Asesora: Teresa Garnatje (lnstitut Botanic de Barcelona CSIC-ICUB)

Los Pirineos. Esta bellísima cordillera, que se extiende desde el mar Mediterráneo al Cantábrico con picos que superan los tres mil metros, cuenta con una variedad florística extraordinaria gracias a su amplitud: 3.500 especies, algunas de ellas endémicas. Al menos unas 700 se han empleado con fines medicinales o veterinarios.

Junto a plantas tan conocidas como el gordolobo, la genciana, el árnica o la gayuba, los habitantes de sus valles han utilizado otras muchas plantas cuyo uso hoy está muy restringido o simplemente en vías de perderse para siempre.

Una tradición que se pierde

Los Pirineos de hoy poco tienen que ver con los de antaño, incluso con los de hace apenas unas décadas. El aislamiento y las difíciles condiciones de vida reinantes obligaba a los habitantes de las montañas a ser autosuficientes en buena medida.

El conocimiento a fondo de las plantas de su entorno les permitía obtener remedios para velar por la salud tanto de las personas como de los animales que tenían a su cargo. Se trataba de una medicina casera y de subsistencia.

Pero las plantas tenían también una significación más espiritual y legendaria, por cuanto se empleaban en ceremonias y rituales; como medio para ahuyentar el desánimo, la mala suerte, los malos espíritus y los demonios domésticos. Y sobre algunas de ellas pesaba incluso el estigma de ser consideradas malditas.

La tradición de recolectar plantas medicinales en los Pirineos y el conocimiento de sus aplicaciones curativas, que se había transmitido de generación a generación por vía oral, están hoy en día en claro declive y solo se mantienen vivas en unas pocas personas, en su mayor parte de edad avanzada, que viven del campo y la ganadería y que aprovechan las plantas principalmente para usos veterinarios.

Pero las generaciones menores de 60-70 años ya no han sentido tanta necesidad de buscar remedios en su entorno y, aunque puedan reconocer las plantas, son pocos los que han seguido con la tradición de sus mayores.

Diversos estudios etnobotánicos, realizados por investigadores del mundo universitario y científico, han intentado rescatar estos conocimientos entrando en contacto con estas personas y registrando esta valiosa información. También la industria farmacéutica se ha mostrado interesada en la bioprospección para tratar de hallar nuevos principios activos.

Las vendedoras de trementina

Las trementinaires de antaño eran mujeres de las comarcas pineraicas y prepirenaicas que habían aprendido las virtudes de las plantas medicinales y los procesos de elaboración de los remedios por transmisión oral, y que viajaban por los pueblos dos veces al año, cargando a cuestas con sus mercancías de plantas y pócimas para ofrecerlas a los lugareños, permaneciendo a veces hasta cuatro meses fuera de casa.

El nombre de trementinaires les venía de uno de los productos que cosechaban del bosque y que más demanda tenía, la trementina o resina del pino silvestre y abeto, de la que se obtenía el aguarrás. Vendían otros muchos remedios, como el aceite de enebro, el aceite de lagarto o un elixir elaborado con una cincuentena de hierbas.

En la actualidad el oficio como tal ha desaparecido, pero se mantiene vivo su recuerdo en museoscomo el de Tuixent (Lérida) a los pies de la esbelta sierra del Cadí. Otros museos que recogen usos y tradiciones sobre plantas medicinales son los que se hallan en Ainsa, Sabiñánigo, etc.

En Escalona, también en el Pirineo aragonés, se puede participar en un sendero etnobotánico y en Gombrén, cerca de Ripoll (Gerona), visitar un excelente jardín botánico dedicado a estas plantas curativas.

Las plantas más buscadas en los Pirineos

Genciana, árnica, gayuba, valeriana, tomillos, ajedrea e hipérico han sido siempre las plantas más buscadas. La cosecha descontrolada de algunas las ha situado en una situación de riesgo.

La recolección de la genciana está hoy día bastante controlada y la mayoría de la planta que se vende en herbolarios procede de viveros alpinos.

Distinta es la situación del árnica, destinada a consumo propio, y que en muchas ocasiones se cosecha a sacos llenos, lo que la ha puesto en riesgo de desaparecer.

Otro caso preocupante es el de la míticaedelweiss o flor de nieve, que más que por sus virtudes medicinales, que las tiene, se cosechó de forma abusiva para convertirla en motivo decorativo.

Pero junto a las más conocidas, las gentes de estos valles han sabido mantener los usos de algunas plantas muy poco presentes en los herbolarios, pero muy características de estos paisajes montanos, como es el caso de:

  • la azalea alpina (Loiseleuria procumbens), utilizada para procurar la eliminación de las piedras del riñón;
  • el eringio azul (Eryngium bourgatii), conocido antídoto contra la mordedura de víbora;
  • la hierba blanca (Senecio leucophyllus), considerada un excelente hipotensor;
  • la celidonia (Chelidonium majus), muy eficaz para acabar con las verrugas,
  • y un bello ranúnculo (Ranunculus parnassifolius), usado para aliviar golpes e hinchazones.

Las plantas de los Pirineos que no pueden faltar en tu botiquín

Nuestra selección la componen ocho plantas pirenaicas que pueden o no encontrarse en los herbolarios, pero cuyo uso sigue firme o cuando menos no ha desaparecido del todo en estas sierras:

Serpol, alivio contra el dolor

El tomillo (farigola, timó o timonet) es probablemente la planta con mayor reputación en la tradición herbaria pirenaica, si bien crece a lo largo y ancho de la península Ibérica.

Las gentes de las montañas, a falta del tomillo vulgar tan común en la tierra baja, se hacían con el muy parecido serpol (Thymus serpyllum), en sus diferentes variedades. Se trata también de una mata aromática, de hojas ovales y flores liláceas, reunidas en inflorescencias globosas.

Uso tradicional:

Es un remedio muy bien valorado contra las afecciones respiratorias. Se indica como antiséptico, digestivo, tónico, antidiarreico, antiulceroso gástrico, antiinflamatorio y antiálgico, entre otras virtudes.

Solo o combinado, se sigue tomando para aliviar la fatiga física, los dolores de cabeza, el dolor de espalda y las neuralgias, las indigestiones, los cólicos, el dolor de vientre y las náuseas.

Y, en uso externo, para calmar el dolor articular, cicatrizar heridas o fortalecer el cabello.

Tenía innumerables usos veterinarios y culinarios.

Cómo se toma:

En infusión o decocción, en tintura, en extracto, y por vía tópica el aceite esencial y la decocción para aplicar en lociones y lavados.

Saúco, remedio para fiebres y reumatismos

El saúco (Sambucus nigra) es una especie medicinal bien conocida. Aparece en márgenes de bosques húmedos y riberas y se ha plantado mucho en las proximidades de masías y caseríos.

Uso tradicional:

Se ha indicado para bajar la fiebre, como antigripal, como antiséptico, como tónico general, como diurético en infecciones urinarias y litiasis, y en uso externo, sobre varices, hemorroides, reumatismos, y en colirios sobre ojos cansados e irritados.

Cómo se toma:

De las flores, dispuestas bajo un cazo con brasas encendidas, se obtiene una esencia muy consumida como reconstituyente por la gente del Pirineo, y se elabora también un linimento que ayuda a calmar el dolor de golpes y cortes.

Se toma en infusión, jarabe, lociones, pomadas y en colirio para los ojos.

Los frutos se cosechan para preparar mermeladas, zumos y confituras e incluso bebidas espumosas.

Hisopo, enemigo de las náuseas

El hisopo (Hyssopus officinalis), planta aromática emparentada con tomillos y lavandas, es también muy apreciado en los Pirineos y Prepirineos. Es una planta de tallo leñoso, hojas lineales y flores azuladas, reunidas en inflorescencias densas y espigadas. Acostumbra a crecer en prados secos y matorrales abiertos.

Uso tradicional:

Se indica en dispepsias, dolores de vientre e infecciones digestivas, para combatir náuseas y vómitos, para calmar los dolores menstruales y los trastornos asociados a la llegada de la menopausia, para la anemia y la debilidad y, sobre todo, para tratar las afecciones respiratorias, como pulmonías, bronquitis y ataques asmáticos leves. Se había indicado como coadyuvante en la recuperación tras el parto.

Cómo se toma:

Se ha tomado con chocolate deshecho, en infusión con orégano y canela, en jarabe, extracto líquido y tintura.

En uso externo, la infusión para baños o lavados, el aceite esencial en el baño, inhalación o vaporización.

Pie de paloma, recurso contra la colitis

El pie de paloma (Alhanna tinctoria), llamado peu de colom en catalán, es una planta de litoral, que aparece también en los Prepirineos, sobre suelos arenosos, y que presenta unas bellas flores azul intenso o morado.

Se usa la raíz, que cuando es desenterrada y entra en contacto con el aire adquiere una vistosa coloración roja, hasta el punto de que algunas mujeres habían llegado a utilizarla como pintalabios.

Uso tradicional:

Se indica como antiséptico y antidiarreico en caso de sufrir colitis e indigestiones, y antiguamente para curar las mordeduras de serpiente.

Cómo se toma:

Se preparaba una masa con grasa de cerdo, dos manzanas sin pelar y la raíz de pie de paloma, cocida en olla de barro, y se tomaba a cucharadas por la mañana y por la noche.

También se usa en tinturas, decocciones y pomadas.

Hierba estornutatoria, el estomacal de montaña

La hierba estornutatoria (Achillea ptarmica), o camomilla de muntanya, en catalán, se utiliza en lugar de la manzanilla por parte de los montañeses, pues ejerce funciones similares.

La planta presenta hojas estrechas, de márgenes dentados y bellos capítulos florales de color blanco plateado. Crece sobre prados húmedos y junto a riachuelos.

Uso tradicional:

Se toma como antiinflamatoria, digestiva, estomacal, antiséptica, expectorante y oftálmica, para tratar las indisposiciones estomacales, la pesadez digestiva, la diarrea, las jaquecas y la congestión pulmonar, y en colirio, sobre ojos cansados o irritados.

Cómo se toma:

En infusión, el aceite esencial. Se ha usado para hacer ratafías.

Lunaria menor para los ojos cansados

La lunaria menor (Botrychium lunaria), o herba de les llunetes, como la conocen en el Pirineo catalán, es un helecho de una sola fronda, partida en segmentos en forma de media luna, de ahí su nombre. Crece en prados y pastos húmedos.

Uso tradicional:

Se usa como antiséptico ocular y en infecciones que afectan al contorno de los ojos.

Se considera antidiarreica y astringente, y se aplica como cura de urgencia sobre heridas superficiales y quemaduras leves.

Cómo se toma:

Por vía oral, en decocción, endulzada con miel o mezclada con anís o menta. La infusión, en colirio para los ojos y el emplaste, sobre heridas.

Oreja de oso para la tos

La oreja de oso (Ramonda myconi), endémica de los Pirineos y Prepirineos, crece sobre rocas calcáreas. Presenta unas hojas anchas y ovales, muy peludas, lo que delata su adaptación a los medios húmedos, y flores colgantes de color violeta.

Uso tradicional:

Se toma en infusión para aliviar catarros broncopulmonares, resfriados con mucha tos y dolor de garganta. También para fluidificar la sangre, como planta digestiva y como protector hepático.

Cómo se toma:

Además puede aplicarse en uso externo, sobre heridas y hemorroides.

Libros sobre las plantas de los Pirineos

  • Les herbes remeires; Ramón Gausachs. Ed Rafael Dalmau
  • Plantes i gent: estudi etnobotanic de l¡Alta Valledeter; Rigart, Garnatje iValles. Centre d'Estudis Comarcals del Ripolles .