono de elogio que ciertos libros sirven para "escapar de la realidad" o "evadirse", como si fueran drogas destructivas. Si es así, mejor decirles "no", pero seguramente todos los textos dejan semillas que pueden regarse hasta obtener un fruto útil para la vida.

Todo lo que pasa por nuestra cabeza acaba dando forma a nuestra vida. Si somos conscientes de ello, es factible elegir y vincular nuestras lecturas con nuestros planes para el futuro. Podemos, por ejemplo, leer obras prácticas que ofrezcan resultados inmediatos, así como libros inspiradores que ayuden a vivir cada día con mayor conciencia.

Concentración, té caliente y creatividad: estímulos intelectuales

Las noches largas ofrecen tiempo suficiente para encontrar en uno mismo la fuente de creatividad o para entregarse a actividades intelectuales que requieran esfuerzo y concentración.

La filosofía metafísica alemana, los tratados de botánica o geografía del siglo XIX, escritos a solas por una persona en su estudio, así como muchas obras maestras de la literatura universal o, por qué no, de la cultura tibetana, no existirían si no hubiera habido hombres y mujeres capaces de abstraerse del frío entre cuatro paredes y perseverar en sus objetivos.

No hace falta proponerse tareas descomunales. Se puede estudiar una materia por mero afán de saber más.

Otra posibilidad es avanzar en alguna técnica o senda de autoconocimiento.

O se puede perfeccionar el dominio del idioma que nos abrirá las puertas del mundo cuando las nubes escampen. Los días de pupitre pueden quedar lejos, pero la capacidad de aprender nunca se pierde.

"[El invierno] es la estación de la felicidad que, a mi juicio, ingresa en la habitación con la bandeja de té", escribió De Quincey, que nunca leía o escribía sin la compañía de una taza desde las ocho de la tarde hasta las cuatro de la mañana.

No entraremos a describir los efectos del té en función de su composición química. Nos parece más interesante destacar que es un símbolo de hospitalidad y que de alguna manera crea momentos compartidos de una calidad especial.

Un curioso estudio realizado en la Universidad de Yale (Estados Unidos) relacionaba el hecho de sostener una bebida caliente entre las manos con una predisposición a juzgar con benevolencia y generosidad a las personas que nos rodean, sean seres queridos o invitados que apenas conocemos. Gracias a la taza de té, apreciamos la calidez y amabilidad de los visitantes y nos abrimos a ellos con confianza.

Chimeneas, velas y alfombras: decoración acogedora para el invierno

Si el calor promueve la empatía, ya sabemos por qué nos encanta sentarnos en torno a una chimenea generosa.

El calor y el brillo que irradia se solapa con la calidez del afecto entre las personas y nos trae el recuerdo de miles de generaciones de antepasados que se protegieron del frío y las fieras dentro del círculo sagrado que la hoguera creaba a su alrededor y donde se explicaban las historias que de una manera u otra nunca hemos dejado de repetirnos.

A falta de una chimenea, moderna o antigua, un centro de velas puede evocar perfectamente su función. Su luz, que no deshace del todo la oscuridad y ayuda a encontrar vías de comunicación, incluso a través del silencio, nos conducirá suavemente hacia los sueños.

La escena del hogar nocturno se completa con una alfombra acogedora. En la cultura árabe, nómada por naturaleza, se dice que basta una alfombra para que una casa sea un hogar. Además de contribuir a la atmósfera de calidez, dulcifica la conquista del suelo.

Podemos sentarnos con las piernas cruzadas o sobre cojines, así como jugar y rodar sobre ella. Las posturas alternativas a la silla amplían nuestras experiencias físicas y psíquicas.

Una persona que gusta de protegerse adoptando posturas dignas y que rara vez se descalza en público, sentirá mucha prevención ante la idea de arrodillarse o tumbarse espontáneamente en el suelo, pero si lo hace puede realizar descubrimientos interesantes.

También podemos estirarnos sobre la alfombra para dar y recibir masajes. No solo aflojan las tensiones musculares y favorecen la relajación, sino que proporcionan una dosis de contacto físico.

Se sabe que el contacto es esencial para la salud de los bebés y los niños, pero no se da tanta importancia a la conexión a través de la piel entre los adultos, que acostumbran a asociarla exclusivamente a las relaciones sexuales.

Las caricias tienen sentido en sí mismas. Hacen que nos sintamos reconocidos y queridos, y pueden acompañarnos como parte del masaje junto con la música o la conversación.

Amistad y solidaridad: especialmente en invierno

Gozar de la amistad en su sentido más profundo es otro de los atributos de las largas noches de invierno.

Una cena sencilla, sin prisas ni compromisos, puede crear el clima propicio para que cada uno se muestre tal como es y se aborden con respeto e interés los temas que apetecen a cada persona.

Una conversación entre amigos muy tarde en la noche puede quedarse en eso o ir más allá. Pueden surgir ideas acerca de proyectos en común que pueden realizarse más adelante, o bien compartir experiencias personales profundas.

Parece que los amigos deban reunirse únicamente para divertirse o prestar el hombro en los momentos duros, pero pueden funcionar como auténticos grupos de colaboración y ayuda mutua a todos los niveles.

Es sabido que las redes de solidaridad en el entorno cercano contribuyen de una manera decisiva al bienestar de las personas. Es uno de los factores que explican la longevidad y la salud de poblaciones como la de Okinawa, en Japón, o la de los pueblos mediterráneos.

En cambio, en las ciudades modernas se pierden las relaciones de vecindad e incluso las familiares. Los grupos de amigos pueden desempeñar esta función de ayuda mutua.

Entre una y otra taza de té, ¿por qué no preguntar abiertamente a los amigos qué podemos hacer por ellos o cómo se puede ayudar a quienes lo necesiten entre todos?

A menudo se trata solo de compartir más momentos para vivir con más satisfacción. El mero hecho de hacer cualquier cosa juntos, como quedar para cenar sin ningún motivo especial, escuchar música o ver fotografías o cualquier idea similar, sirve para reforzar los lazos de unión que nos ayudan a crecer como seres humanos.

Visitar a un viejo amigo con el que hemos ido perdiendo el contacto, o pasar unas horas de la noche con una persona mayor y ayudarle a resolver dificultades cotidianas al tiempo que nos contagiamos de su experiencia vital aporta mucho más que esas cosas materiales que perseguimos con tanto empeño.

Bajo el telón de estrellas: el cielo nocturno en invierno

Aunque nos refugiemos en la casa, vale la pena no perder el contacto con el entorno natural.

Las noches de invierno ofrecen una oportunidad única de asombrarse bajo el espectáculo del cielo estrellado protector. En la estación preferida por los astrónomos, la atmósfera es más transparente, debido a que hay menos vapor de agua en el aire, como sucede en el desierto.

En una noche despejada, abrigándose bien, se pueden contemplar a simple vista más de dos mil estrellas y las espectaculares constelaciones de invierno, presididas por Orión ("El Cazador").

En su corazón puede observarse con unos prismáticos potentes o un telescopio sencillo la bellísima nebulosa M42. Sirio, la estrella más brillante de nuestro cielo, no está lejos, así como Cástor y Pollux (las dos cabezas de Géminis).

Además en invierno se puede apreciar el largo recorrido de la Luna, que parece tomar el relevo del Sol y surca el horizonte a mayor altura que en el resto de estaciones.

Cuando la Luna está casi llena y no hay nubes en el cielo puede aprovecharse para dar un paseo nocturno por una zona alejada de las luces de la ciudad y disfrutar del paisaje lleno de extrañas sombras y colores apagados, como de ensueño.

Baños calientes: entrar en calor al volver a casa

De vuelta a casa, nada como un baño caliente y relajante de espuma antes de irse a dormir.

Solo los muy ahorradores o las personas que ven en el sufrimiento un camino virtuoso tienen algo en contra de los reconfortantes baños calientes. Platón pensaba que eran apropiados solo para enfermos y no falta quien atribuye a ellos la decadencia de Roma.

Si bien el baño frío resulta estimulante y permite empezar el día con energía, no hay por qué renunciar al placer del calor cuando nos esperan las sábanas.

Solo hay que reclinarse tranquilamente en la bañera y oír el crepitar de la espuma, mientras las preocupaciones se evaporan y el calor invade el cuerpo. El placer se puede intensificar añadiendo plantas aromáticas, sales, aceites esenciales o velas flotantes.

Una receta sencilla y efectiva para relajar el sistema nervioso y los músculos cansados es añadir unas gotas de aceite esencial de lavanda al agua de la bañera medio llena de agua caliente, se enciende una vela y se disfruta de un largo baño que regenera la piel y la mente.

Ahí fuera, ya puede nevar. Por la mañana disfrutaremos del paisaje como si hubiéramos nacido de nuevo después de una larga noche de gestación.

Amor y calor para mimarnos en invierno

El frío es una buena excusa para obsequiarnos cuidados amorosos que nos llenan de calor por dentro y por fuera.

  • Dormir con una botella de agua caliente o tomarse un infusión calorífica nos recuerda los mimos familiares. Una infusión ideal para una larga noche de invierno es la que se elabora con rizoma fresco de jengibre. Sus aceites esenciales picantes estimulan la circulación de la sangre y la energía por todo el organismo. Para prepararla se cortan cuatro o cinco rodajas finas y se dejan infundir en agua hirviendo durante ocho minutos. Se puede añadir miel y limón.
  • Si los pies están calientes el frío desaparece y nos sentimos inmediatamente cómodos.
    • Para mantenerlos calientes nada como unos calcetines gruesos de lana, un tejido natural, agradable y que funciona como un aislante perfecto. Antes de ponerlos pueden calentarse sobre la calefacción. También es factible espolvorearlos prudentemente con un poco de pimienta de cayena.
    • Un baño de pies con mostaza en polvo es un remedio de urgencia muy eficaz para entrar en calor. Se llena un barreño con agua a 37º C en suficiente cantidad para que cubra los pies hasta por encima del tobillo. Se añaden seguidamente dos cucharadas de harina de mostaza negra y se dejan los pies dentro del barreño durante unos diez minutos.

Ciertos alimentos tienen la capacidad de activar de alguna manera el horno interior.

  • Las sopas vegetales bien calientes favorecen la digestión y reconfortan. La sopa de miso resulta especialmente nutritiva e indicada en invierno.
  • Los frutos secos aportan dosis de grasas sanas y micronutrientes.
  • Las especias pueden convertir cualquier plato en un generador de energía y calor internos. Las diversas pimientas, el jengibre, el ajo, el rábano rusticano, el wasabi y las cebollas son algunos condimentos útiles en la cocina de invierno.
  • Una receta para resistir el frío consiste en combinar en proporciones iguales arroz integral, lentejas y semillas de girasol. Se hierve todo en el doble de agua durante unos tres cuartos de hora.

Cómo prevenir las 6 afecciones más comunes del invierno

El invierno es una estación llena de alicientes, pero también es la época del año que nos regala más afecciones y que en los estados de debilidad pueden convertirse en problemas más serios. Pero es factible prevenirlos...

  • Los problemas cardiacos son más frecuentes en invierno que el resto del año. La incidencia de infartos y otros accidentes cardiovasculares es un 50% mayor. Los investigadores lo explican por el efecto del frío y de los cambios hormonales relacionados con las noches largas. Hay que vigilar la tensión arterial y los niveles de colesterol, así como descansar y relajarse.
  • Los virus de la gripe y los resfriados despiertan en otoño e invierno por razones que la ciencia todavía desconoce al detalle. Al parecer el frío favorece la supervivencia de los virus pero los contagios se producen en espacios interiores. Para prevenirlo es necesario reforzar el sistema inmunitario y lavarse las manos a menudo.
  • La depresión estacional parece fuertemente relacionada con el incremento en la duración de las noches, pero existe un factor psicológico y cultural: en Islandia y el norte de Rusia, sin apenas luz diurna, es menos frecuente que en otros países europeos. Es importante no sentirse víctima del "horroroso invierno". Si lo hacemos, el problema está más en nosotros que en la estación.
  • La hipotermia o descenso patológico de la temperatura corporal afecta especialmente a las personas mayores. Para evitarla deben abrigarse adecuadamente, no mojarse con la lluvia y no beber alcohol.
  • La intoxicación con monóxido de carbono se cobra decenas de vidas en España cada invierno en estancias mal ventiladas. Es preciso asegurarse del buen funcionamiento de los sistemas de calefacción con gas u otros combustibles, pero también de las cocinas económicas y las chimeneas.
  • La carencia de vitamina D, que puede afectar a la salud de los huesos y del sistema cardiovascular, está relacionada con un déficit de exposición a la luz solar y con una dieta muy pobre en productos lácteos, huevos, carnes y pescados.

En el corazón de la quietud: frío y meditación

En fechas señaladas, los practicantes de distintas religiones son llamados a orar o meditar horas antes del amanecer.

Los budistas siguen el ejemplo de Siddharta, que alcanzó la iluminación durante la noche, mientras que cristianos ortodoxos como los monjes del Monte Athos, en Grecia, se levantan para rezar en invierno a las dos de la mañana, ocho horas después de que se haya puesto el sol, tal como prescribe su regla.

Consideran que ese momento resulta especialmente propicio porque la oscuridad y la quietud máxima exterior reflejan la serenidad del alma.

Quienes practican la meditación fuera de la disciplina de una religión también están de acuerdo en que la calma de la madrugada, e incluso el frío, inducen experiencias inefables.

Libros para disfrutar del invierno

  • El cuento de invierno; William Shakespeare. Ed. Espasa-Calpe
  • 100 juegos para el invierno; J. M. Allue. Ed. Parramón
  • Un año en la vida del universo: Robert Gendler Ed. Akal