A la hora de poner color en nuestro rostro, lo que pedimos principalmente a nuestro maquillaje es que se mantenga uniforme a lo largo del día, que no se cuartee y que sea duradero, permitiéndonos llegar al final de nuestra jornada manteniendo el efecto “buena cara” que pretendíamos con su uso.

Es importante emplear a estos efectos productos de calidad y adecuados a nuestro tipo de piel, pero, si la piel superficie cutánea sobre la que vamos a aplicarlos no se encuentra bien acondicionada, dificultosamente lograremos alcanzar estos objetivos, además de incurrir en un uso extra de producto, posible de evitar si contamos con una serie de pasos previos a la aplicación de nuestro maquillaje.

Un rostro limpio y tonificado es esencial no sólo a la hora de maquillarnos, sino también si queremos aportar nutrición e hidratación al rostro posteriormente mediante productos elaborados con estos fines, ya que es la forma de asegurarnos de que nuestra piel se encuentra receptiva para recibir un tratamiento, que los poros no se encuentran obturados ni existen restos de suciedad sobre la superficie de la piel que impidan la correcta aplicación e integración de los productos a emplear posteriormente.

Seleccionar una fórmula limpiadora y un tónico afines a las necesidades de nuestra piel será el primer requisito en nuestro ritual previo al maquillaje, obteniendo un rostro purificado y libre de residuos, carente de células muertas y equilibrado.

La capa protectora de nuestra piel, el llamado manto hidrolipídico, es la base sobre la que aplicamos el maquillaje. Esta capa se compone principalmente de agua y aceites naturales procedentes de nuestro propio rostro, los lípidos.

Podríamos pensar que, para tener un cutis hidratado, un aporte de agua sobre el mismo sería suficiente, pero el agua sobre la piel no tiene capacidad de penetración, por lo tanto, para dar con esa sensación de jugosidad y lozanía, y que nuestros productos de maquillaje se extiendan y fundan mejor, necesitamos incluir algún aceite en nuestra rutina preparatoria de la piel.

Cuando queremos que un aceite penetre en la piel, con diversos efectos en función del aceite seleccionado, necesitamos calentar ligeramente el producto entre los dedos y masajearlo posteriormente sobre el rostro que, al incrementar su temperatura, permitirá la absorción del mismo. En nuestra rutina de belleza nocturna, éste es nuestro principal objetivo, ya que buscamos que los principios activos de nuestros productos penetren en profundidad para cumplir su función.

Sin embargo, cuando hablamos de preparar la piel para la aplicación de color posterior, nos resulta más interesante que el aceite utilizado esté lo más reciente posible, acondicionando y aportando elasticidad a la piel, además de permitiendo fluir con mayor destreza a los productos con color.

Todas las pieles necesitan aceites, sólo que necesitamos encontrar el aceite que mejor se adapte a nuestra piel. Un aceite de aguacate, por ejemplo, será beneficioso para tratar las pieles más secas y frágiles, mientras que un aceite de jojoba ayudará a mantener el equilibrio entre zonas del rostro en las pieles mixtas, con una zona T más grasa que el resto del cutis por lo general. Gracias al aceite, la piel estará más elástica, más jugosa y mejor acondicionada para aplicar productos con color encima.

Una vez que hemos hidratado la piel, si encontramos zonas en el rostro que necesitan un aporte extra de hidratación, podemos aplicar unas gotitas de aceite vegetal sobre esa zona, con toques suaves o con la ayuda de una brocha. Notaremos principalmente con este gesto un cambio en la textura de la piel, sobre todo en aquellas que se encuentran más apagadas y faltas de vitalidad. También necesitaremos hidratar con mayor ahínco aquellas áreas en las que vayamos a aplicar una mayor cantidad de producto con color o de textura más densa, para que la piel pueda soportarlos bien sin cuartearse.

Si por el contrario queremos retirar brillos, podemos utilizar una formula hidratante ligeramente astringente, o refinadora de los poros, que los mantenga bajo control, además de incluir en nuestra rutina de belleza semanal la aplicación de una mascarilla a base de caolín, que vaya trabajando el rostro progresivamente.

Una vez maquilladas, podemos poner punto y final a nuestra puesta a punto con la aplicación de una bruma facial a base de extractos de plantas, hidrolatos y aceites esenciales, lo que nos dará un toque de frescor además de mantener nuestro rostro intacto por más tiempo.

Verás que, cuando la piel está bien trabajada, no sólo necesitas una menor cantidad de maquillaje, sino que te apetece más lucir una cara más lavada y un rostro más natural por el bienestar que desprende la piel desde dentro.