La piel es el órgano más grande del cuerpo, nos separa del medio externo y mantiene la temperatura corporal. Es nuestra principal defensa frente a las bacterias patógenas y refleja todas nuestras emociones.

Para que pueda cumplir con sus importantes misiones, en invierno hay que cuidarla especialmente, de manera que la debemos mantener nutrida e hidratada.

Cuida tu piel por dentro y por fuera

La capa más profunda de la piel, la hipodermis, está formada por células grasas que son verdaderos acumuladores de energía y nos protegen del frío.

Cuando sometemos una piel sensible, con una capa superficial muy fina, a cambios bruscos de temperatura –de 23 °C en interiores a 4 °C en la calle– tiende a deshidratarse y enrojecer.

Estos son algunos de los cuidados básicos que requiere tu piel en los meses más fríos del año:

1. Evita los contrastes de temperatura

La calefacción, la sequedad del aire y las duchas calientes hacen que la piel se reseque aún más. Tenemos que proteger las zonas más expuestas a los factores climáticos adversos, como el viento frío, la lluvia o la nieve.

La extremadamente fina y delicada dermis de los labios puede agrietarse hasta formarse heridas, y la piel de las manos puede aparecer áspera y descamada.

Para evitar el fuerte contraste entre la temperatura de casa y el exterior, no pongas la calefacción a más de 21 ºC en casa. Además de evitar que la piel se seque, ahorrarás energía.

2. Bebe mucha agua y elige buenos alimentos

Si para mantener la piel nutrida e hidratada tenemos que cuidar lo que nos aplicamos externamente, igual o más importante es cuidar la alimentación.

Hay alimentos que afectan la piel negativamente y que deberíamos evitar. Entre ellos están los embutidos, las carnes a la parrilla, los alimentos muy procesados, la sal, las conservas, la harina refinada, las bebidas azucaradas o el propio azúcar blanco.

La piel necesita agua y antioxidantes que encontramos en los zumos de frutas frescas, hortalizas como las zanahorias, apio, verduras de hoja verde, germinados, aguacate, frutos secos y semillas.

Elige alimentos de la estación. Entre las frutas, elige las más antioxidantes como los arándanos, los cítricos, las manzanas o la piña.

También son recomendables las infusiones depurativas de cola de caballo, cardo mariano y boldo.

Los ácidos grasos son esenciales para mantener la estructura y el buen funcionamiento de las células de la piel. Los podemos obtener del aceite de oliva, el aguacate, las semillas, los frutos secos y los cereales integrales.

3. Recurre a los aceites vegetales

Para cuidar tu piel no pueden faltarte los aceites vegetales. Escoge el que más se adapte a tu tipo de piel según sus propiedades nutritivas, calmantes, protectoras o hidratantes. Estos cuatro te pueden ser de gran ayuda :

Aceite de sésamo

Filtra las radiaciones solares y calienta la piel. Añade unas gotas a tu crema corporal y aplícatela cada día. Notarás que la piel gana vida y elasticidad.

Aceite de jojoba

Esta cera líquida es muy nutritiva y emoliente. Utilízala pura y extiéndela con un suave masaje sobre la piel del rostro cada noche, después del ritual de limpieza.

Aceite de germen de trigo

Es rico en la antioxidante vitamina E. Prepara una mascarilla calmante con aceite, yogur y harina de avena a partes iguales. Aplícala una vez a la semana.

Manteca de karité

Nutre las pieles más secas y agrietadas por sus propiedades altamente hidratante. Puedes aplicarla pura en talones, codos y rodillas con pieles escamosas o agrietadas, o como ingrediente en los productos de higiene y cosméticos.

4. No olvides estas sencillas rutinas por la mañana y por la noche

Es imprescindible que mantengas una rutina de limpieza por la noche con productos suaves que no irriten ni resequen la piel. Aplícate después algún producto rico en aceites vegetales como el aceite de sésamo, el aceite de jojoba o el aceite de argán.

Que no te dé pereza. Es importante limpiarse bien la piel y a continuación aplicar la crema o aceite nutritivo.

Por la mañana protege la piel con una buena crema hidratante que evite la pérdida de agua. Sal siempre de casa con la crema facial puesta para protegerla, además, de las agresiones ambientales. Emplea con preferencia productos con certificación ecológica.

Y no olvides, cuando sea necesario, emplear una crema de protección solar que contenga únicamente filtros minerales.

Es importante proteger los labios del frío con bálsamos que no contengan vaselina (derivada del petróleo), sino ingredientes vegetales afines a la piel como la manteca de karité o de cacao, o los aceites de aguacate y almendras.

5. Despídete de la ducha muy caliente

La temperatura ideal está entre 35 y 38 ºC: el agua más caliente contribuye a que la piel se reseque.

En general, a la hora de ducharte, evita los geles y champús que contengan lauril sulfato de sodio porque resulta irritante.

6. Tus labios también te necesitan

Utiliza con frecuencia un bálsamo labial a base de coco o manteca de karité. Es un imprescindible que debes llevar contigo.