4 ventajas emocionales de convivir con perros

Los beneficios emocionales de convivir con perros son cuantiosos. Tanto para adultos como para niños, esta experiencia puede ser de las más enriquecedora de su vida.

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Los seres humanos, al igual que los perros, somos seres sociales. Emocionalmente, necesitamos sentir compañía, amor, protección y seguridad. En este sentido, desde hace más de 30.000 años, el perro se ha convertido en un fiel compañero que ha evolucionado con nosotros hasta el punto de que se ha creado una simbiosis única entre nuestras especies.

Durante estos milenios de convivencia, el perro se ha adaptado a nuestras necesidades y costumbres. En cuanto a la psicología y el campo de las terapias emocionales, los perros también se han ganado un lugar destacado.

En todos los rincones del mundo, en las llamadas Terapias Asistidas con Animales, se utilizan perros terapeutas para acompañar, entre otros, a niños con problemas de lenguaje, a autistas, a personas ciegas, a ancianos con Alzheimer, a adultos con depresión, a adolescentes con fobia social, problemas de conducta alimentaria, etc.

Incluso, pueden ser unos estupendos ayudantes en las sesiones de terapia. Sin ir más lejos, nuestro perro, Camilo, me acompaña en las sesiones de mi consulta on-line desde que era un cachorro y, también, me ayuda a desconectar, meditar y reflexionar en nuestros múltiples paseos diarios.

Pero no es necesario necesitar un apoyo terapéutico para poder beneficiarse del bienestar que aportan los perros. Familias, niños o ancianos que viven solos, todos pueden disfrutar la compañía de nuestros amigos peludos.

4 beneficios emocionales de convivir con perros

Los beneficios emocionales de esta compañía son numerosos, en este artículo, quiero destacar los cuatro principales.

  • Compañía

Tanto en adultos como en niños, el convivir con perros ayuda a evitar el sentimiento de soledad. Este apoyo social que prestan, resulta especialmente valioso en el caso de hijos únicos o ancianos que no tienen familia o bien viven lejos de esta.

Mientras que los pequeños, en los peludos, encuentran un infatigable cómplice de juegos, aventuras, siestas y demás, los mayores, tienen un objetivo de vida, cuidar a una criatura que depende al completo de ellos.

Por otra parte, al alertarles de la presencia de extraños con sus ladridos, los perros les aportan a estas personas un valiosísimo sentimiento de seguridad y protección.

Además, los paseos con los perros proporcionan una vida social más activa y diversa.

Hablar con los vecinos que pasean a sus peludos, preocuparse por su salud, compartir penas y alegrías, es un ejercicio habitual y un gran aporte emocional diario.

  • Empatía

Junto a los perros aprendemos lo que realmente significa el amor incondicional. Ellos siempre buscan nuestro bienestar, nos protegen y nos cuidan, incluso, aunque tengan que poner en riesgo su propia seguridad.

Los perros perciben nuestros estados emocionales. Saben cuándo estamos alegres o triste y nos muestran su afecto enroscándose a nuestro lado y/o dándonos lengüetazos (forma que utilizan para calmar a otros perros).

Una investigación de la Universidad de Azuba, en Japón, demostró que los humanos que conviven con perros, solo con mirarlos, ya generan oxitocina, la llamada hormona del amor, que además de apego y empatía, genera felicidad.

Este vínculo amoroso entre el perro y el humano, ayuda también a desarrollar afecto y empatía, no solo hacia otros humanos, sino también hacia otros animales.

  • Regulación emocional

Además de ayudar a generar apego y empatía, la oxitocina estimula la producción de serotonina y reduce los niveles de cortisol (hormona del estrés). Lo que se traduce emocionalmente en un mejor ánimo (alivian la depresión), un aumento de nuestra sensación de felicidad y una disminución de la sensación de estrés o ansiedad.

Científicos de la Universidad del Estado de Washington demostraron que, con solo acariciar diez minutos a un peludo, se produce una reducción significativa del cortisol.

Otra contribución importantísima de los perros para nuestras vidas es que su presencia, según una investigación de la Universidad de Miami, además de producir bienestar emocional, refuerza nuestro equilibrio mental y mejora nuestra capacidad de adaptación.

  • Responsabilidad

Al compartir la vida con un perro adquirimos un compromiso con un animal del que tenemos que responsabilizarnos de forma proactiva. Literalmente, su bienestar físico y emocional, a lo largo de toda su vida, recae sobre nosotros.

Este sentido de la responsabilidad, resulta ideal tanto para niños como para adolescentes.

Nuestros hijos, desde pequeños, aprenden a cuidar a sus peludos y a cubrir sus necesidades físicas y afectivas.

Además de reconocer las necesidades de sus amigos peludos, los niños aprenden a empatizar (se preocupan por ellos) y, a su lado, debido a que su esperanza es muy inferior a la nuestra, también desarrollan una mayor comprensión de los procesos naturales de la vida, la enfermedad y la muerte.

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