En el cielo nocturno no existe ningún astro que posea tal capacidad de fascinación como la Luna.

Cuando dirigimos la mirada hacia ella no deja de sorprendernos su naturaleza cambiante, aunque sepamos que sus transformaciones responden a un sencillo ciclo que se repite eternamente. Al observarla quizá queremos vislumbrar el secreto de nuestros propios cambios emotivos. Por eso nos produce tanta intriga la influencia de la luna sobre las personas o la sociedad.

Descubrir su cara oculta –la Luna jamás nos muestra la espalda– sería tanto como conocerse a la perfección, esa meta inalcanzable incluso en instantes de plenitud.

Los seres humanos de todos los lugares y épocas han intuido que la Luna desempeña un papel esencial. Contemplándola podemos adentrarnos en los secretos de la vida y los de nuestra naturaleza como seres humanos.

La observación de sus fases y de los fenómenos naturales ha llevado a relacionarla con el agua y el mundo femenino. Como el pensamiento tiende a organizarse en torno a significados opuestos, a la Luna, húmeda, cambiante y femenina, se le contrapone el Sol, seco, invariable y masculino. Pero la contradicción sin juego resulta estéril.

La mezcla de lo femenino y lo masculino impulsa el cambio constante que genera la vida. El símbolo del Tao, o del yin y el yang, con las mitades blanca y negra, cada una con un punto del otro color en su interior, es el signo más explícito de esta realidad.

La Luna: la gran impulsora de la vida

Sabemos que sin la luz y el calor del Sol la vida no sería posible. En cambio, parece que la Luna es prescindible. No lo es.

Ningún planeta del sistema solar tiene tan cerca un satélite proporcionalmente tan grande como la Luna. Sin ella, los polos magnéticos de la Tierra se invertirían cada mil años y no habría estabilidad para el desarrollo de la vida, que probablemente también precise de su influjo rítmico.

La intuición dice que algo vincula entre sí la Luna, la lluvia, la fecundidad de los animales y de la tierra, la salud, las plantas y hasta el destino del ser humano. ¿Cómo influye la luna sobre las personas?

La Tierra no sería fértil sin la luz y el calor del Sol, tampoco sin la participación del agua, que se asocia a la Luna en todos los rincones del planeta. Hoy sabemos cuánto importa que cuidemos la estabilidad del clima o la calidad del agua si queremos que las próximas generaciones continúen disfrutando de la vida tal como la conocemos.

Un ejemplo obvio son las mareas. Como es sabido, gracias a su fuerza de gravedad, la Luna atrae las masas de agua modificando el nivel del mar. Las investigaciones también sugieren que el satélite actúa sobre el flujo de la savia y el crecimiento de las plantas, algo que ya saben los agricultores desde la antigüedad.

Pero la Luna también incide en la producción de hormonas, con sus repercusiones físicas y anímicas. El ciclo menstrual es seguramente fruto de la acción de la Luna a lo largo de millones de años de evolución. La duración de los periodos coincide y se han descubierto asociaciones tan significativas como que la ovulación y por tanto la concepción ocurre con más frecuencia en Luna llena.

En innumerables mitos, leyendas, cuentos y poemas la Luna es el símbolo cósmico de la fecundidad.

El antiguo culto de la Gran Madre, que según Robert Graves se adora en el Mediterráneo y Europa al menos desde la Edad de Piedra, aglutina estas creencias.

Los diferentes aspectos de esa diosa han recibido distintos nombres y formas, desde la Cibeles anatolia y la Isis egipcia a la Hera griega y la Virgen María, pero siempre ha estado presente y revive entre nosotros cada vez que una mujer alumbra un hijo.

Se dice que los valores de esa diosa se han tergiversado bajo el dominio de las religiones monoteístas.

Según Graves, el precio son muchas de las angustias vitales de la sociedad actual, donde la empatía con los demás y con la naturaleza se desdeña, y donde la Luna, y con ello la poesía, se considera un pálido reflejo del Sol. Hoy ya no adoramos a la Gran Madre, pero seguimos siendo capaces de ofrecer calor, caricias y alimentos a nuestros hijos.

En armonía con las fases lunares

Rudolf Steiner atribuye a las fuerzas lunares los procesos de descomposición en la naturaleza, cruciales para que la vida se desarrolle a partir de los elementos simples (por ejemplo, los nutrientes que dan lugar a los tejidos de plantas y animales).

El sentido del cambio es la gran enseñanza de la Luna. Aparece, crece, mengua y desaparece. Nacer, vivir y morir. Es la ley que garantiza que todo vuelve a comenzar.

El mes lunar, que rige los calendarios islámico y chino, entre otros, tiene cuatro fases o cuartos, de los que derivan tanto la semana como el año lunar de doce meses.

Existen rituales ligados a esos momentos que aumentan el sentimiento de pertenencia a la comunidad y el de integración con la naturaleza.

  • Luna nueva. Comienza la renovación, se deja atrás lo viejo. En muchas culturas se celebra la Luna nueva posterior al equinoccio de otoño y se da gracias a la Luna y al Sol por la cosecha. También se recuerda a las personas que han fallecido.
  • Luna creciente. Se han aceptado las oscuridades (la tristeza, la decepción…) y retorna lentamente la luz, la vitalidad. Es una Luna óptima para potenciar la creatividad y los aspectos que impliquen crecimiento personal. Por otra parte, es un período relacionado con la pureza, la sensualidad y la belleza.
  • Luna llena. Encarna a la Madre y a la Amante en su plenitud de poder. Se vincula con la fertilidad, los nacimientos y la abundancia. Es momento de visualizar lo que se desea.
  • Luna menguante. Ofrece la oportunidad de enfrentarse a los miedos para dejarlos partir sin temor, asumiendo las propias debilidades durante la próxima luna nueva. Es un buen periodo para trabajar el desapego y las dependencias, a fin de liberarse de lo que ya no se desea.
Calendario lunar 2024 hemisferio norte

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¿Somos todos lunáticos?

Por su vínculo con la noche, la Luna se asocia al subconsciente, la imaginación y los sueños.Los poetas románticos y los amantes han encontrado en la Luna una confidente para sus anhelos.

La astrología relaciona el aspecto lunar de los seres humanos con la faceta más misteriosa de la personalidad, aquella donde aparecen pulsiones de origen instintivo o desconocido que pueden condicionar el carácter y la conducta. Operan en la sombra, desafiando la lógica imperante durante el día o las decisiones de la mente consciente.

La psicología y la psiquiatría no vinculan esas tendencias con la Luna, pero las estudian a fondo. Un ser humano puede tener una imaginación malsana, o depender en exceso de lo primitivo, lo instintivo e incontrolado.

Cuando se intentan explorar las profundidades ocultas del alma es fácil sentir temor o perderse por el camino. Pero los riesgos no son solo de índole psicológica o espiritual.

En el Tarot, a la carta de "La Luna" se le atribuye el estancamiento en la tristeza. También las dudas, las percepciones ilusorias y las seducciones que impiden a una persona hallar su camino. Es un modo de recordar que la Luna, como el Sol, presenta una faceta amable y otra amenazadora.

La Luna sugiere que existe otro camino del que sabemos poco o nada. Una etapa en la que lo conocido se destruye y algo desconocido se gesta.

Todavía hoy la palabra lunático designa a quien experimenta periodos pasajeros de locura. La prevención no consiste en negar o rechazar los aspectos "lunares" de la psique, sino en reconocerlos e integrarlos en la personalidad.

La Luna y la masculinidad

En ese sentido, los hombres tienen la importante tarea de reconciliarse y disfrutar con su naturaleza femenina. A no pocos les resulta extraño ser maternales, afectivos y sensibles a los mensajes que proceden de las profundidades del alma.

Para Carl Gustav Jung, el hombre que se apodera de la Luna o de su "femenino interior", se unifica. Es decir, asume sus fortalezas y sus debilidades. Que en este caso, según Jung, equivaldrían a:

  • la autoridad mágica de lo femenino, la sabiduría y altura espiritual que está más allá del entendimiento;
  • lo bondadoso, protector, sustentador, dispensador de crecimiento, fertilidad y alimento;
  • los enclaves de la transformación mágica, del renacimiento;
  • el impulso o instinto benéficos;
  • lo secreto, lo oculto, lo sombrío, el abismo, el mundo de los muertos,
  • lo que devora, seduce y envenena,
  • lo que provoca miedo y no permite evasión.

Aunque las mujeres pueden enfrentarse a un reto similar, sobre todo donde imperan valores masculinos, harán bien en no olvidar el poder de la Luna. Pero Jung advierte también acerca de la "hipertrofia de lo materno". Esta aparece, por ejemplo, cuando la única meta de la mujer es procrear y servir a sus hijos, o cuando estos carecen de voluntad para ir más allá de su abrazo protector.

Simbología lunar: toros, espiritualidad y cambio

La Luna posee una energía activa que complementa a la del Sol. Desde la antigua Mesopotamia a las marismas mediterráneas, el toro se asociaba a ella y al agua que terminaba con la sequía y fertilizaba la tierra; lluvias que guardan relación con la evolución de la constelación de Tauro en el firmamento.

En la antigua Grecia, Artemisa era una diosa lunar que gobernaba la naturaleza salvaje y era la "domadora de toros". Solo en Creta y el Egipto faraónico, donde el agua estaba asegurada gracias a la fusión de las nieves o el caudal del Nilo, el toro se vincula a deidades solares. Acaso porque sus fluctuaciones imprevisibles tienen que ver aquí con los excesos del calor, más temidos que las carencias de agua.

El poeta cordobés Ibn Hazm (siglo XI), escribió: "Cuando me voy de tu lado, mis pasos son como los del prisionero a quien llevan al suplicio. Al ir a ti, corro como la luna llena cuando atraviesa los confines del cielo. Pero, al partir, lo hago con la morosidad con que se mueven las altas estrellas fijas".

Los pueblos nómadas conocen las bondades de la Luna, cuya luz alumbra sus campamentos o les permite viajar de noche evitando los rigores del sol.

La media luna es uno de los símbolos de la fe musulmana y aparece debido a eso en las banderas de diversos países (Turquía, Argelia, Pakistán, Malasia, Maldivas, Azerbaiyán...). Otros, como Laos, la representan llena, evocando su poético reflejo sobre el río Mekong. Tres noches desaparece la Luna del cielo y al tercer día resucitó Jesucristo. En El Corán, las fases de la luna evocan la muerte y la resurrección.

El camino del Sol, desde que amanece hasta que se pone, es la vida propiamente dicha. La Luna sugiere que existe otro camino que discurre a oscuras, del que sabemos poco o nada.

Es una etapa de cambio en la que lo conocido se destruye y algo desconocido se gesta. En el hinduismo, la media luna creciente es el emblema de Shiva, el dios que crea destruyendo y que cabalga sobre un toro.

El significado de la Luna es hoy el mismo que hace miles de años, pero desde el pasado siglo XX habría que añadirle la enseñanza que propiamente se desprende del viaje del Apolo XI en 1969, cuando lo inalcanzable y misterioso fue hollado por primera vez.

Los astronautas nos trajeron interesantes noticias. Edgar Mitchell, tripulante de la misión que en 1971 dio el paseo más largo sobre la Luna (9 horas), dijo: "Fui como un técnico y volví como un humanista". Lo que cambió a Mitchell fue ver la Tierra desde la Luna.

"La vi diminuta y frágil, formando parte de un orden muy grande, que es el Universo. Me di cuenta de que la Tierra es parte de un proceso mayor. El universo no es un accidente, es un proceso inteligente que se organiza a sí mismo". Según Mitchell, sus dos compañeros de viaje, Alan Shepard y Stuart Roosa, regresaron con la misma convicción.

Por supuesto, no hace falta ir a la Luna para experimentar un cambio de conciencia. Basta con contemplar las cosas con ojos nuevos, desde una perspectiva fresca, libre de prejuicios, que dilate la mirada. Con esta actitud es posible que la Luna nos enseñe la cara oculta de las cosas, todos los días.