Las grandes firmas agroalimentarias del planeta promueven los monocultivos sin importarles demasiado lo que ocurra con las economías regionales, los pequeños y medianos agricultores o las comunidades indígenas. Lo peor es que los frutos de esos monocultivos se cuelan en nuestra cesta de la compra y nos convierten en corresponsables.

Nazaret Castro, Aurora Moreno y Laura Villadiego explican en Los monocultivos que conquistaron el mundo (Ed. Akal) los casos concretos de la caña de azúcar, la palma aceitera y la soja transgénica en zonas de América Latina, África y Asia.

Estos monocultivos producen ingentes beneficios económicos a las multinacionales de la alimentación y una larga lista de perjuicios:

  • Acaparamiento de tierras en pocas mano.
  • Contaminación con pesticidas, fertilizantes y transgénicos.
  • Aniquilación de la biodiversidad y los ecosistemas.
  • Deforestación.
  • Aumento de las emisiones de gases con efecto invernadero.
  • Desplazamiento de poblaciones.
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Los monocultivos no son alimentos, son productos.

Durante miles de años la agricultura ha nutrido a la humanidad, pero los monocultivos se convierten en productos ultraprocesados que se asocian a la epidemia de obesidad y una serie de enfermedades.

Aceite de palma

Al entrar en un supermercado encuentras una enorme diversidad de productos. Pero uno de cada dos contiene aceite de palma. Si cierras las ojos e imaginas 20 millones de hectáreas (una hectárea equivale a un campo de fútbol) cubiertas de palmas aceiteras, estarás viendo la realidad detrás del supermercado. La multinacional Unilever compra cada año 1,5 millones de toneladas de aceite de palma que vende en productos con 400 marcas distintas.

Azúcar

Los datos del azúcar son similares. En 2018 se produjeron 192 millones de toneladas, lo que representa un consumo medi0 de 27 kg de azúcar al año por persona. No se trata solo del azúcar que se añade al café. Está oculto en los ultraprocesados, desde las empanadillas y refrescos a los embutidos, pasando por la salsa ketchup. Las consecuencias sobre la salud las conocemos (obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares, inflamación...), pero no somos conscientes de que en muchas plantaciones se trabaja en condiciones análogas a la esclavitud, de que los cañaverales invaden la selva o de que las fábricas emiten al entorno sustancias tóxicas como el amoniaco.

Pese a las cifras abrumadoras de la "agricultura sin agricultores" que sostiene los monocultivos, el 70% de los alimentos todavía procede de la red campesina, que aun así posee solo el 25% de la tierra. Esta red campesina está en retroceso, pero todavía estamos a tiempo de rescatarla con nuestras decisiones: comprando alimentos enteros naturales, de origen local, si es posible ecológicos y producidos por pequeños agricultores.

Palma y soja: riesgos ambientales y para la salud

Cada monocultivo tiene su problemática peculiar. En el caso de la palmera aceitera se combinan los efectos sobre la salud de la grasa refinada con las graves consecuencias ambientales.

De los monocultivos del aceite de palma, la revista The Economist, que no tiene nada contra la economía de mercado, decía que "se ha convertido en símbolo de los peores excesos en el mundo de la agricultura". Pobreza, selva arrasada (incluyendo las reservas de orangutanes) y riesgos para la salud son los principales efectos secundarios de este monocultivo.

La soja reúne los riesgos de la transgenia con su uso como pienso para producir carne o biocombustible (ambos usos son insostenibles). El monocultivo de soja transgénica ha transformado la economía de Argentina, Brasil y Paraguay. A partir de esta planta se producen piensos para ganado, ingredientes alimentarios y biocombustibles.

Ocupa más de 100 millones de hectáreas y en 2050 serán 140 millones. Con la extensión de los cultivos se multiplicarán los riesgos ambientales y para la salud de las personas asociados a la transgenia, así como los problemas económicos y sociales.

Y existen otros monocultivos, como el maíz, el trigo y el arroz, alimentos básicos para buena parte de la humanidad que se están quedando en manos de unas pocas empresas.

Nos creemos una mentira

Todos estamos sometidos a una hegemonía de valores que pueden hacernos creer que estos monocultivos son la expresión moderna y eficiente de la agricultura, que nos provee así de productos relativamente baratos. Pero esto es una falacia, porque se nos ocultan las consecuencias negativas y no las pagamos con dinero.