La primera sensación que tenemos ante el frío es de miedo, de acobardarnos, quizá por la reacción natural de captar que amenaza a nuestra integridad.

Pero ¿se trata de una amenaza o de una oportunidad de comprobar nuestra capacidad de adaptarnos al medio y disfrutar en un ambiente de menor temperatura?

Cuando se ve a personas soportar la nieve, el viento gélido y las escarchas de la mañana, o incluso bañarse bajo cascadas de agua helada y gozando de la experiencia, es inevitable preguntarse qué fuerza o poder especial tienen para hacerlo y adaptarse a ese frío.

Y así es: necesitan habilidad para hacerlo y también unas cualidades individuales, pero sobre todo necesitan entrenamiento.

Entrenamiento para soportar mejor el frío

Lo principal es la predisposición mental: estar convencido de que se es capaz de soportar esa situación e incluso disfrutarla.

En las tradiciones budistas y sintoísta de Japón acostumbran a situarse bajo las cascadas para sentir cómo el cuerpo entra en contacto con la naturaleza y sus fuerzas, así como para recoger la energía y el espíritu de todos los que se pusieron ahí antes.

Lo segundo, y básico, es el entrenamiento físico. Para convivir con el frío es necesario ir aceptándolo poco a poco, sabiendo reaccionar mediante la producción de calor y el equilibrio del sistema termorregulador a cada estímulo frío, que ha de ir de menos a más.

La adaptación al frío mejora si se realiza ejercicio físico antes y después o durante la exposición al frío.

En este entrenamiento es importante elegir técnicas como la propuesta en la terapia de Kneipp (que considera el agua en entornos naturales, a menudo muy fría, el principal de sus 5 pilares de salud): aplicar un estímulo gradual y adaptado a cada persona.

Como hemos señalado, adoptar una actitud relajada ante el proceso termorregulador puede marcar la diferencia.

En la relajación del entrenamiento autógeno de Schultz, las dos primeras sensaciones que se entrenan ayudan de gran manera a esta adaptación:

  • La sensación de peso: al estar sometidos a la ley de gravedad, el peso es algo natural y no solemos sentirlo, pero si se presta atención puede sentirse con facilidad. Esa sensación produce al mismo tiempo una relajación vascular.
  • La sensación de calor: también es natural, porque el cuerpo está a 36,5 ºC y, la mayor parte del tiempo, en el exterior se da una temperatura menor; por ello es fácil notar calor en el cuerpo, lo que produce un control sobre la vasodilatación y el control vascular, y ayuda a la termorregulación.

Otras técnicas de adaptación

Además de estos entrenamientos, algunos ejercicios que pueden ayudarnos a sobrellevar mejor el frío son el baño de pies alterno, caminar descalzo en el rocío, entrar en cámaras frigoríficas o aclimatarse al frío de la calle.

Si ante el estímulo frío se responde con escalofríos y tiritona, hay que aceptarlos como un mecanismo de reacción, pero no conviene insistir ni dejar que se vuelva a producir una segunda tiritona, pues podríamos estar haciéndonos daño.