La felicidad y el bienestar no deberían depender de un sinfín de requisitos, sino más bien de cumplir unas expectativas sencillas y plenas de significado personal.

No hay nada reprochable en trazarse grandes metas y luchar por alcanzarlas, si bien resulta frecuente toparse con serios obstáculos o que flaquee la voluntad.

En cambio, proponerse una mejora concreta, y lograrla precisamente gracias a su modesta condición, permite saborear un pequeño éxito y plantearse el siguiente.

"Paso a paso se anda el camino" o "quien mucho abarca poco aprieta", como recuerda la sabiduría popular.

Con frecuencia una persona asume horarios abusivos, se alimenta de forma irregular, duerme poco o mal, ignora el entorno y los detalles que le brinda la naturaleza, consume bienes ciertamente innecesarios o mantiene una relación de desconfianza y hasta de rechazo con los seres próximos. Lo inteligente en este caso sería dar prioridad a los cambios que deparan el mayor bienestar con la menor inversión.

Este artículo propone veinte medidas sencillas encaminadas a ese fin. Bastaría con elegir una de ellas para que hubiese cumplido su objetivo.

1. Desayunar en casa

Según las estadísticas, menos de una cuarta parte de la población española desayuna de forma equilibrada, y se calcula que apenas el 10% de los niños en edad escolar toma un desayuno adecuado.

El típico desayuno para buena parte de trabajadores, ejecutivos y estudiantes consiste en una pasta y un café con leche que se toma en la barra de un bar y con escaso tiempo.

Puede darse más riqueza al desayuno:

  • Incorporando cereales integrales (en copos o en pan), fruta variada y queso fresco, que tiene mucha menos sal que el curado.
  • Conviene que los zumos de frutas sean caseros, recién elaborados, lo cual permite aprovechar todo su potencial vitamínico y antioxidante.
  • Las infusiones sin cafeína como el poleo blanco, el rooibos o la hierbaluisa son una buena alternativa al café con leche, y menos laxantes.
  • Dejar algunas cosas ya preparadas la noche anterior –como la mesa puesta– es una sabia medida.

Empezar el día junto a las personas que queremos es un pequeño placer que crece con el tiempo.

2. Consumir con conciencia

No por más acumular se es más feliz. Los excesos en el consumo repercuten en la salud del planeta y la supervivencia de numerosos pueblos y culturas.

Es preciso reducir el número de envases y bolsas de plástico, reemplazándolas por otras de papel o tela, rechazar aquellos productos que están sobre-envasados, elegir los envases reciclables o reutilizables en detrimento de productos de PVC y tetrabriks, y optar por aparatos y electrodomésticos de bajo consumo y larga vida.

Y en lo posible, evitar aquellos productos sobre los que se abriguen dudas razonables de si han sido producidos provocando un severo daño al medio ambiente, perjuicios y desplazamiento a poblaciones locales o mediante el uso de mano de obra infantil.

3. Valorar lo que se come

Ganar conciencia en la mesa implica valorar lo que se come y apreciar cómo se produjo. No solo por su posible repercusión en el organismo, sino por solidaridad con el planeta y el resto de seres vivos.

En ese sentido, vale la pena entrar en contacto con agricultores y ganaderos, observar cómo cuidan la tierra y cómo alimentan al ganado, apreciando por ejemplo el respeto que los productores ecológicos brindan a los suelos, las plantas y los animales, evitando someterlos a condiciones deplorables o a tratamientos químicos de impacto incierto sobre la salud.

Los alimentos obtenidos a base de abonos orgánicos y una agricultura natural resultan más auténticos, tienen aquel sabor que creíamos olvidado y ofrecen un mayor equilibrio nutricional.

Recurrir a huevos, productos lácteos o carnes de origen ecológico significa apoyar un modo de producción que intenta ofrecer una vida digna a los animales. Y como los animales criados en naves agrícolas suelen concentrar en sus tejidos los tóxicos que no pueden eliminar, es también una forma de proteger la salud a medio y a largo plazo.

4. Alimentarse como antes

Una buena forma de apostar por una agricultura rica, diversa y respetuosa con la tierra es incorporar aquellos alimentos vegetales que ya consumían nuestros antepasados pero que han quedado relegados u olvidados por la dinámica productiva.

¿Por qué no retomar el consumo de plantas gratuitas como verdolagas y ortigas, tan nutritivas y saludables, las romazas, fuente de vitamina C y de hierro, las bardanas o el alforfón o trigo sarraceno –fajol en catalán– cuyo cultivo se está recuperando en la comarca gerundense de la Garrotxa?

También pueden incorporarse a la cocina alimentos que forman parte de la dieta de otras culturas, como la yuca, la ocra o quimgombó y la quinoa, alimento básico en la cocina andina.

5. En la ducha, menos espuma y más salud

El agua es un bien escaso y realizar el esfuerzo de ahorrarla es un compromiso de solidaridad con quienes apenas disponen de ella.

Gestos tan sencillos como cerrar el grifo al enjabonarse –aunque entonces se deje de sentir el agua caliente fluyendo directa hacia el desagüe– permiten ahorrar hasta 20 litros al día por persona. Pero se puede ir más allá.

Existen dispositivos como aireadores para los grifos que reducen el flujo de agua. Un barreño en la bañera permite recoger el agua fría que precede a la caliente y aprovecharla para otro fin.

Conviene elegir jabones y champús a base de ingredientes naturales –como caléndula, salvia, coco, avena– en lugar de aquellos que son pura química. No por más espuma lavan mejor, más bien puede ser al contrario. De hecho, la espuma la suele dar el laurilsulfato sódico, un emulsionate de grasas ausente en los productos realmente naturales.

El momento de la ducha permite explorar el mundo de la aromaterapia, mediante masajes o friegas con unas pocas gotas de aceites esenciales, como los de bergamota, menta, sándalo o jazmín, de muy variadas indicaciones terapéuticas.

6. Potenciar las fibras textiles naturales

El 2009 fue declarado por la FAO el año internacional de las fibras naturales. Su producción supone una fuente de ingresos insustituible para muchos países en desarrollo, para los que en muchos casos puede llegar a suponer la mitad de sus exportaciones. Y es un trabajo, muchas veces artesanal, realizado en su mayor parte por mujeres.

Las fibras elaboradas con lino, algodón, seda, yute o lana de oveja, vicuña, llama, etc. proporcionan un recurso natural y renovable, que evita el impacto de los productos sintéticos, procedentes en su mayoría de sustancias no renovables derivadas del petróleo.

Al ser fibras naturales, se adaptan muy bien a la piel, conllevan menos problemas de irritación y alergias, y su tacto es más agradable.

7. Cultivar plantas en casa

Dentro y fuera del hogar, las plantas purifican el ambiente y alegran la vista y el ánimo. Una planta es un ser vivo y su presencia en una habitación puede ser tan o más notoria que la de un mueble.

Cuidarla implica cierta forma de diálogo: hay que observar cómo reacciona, ofrecerle luz y observar el estado de la tierra y la humedad. Las plantas en el hogar devuelven la sensación, tan necesaria, de que la naturaleza vuelve a habitar entre nosotros.

Mucho más natural y saludable que los ambientadores sintéticos para perfumar una habitación es la fragancia sensual que desprende una orquídea o el aroma delicado de una lavanda.

El último gran lujo es cultivar en parte lo que uno come. Hay muchas formas de montarse un minihuerto que provea productos de frescura inigualable, como tomates, lechugas, rúcula, judías verdes, guisantes, coles, acelgas, berenjenas, apio, zanahorias, plantas medicinales...

La naturaleza es generosa y su prodigalidad, muy de agradecer. El tamaño de la maceta y la calidad de la tierra influyen directamente en el volumen de la cosecha. Será necesario un riego regular... y aprender de los aciertos y los errores.

8. Curarse con plantas

Catarros, gripe, alergias, migrañas, dolores musculares, molestias menstruales, espasmos gastrointestinales, gases o pequeñas hemorragias y eccemas son dolencias frecuentes que bien pueden ser aliviadas con ayuda de esta alternativa natural a los fármacos.

Visitar un herbolario, informarse bien sobre las aplicaciones de las plantas medicinales y de otros remedios naturales, es una buena forma de recuperar el contacto con la naturaleza y el saber de nuestros antepasados.

Pero, además, el poder terapéutico de las plantas está avalado por estudios científicos de alto rigor; no en vano muchos medicamentos de uso corriente proceden de sustancias aisladas de principios activos de las plantas. Y en este campo aún es mucho lo que queda por descubrir.

Infusiones de poleo o manzanilla para la digestión, infusión de betónica o matricaria para la migraña, extractos de cola de caballo y gayuba para las infecciones urinarias, baños de rusco y meliloto para las varices, o vaporaciones de mirto y eucalipto para alergias y gripe son solo una minúscula muestra de las enormes posibilidades de los remedios herbarios.

9. Apreciar el frío y el calor

En verano hace calor, a veces mucho calor, y en invierno debe hacer frío. Tan evidente afirmación topa a veces con la realidad que se impone en muchos establecimientos, oficinas y medios de transporte, donde la gente tirita en pleno verano y se acalora en invierno.

El cuerpo saca partido de la variabilidad de las estaciones y está preparado para adaptarse a ella.

Para eludir un exceso de calor en verano basta muchas veces con airear la casa u oficina de manera adecuada, oscureciendo la parte del edificio expuesta a la acción directa de la luz solar y ventilando la contraria, según la hora del día. Pero como no siempre los pisos disponen de dos salidas al exterior, el uso de aire acondicionado puede ser un imperativo. En algunas situaciones, un ventilador suele ser suficiente para refrescar un espacio.

Permanecer a una temperatura de entre 25 y 30 grados en verano y entre 16 y 20 en invierno sería lo más natural; de tal modo se evitarían esos exagerados contrastes con la temperatura exterior, que muchas veces provocan resfriados y bronquitis.

10. Eliminar los productos tóxicos del hogar

Solemos convivir con un sinfín de tóxicos en el hogar.

  • Los detergentes para ropa llevan sustancias tensoactivas que ayudan a disolver las grasas, pero que una vez vertidas en las aguas causan serios problemas de contaminación.
  • Los aparatos eléctricos y electrónicos contienen pirorretardantes halogenados, que tienen un acusado efecto bioacumulativo.
  • Las pilas contienen metales pesados como el cadmio, el plomo y el mercurio.
  • Antimosquitos, jabones, desodorantes y otros muchos artículos de uso corriente poseen sustancias con una mayor o menor toxicidad.

La solución pasa por informarse bien, y procurar, sin obsesionarse, sustituir algunos de estos productos por otros similares pero libres de tóxicos. Hay jabones y detergentes basados en plantas aromáticas y esencias, y el vinagre puede bastar para mantener limpio el suelo de baños y cocina.

11. Dormir y despertarse cómodamente

Para dormir no precisamos de muchos artificios.

Hay quien opta por hacerlo sin ropas que le constriñan. En cualquier caso se agradecen las fibras naturales que ayuden a transpirar bien.

El colchón debería brindar un lecho lo más higiénico posible. Los colchones van acumulando muchas células muertas de la piel y también ácaros, por ello es preciso aspirarlos regularmente.

Los de fibras artificiales impiden una circulación adecuada de la humedad, lo que favorece la sudación nocturna. La opción natural son los de látex natural o los de lana, pero estos se acaban apelmazando y ya no es tan fácil volver a esponjar la lana como antaño.

Despertarse con un sobresalto no es la mejor forma de empezar la jornada. Lo ideal sería hacerlo de forma espontánea, para lo cual es preciso acostarse con la suficiente antelación.

12. Cultivar las amistades y ser sociable

Como apuntaba el conocido psiquiatra Luis Rojas Marcos, la calidad de nuestra vida es la calidad de nuestras relaciones sociales, lo cual explica que las relaciones afectivas constituyan la principal fuente de felicidad o de sufrimiento.

Por ello resulta imprescindible cuidar las amistades y abrirse al mundo en la medida de lo posible. No hay que renunciar a organizar reuniones o comidas en casa, salidas de excursión, visitas culturales en compañía de los amigos.

No hay mejor satisfacción que la certeza de que los amigos agradecen nuestra llamada o la de recibir la suya.

13. Disfrutar del trabajo sin que nos obsesione

Para que el trabajo resulte beneficioso para uno mismo se ha de tener la certeza de que también lo es para la comunidad. Nada hay más frustrante que esforzarse en vano.

Es preciso optimizar el tiempo, simplificar la agenda en la medida de lo posible y no aspirar a abarcar más de lo que uno se vea capaz.

En el trabajo, tan o más importante que el éxito personal es poder transmitir confianza a los compañeros, saber delegar y compartir la responsabilidad en el proyecto común y disfrutar de los logros ajenos.

Y, sobre todo, sentirse bien con la actividad laboral, que no debería invadir el ámbito de lo privado. Una inclinación exagerada al trabajo suele encubrir, en muchos casos, problemas de relación de pareja o familiares.

14. La naturaleza como espectáculo y escuela

El espacio natural, ya desde el instante en que dejamos atrás el bullicio y los humos de las grandes ciudades, constituye un escenario inmenso, donde se pueden ir descubriendo mil y una maravillas, por poco que uno preste la debida atención.

Una buena manera de redescubrir la naturaleza es participando en salidas guiadas al campo, acompañado por expertos que nos ayuden a identificar el ave que está cantando o que pasa en vuelo, la planta espectacular que crece en la orilla del río, la huella grabada en el fango o ese fósil integrado en la roca.

Participar en estas actividades puede ser la chispa que encienda una pasión nueva, que además servirá para cultivar nuevas amistades.

15. No reprimir la creatividad

Recrear un paisaje con el pincel, tomar fotos creativas en las salidas al campo o en los viajes, atreverse a escribir un cuento, un poema, un diario, grabar un corto en video o interpretar una pieza al piano... supone una apuesta creativa que aportará una nueva dimensión de los propios potenciales.

Cuando éramos niños no suponía ningún problema realizar esas tareas, pues no juzgábamos si estaban "bien" o "mal". Y es que la creatividad implica que la autoestima no dependa del resultado.

16. Menos televisión

Ante el menú del televisor somos un sujeto pasivo y dócil. Una persona puede agradecer esa distracción cuando se siente cansada, pero no ha de perder el dominio sobre su tiempo libre.

Está muy bien disfrutar de una programación que satisfaga personalmente, pero cuando esta resulta insufrible, que suele ser la norma, mejor apagar el receptor y buscar otras formas de enriquecer la monotonía.

Las alternativas a la televisión son múltiples. Y muchas veces el mejor argumento está aguardando en las páginas de un buen libro, cuya lectura además nos convierte en protagonistas de su trama.

17. Caminar y pedalear

En los desplazamientos cotidianos dentro de la ciudad o el pueblo, para los encargos, para acudir al trabajo o al centro de estudios, los pies y los pedales son los medios de locomoción más saludables. No están sujetos a posibles atascos y permiten prever la hora que llegará uno al punto de destino.

Caminar es el mejor ejercicio físico posible. Tonifica los músculos y mejora el retorno venoso, con lo que se impide la formación de edemas y de varices. Reduce además la hipertensión, favorece el tránsito intestinal y puede incrementar la masa ósea, con lo que se previene la osteoporosis. Lo ideal es utilizar un calzado cómodo y caminar a buen paso.

Si hay que cubrir distancias más largas, la bicicleta es el medio más adecuado. Sus beneficios para la salud también son notables. Reduce la grasa corporal y los niveles de colesterol en sangre. Y al ser una alternativa al coche, supone un gran beneficio para el medio ambiente.

18. Descubir el valor de ayudar

Para mostrarse solidario no siempre es imprescindible desplazarse lejos o pagar una cuota mensual: basta con informarse bien y elegir entre la amplia gama de posibilidades en el seno de nuestra comunidad.

Se puede prestar compañía a los enfermos o a ancianos sin recursos o sin familia, acompañar en sus gestiones y actividades cotidianas a personas que lo soliciten, ofrecer clases de idioma a inmigrantes recién llegados, llevar comida a centros de ayuda para personas sin recursos...

O puede uno colaborar con una de las numerosas oenegés humanitarias o medioambientalistas que operan en nuestra ciudad o comunidad, participando en campañas de sensibilización, en proyectos de restauración ecológica, en censos de aves o en estudios científicos.

Ayudar a los demás es una forma de ayudarse a uno mismo. Y trabajar sin remuneración por el bien común aumenta la autoestima.

19. Cultivar los detalles

Tener pequeños gestos o detalles con la pareja, con los familiares más próximos, con los compañeros de trabajo o incluso con los competidores es una buena forma de convertir la convivencia cotidiana en una experiencia renovada, así como una vía para evitar los roces y los malentendidos que tan a menudo enrarecen las relaciones con quienes más estrechamente se convive.

No solo caben detalles materiales: sirven también gestos en el trato, iniciativas de ayuda y colaboración y alguna sorpresa…

20. Aceptarnos tal como somos

Es importante reconocer los puntos débiles y fuertes de cada cual y, si es necesario, cabe recabar la opinión de una persona próxima que ayude a visualizarlos.

Pero es preciso no perder de vista que la culpa y el victimismo actúan como una prisión y acaban por deparar un sufrimiento inútil y a menudo agotador. Sentirse culpable, sin más, es una forma de eludir o aplazar la responsabilidad.

Hay que saber emplear esos puntos fuertes y evitar que queden reducidos a mera teoría o a intento. Es preferible vivir con optimismo, pero con realismo, pues la euforia excesiva puede ser tan irreal como la decepción. Por lo tanto, nada más sensato que tratar de reducir los deseos de cada cual a los más genuinos e intentar satisfacerlos.