La medicina debería potenciar la acción curativa del organismo.

Sin embargo, una sociedad como la nuestra, que no puede parar, que no tiene tiempo que perder, ha priorizado una medicina de resultados rápidos para mantenernos activos el máximo tiempo posible; una medicina casi milagrosa que hace desaparecer los síntomas de forma inmediata, aunque a veces eso implique mejorar un órgano perjudicando a otro.

Como no podemos permitirnos las pausas y los tempos para que el paciente se autorregule con medidas menos agresivas y de efectos más duraderos, se interviene introduciendo sistemáticamente sustancias extrañas que no respetan los mecanismos de equilibro de nuestro organismo, sin esperar a hacer los cambios pertinentes en los hábitos de vida o recibir la ayuda que corrija la situación de enfermedad.

No es de extrañar, pues, que hoy en día la yatrogenia, es decir, las enfermedades producidas por la propia medicina, ocupen un lugar privilegiado entre las causas de enfermedad y mortalidad.

Junto a tratamientos adecuados y proporcionados a las patologías que se presentan, nos encontramos diariamente con situaciones en que el tratamiento genera más problemas que los que intenta solucionar.

Estos son algunos ejemplos de cómo una medicina que persigue resultados inmediatos acaba generando o manteniendo en muchos casos unos problemas de salud que podría evitar o reducir con una colaboración más estrecha con sistemas médicos que tienen una visión más integral de la persona y más respetuosa con sus mecanismos de autorregulación u homeostasis, su vis natura medicatrix o su médico interno, según le queramos llamar.

1. Bajar la fiebre con antitérmicos

En ese afán de suprimir síntomas, nos encontramos con la transformación a largo plazo de procesos agudos, que tienen un marcado carácter curativo, en procesos crónicos de más difícil solución.

El ejemplo más frecuente es el tratamiento sistemático de la fiebre con antitérmicos o antipiréticos, cuando en realidad la fiebre es un mecanismo de defensa:

  • aumenta la temperatura para impedir el desarrollo de las bacterias o virus generadoras de la infección;
  • favorece la combustión de las toxinas acumuladas en el paciente y las extrañas procedentes del exterior;
  • incrementa la producción de linfocitos T e interferón, células y sustancias que combaten la infección y estimulan la inmunidad, etc.

2. Usar antibióticos sin ser necesario

Una fiebre constantemente suprimida no produce la limpieza y depuración que la acompañan y disminuye a la larga la capacidad de respuesta del organismo, dejando a su paso un terreno más favorable a procesos infecciosos de repetición.

Esto mismo ocurre con el uso frecuente y abusivo de los antibióticos para tratar cualquier infección: destrucción de células sanas junto al microorganismo que se pretende atacar y deterioro del terreno que facilita posteriores colonizaciones de bacterias o virus.

En la mayoría de los casos la fiebre y la infección desaparecen si hacemos reposo, una limpieza intestinal, seguimos una dieta líquida mientras la temperatura permanece elevada y aplicamos alguna medida hidroterápica para que no aumente la temperatura excesivamente.

3. Uso indiscrimando de los corticoides

El origen de muchos procesos asmáticos está en el tratamiento inadecuado de las inflamaciones de las amígdalas palatinas en la infancia.

Al ser suprimida su función de mecanismo de defensa con antiinflamatorios, sin atender a las causas de la inflamación, permiten el crecimiento y traslación de la congestión linfática amigdalar a los ganglios linfáticos de las vías respiratorias altas (rinitis alérgica) y posteriormente a los de vías respiratorias bajas (bronquitis asmática y asma).

El uso de corticoides en procesos alérgicos e inflamatorios crónicos de piel (dermatitis), pulmonares (asma), articulares (artritis) o intestinales (enfermedad de Crohn) es una de las causas de mayores efectos secundarios, tanto a nivel de huesos (osteoporosis), de hígado (sobrecarga hepática con transaminasas elevadas), como del sistema inmunitario (los corticoides basan su efectividad en la disminución de la respuesta inmunitaria y por ello disminuyen la respuesta alérgica-inflamatoria).

En estas patologías es más recomendable la corrección de hábitos y la supresión de factores de riesgo, sobre todo al inicio de la aparición de los primeros síntomas, y emplear preparados fitoterapéuticos y fitonutrientes que controlan y reconducen la inflamación con menor agresividad y sin disminuir la inmunidad, cuyo déficit abre la puerta a futuras enfermedades.

4. Tratamientos que cronifican las dolencias

El tratamiento sintomático de cefaleas o migrañas únicamente con antiálgicos, como es habitual, suprime los síntomas, que se hacen recidivantes y de solución cada vez más difícil.

Lo mismo ocurre con la supresión continuada de las erupciones en la piel con pomadas cutáneas que convierten una forma de eliminación del organismo en una patología más profunda que puede afectar a los órganos internos de depuración como el hígado y los riñones.

Quizás uno de los ejemplos de tratamiento más agresivo e innecesario lo encontramos en la menopausia, que no es ningún proceso patológico. El tratamiento hormonal sustitutorio (THS) aplicado durante un tiempo prolongado, a partir de cinco años aproximadamente, ya de forma reconocida por los órganos oficiales de control de los medicamentos, se relaciona con graves alteraciones de la salud como un incremento importante del cáncer de mama, de los tumores uterinos y de las alteraciones hepáticas y tromboembólicas.