La caries es la tercera enfermedad más extendida en el mundo según la Organización Mundial de la Salud, después del cáncer y las enfermedades cardiovasculares.

No obedece a un fenómeno natural, sino que afecta sobre todo a sociedades que toman azúcar refinado. Hoy, en España, el consumo de azúcar se sitúa en 36 kilos por persona y año, uno de los más bajos de Europa, pese a que se ha multiplicado por diez en las últimas treinta décadas.

La vida sedentaria, una dieta desequilibrada, la contaminación, las preocupaciones y los microtraumatismos debilitan el organismo e influyen en la aparición de las enfermedades dentales.

Del mismo modo que una buena salud dental favorece la vitalidad, la caries refleja a menudo un estado de salud general afectado. Aparece por una desestabilización de las defensas bucales, en la que también influyen la predisposición personal o terreno homeopático, la calidad de la saliva –a menudo modificada por el uso de fármacos– y la alimentación.

Qué comer para tener unos dientes fuertes

La dentición adulta incluye ya 32 dientes. Cada uno tiene una función de seccionar, fragmentar o triturar los alimentos, que deben pasar al tubo digestivo muy masticados para favorecer la digestión.

Para desarrollar unos dientes fuertes y mantenerlos sanos es importante llevar una dieta equilibrada y rica en sales minerales. Frutas y verduras, cereales integrales y semillas aportan en general los nutrientes necesarios. Las algas constituyen un buen complemento por su riqueza mineral.

Conviene asimismo evitar las bebidas carbonatadas, pues su contenido en fosfatos favorece la descalcificación de los dientes. Por otra parte, masticar hortalizas crudas como el apio o la zanahoria contribuye a fortalecer los dientes.

Hacer ejercicio también es importante, pues para que los minerales se depositen es necesario mover los músculos.

Cómo mantener las bacterias bajo control

En la boca existen unos 600 tipos de bacterias. Estas se alimentan de restos alimentarios y forman la placa bacteriana, blanca y ligeramente transparente, que se va depositando sobre los dientes tras cada comida. La eliminación natural de parte de la placa dental por la saliva, la lengua, las mejillas y los labios permite limitar su depósito en las encías.

En presencia de azúcares en la boca, las bacterias se desarrollan rápidamente y en veinte minutos empiezan a producir ácido láctico. Este ataca el esmalte de los dientes, formado por hidroxiapatita, que pese a ser el tejido más duro del cuerpo se desmineraliza más que el hueso.

Esto favorece la formación de placa o sarro y caries, así como la inflamación y retracción de las encías. Además, cuando se acumulan bacterias entre el diente y la encía, se inflama y destruye el tejido que rodea el hueso, que va reduciéndose y al final pueden perderse los dientes.

Por su parte, la inflamación-infección crónica de las encías genera la liberación de proteína C reactiva, relacionada con diversos problemas de salud.

Eliminar la placa es, pues, esencial y la forma más eficaz de hacerlo es cepillándose los dientes y llevando una alimentación adecuada.

Los componentes alimentarios que más contribuyen a las caries son los hidratos de carbono fermentables, en particular los de asimilación rápida o azúcares. La sacarosa, la glucosa, la fructosa y la lactosa pertenecen a este grupo y el motivo por el que son más cariogénicos es que producen glucano, una sustancia pegajosa que favorece la adhesión de las bacterias al esmalte. Los hidratos de carbono complejos –almidones y féculas presentes en legumbres y cereales integrales– lo son mucho menos.

Aprovechar la protección de la saliva

La saliva compensa la desmineralización provocada por el ácido láctico y promueve la remineralización, siempre que el aporte de azúcares no sea continuado.

Cada vez que se consume un alimento azucarado el pH normal de la saliva, que es de 7,2 o 7,3, disminuye a 5,5 o 5,6. Cuando desciende por debajo de 5,5, se liberan iones de calcio y fosfato del hueso; cuando se normaliza, los iones vuelven a la superficie del diente, que se remineraliza.

Hay que tener en cuenta que, entre comidas y por la noche, la producción de saliva disminuye. Si se toman azúcares en esas horas, la saliva no puede cumplir su papel regulador. De ahí que se desaconseje dar a los niños biberones azucarados o jarabes antes de acostarlos.

La aparición de una caries viene determinada, pues, por un desequilibrio entre desmineralización y remineralización. La frecuencia con que se ingieren hidratos de carbono es el factor que más influye en ese equilibrio y en la producción de caries.

Una alimentación normal con unos postres dulces no suele tener riesgo para el esmalte dental, pues tanto la saliva como una buena higiene son capaces de realizar reparaciones pequeñas sobre el esmalte dental. No se trata de renunciar a los dulces, sino de evitar un consumo continuado o a ciertas horas y de mantener una higiene adecuada.

Cepillarse los dientes, toda una técnica

En principio conviene cepillarse cada vez que se come algo, sobre todo si es dulce, y siempre tras el desayuno, que suele aportar azúcares, y antes de acostarse, para compensar la menor salivación.

Cuando no sea posible lavarse después de comer, se aconseja terminar con una fruta de pulpa consistente, como una manzana: la masticación masajea las encías y favorece una cierta limpieza.

Mascar chicles sin azúcar para limpiar los dientes no es aconsejable, pues estimula la formación de jugos gástricos que podrían producir acidez o gastritis.

Al cepillarse hay que evitar hacerlo violentamente para evitar la retracción de las encías y el desgaste de los cuellos de los dientes, fuente de sensibilidad al frío y al calor.

Con un cepillo de filamentos suaves y cabezal mediano, se posee un arma anticaries eficaz, a condición de usarla correctamente:

  • Es necesario cepillar la cara externa e interna de los dientes con movimientos verticales, y las caras masticatorias con movimientos horizontales, tomándose el tiempo suficiente, de 3 a 5minutos.
  • La seda dental se emplea para limpiar entre los dientes.
  • En caso de retracción de encías existen unos cepillos pequeños llamados interdentales muy eficaces.
  • Conviene usar un cepillo suave y sintético. Los de origen orgánico, más duros, son antihigiénicos si no se secan bien después del uso pues facilitan la proliferación de microorganismos.
  • El cepillado eléctrico es el más adecuado. Un minimotor eléctrico que se adapta al mango da al cepillo unos impulsos helicoidales óptimos para el cepillado. Cepillarse con un cepillo manual puede eliminar hasta un 70% de la placa; con uno eléctrico, se elimina entre el 90 y el 95%.

¿Qué dentífrico elegir?

A un dentífrico se le pide una sola cosa: que elimine la placa bacteriana. Debe ser lo menos abrasivo y lo más natural posible. Los blanqueadores, por ejemplo, resultan abrasivos y ácidos, y favorecen la sensibilidad al frío.

Los laboratorios homeopáticos fabrican dentífricos con ingredientes lo más naturales posible. La mayoría contienen caléndula, cuya acción sobre la placa y las encías resulta muy beneficiosa. Son los más aconsejables.

El flúor ayuda a prevenir la caries porque se liga a los cristales de hidroxiapatita del esmalte y aumenta de este modo resistencia a la desmineralización. Se suele añadir a pastas y colutorios que se suministran periódicamente a los niños. En exceso puede provocar fluorosis dentaria, sobre todo entre los 6 meses y los 5 años, con la aparición de manchas en los dientes.

Las plantas que protegen los dientes

Existen numerosas plantas y resinas que ayudan a cuidar la boca. Aunque todas ellas se pueden utilizar al natural en enguajes o compresas, algunos dentífricos naturales las incluyen también entre sus ingredientes.

  • Anís. En infusión alivia encías inflamadas. Masticar algunas semillas reduce el mal aliento.
  • Bardana. La infusión combate la tensión muscular y el dolor de cabeza relacionado con la articulación de la mandíbula.
  • Manzanilla. La infusión para encías inflamadas y aprensión.
  • Clavo. El aceite esencial, diluido en aceite de oliva, se aplica sobre las encías para bajar la inflamación. Masticar los clavos previene el mal aliento.
  • Cola de caballo. El enjuague con la infusión elimina las infecciones de la piorrea.
  • Consuelda. Una compresa humedecida con infusión alivia el dolor articular de la mandíbula, fracturas dentales o el ajuste de los aparatos de ortodoncia.
  • Chumbera. Las flores en infusión aumentan el flujo de saliva.
  • Eucalipto. El enjuague con infusión para encías inflamadas.
  • Hierba de gato. La infusión relaja antes de un tratamiento.
  • Menta. La infusión para encías inflamadas. El aceite esencial, como anestésico tópico.
  • Milenrama. La infusión, en enjuague y bebida, alivia los síntomas tras el tratamiento.
  • Mirra. El aceite esencial diluido alivia la piorrea y la sensibilidad al frío. Uso tópico.
  • Regaliz. La infusión en enjuague o bebida inhibe la producción de placa bacteriana.
  • Romero. En infusión alivia las encías inflamadas.
  • Salvia. La infusión para úlceras bucales y mitigar la aprensión antes de un tratamiento.
  • Tomillo. En gárgaras, la infusión baja las inflamaciones.
  • Violeta. La infusión, aplicada con un bastoncito de algodón, mejora las llagas.
  • Propóleo. No es una planta sino la resina que las abejas recolectan y mezclan con su propia cera. Lo usan para sellar el panal, protegerse del frío y otros insectos y controlar a hongos y bacterias. La actividad antimicrobiana del propóleo se debe a la apeginia, que inhibe la adhesión de la placa bacteriana al diente.