El valor de lo elaborado de forma artesanal va más allá de la calidad del producto en sí: reside también en los conocimientos y el amor que se han puesto en todo el proceso, en la preservación de una manera de trabajar cuidada, pausada y respetuosa con la naturaleza.
Ese es el espíritu de la cosmética artesana… y también el de la cosmética que tú mismo puedes hacer en casa.
La cosmética artesana se elabora en cantidades pequeñas y cuidando todo el proceso productivo de una manera muy especial, desde la elección de los ingredientes y la formulación hasta el envasado y el etiquetado, que muchas veces es manual.
Suele producirse en pequeños laboratorios ubicados a menudo en zonas rurales que venden sus productos en un ámbito local o comarcal, en mercados o tiendas pequeñas.
1. Cosmética de proximidad, humanizada y natural
El artesano controla todo el proceso y toma todas las decisiones. Por supuesto, como cualquier laboratorio donde se fabrican productos de higiene o limpieza, debe cumplir con la legislación del sector y contar con un registro sanitario e instalaciones autorizadas.
Generalmente el artesano elabora productos seguros y de calidad que cubren una necesidad en la comunidad, favoreciendo el trato personalizado y humanizado. El usuario final del producto conoce a la persona que lo elabora, todo es muy cercano y se genera un vínculo de confianza, tan necesario para crear sociedades más justas.
En muchos casos el objetivo del artesano es recuperar antiguas fórmulas de belleza ya olvidadas, aprovechar y revalorizar los recursos naturales de la zona o poner en valor fórmulas de comercialización más justas que permitan una distribución muy directa, de elaborador a comprador.
2. Con ingredientes naturales
Para llevar esto a cabo el artesano suele elegir ingredientes naturales y sin refinar, de producción cercana y libres de tóxicos, como pueden ser los aceites de almendras dulces, aguacate o germen de trigo, y plantas locales con las que elaborar extractos o aceites esenciales puros.
Se emplean fórmulas sencillas pero eficaces, con pocos ingredientes y todo el poder curativo y regenerador de las plantas.
Emulsionantes y conservantes no tóxicos
Como emulsionantes se emplean ceras para las fórmulas más grasas y lecitinas o derivados del maíz.
Para conservar los cosméticos, se puede recurrir a ácidos orgánicos y mezclas de aceites esenciales o tinturas, que las protegen del deterioro.
3. Cosmética 'home-made'
Otra manera de consumir cosméticos frescos, naturales y saludables, que no contengan ingredientes químicos y que estén recién hechos, es elaborarlos en casa. Hacer algo útil con las propias manos nos satisface, porque nos ayuda a conectar con nuestra propia esencia.
Con ingredientes naturales que seguramente se tendrán en la cocina, se puede preparar algo sencillo, como una mascarilla de yogur, aceite de oliva y harina de avena, por ejemplo, y luego ir investigando fórmulas más complejas, como emulsiones, bálsamos o jabones.
Simplemente hay que tener ganas de hacerlo e ir probando hasta dar con lo que más le guste a nuestra piel. Así empezaron las que hoy son las grandes empresas de cosmética natural. ¿Por qué no probar uno mismo?