La breve historia de la pandemia COVID-19 nos ha enseñado que las instrucciones de las autoridades sanitarias, desde la Organización Mundial de la Salud a las nacionales, van unas semanas por detrás de los estudios científicos que aportan las evidencias. Estas semanas suponen la diferencia entre la vida y la muerte para muchas personas. El principio de precaución debiera llevarnos a tomar medidas a tiempo, sobre todo, cuando son sencillas y no tienen grandes inconvenientes.

Ya ha sucedido con las mascarillas, que pasaron de ser innecesarias (excepto para los enfermos y sanitarios) a ser obligatorias tanto en espacios abiertos como cerrados siempre que no se pueda mantener una distancia de separación de dos metros. Sin embargo, estudios rigurosos indican que en los espacios interiores no se puede confiar en la distancia social. Por lo tanto, no te quites la mascarilla.

El coronavirus puede flotar en los espacios interiores

Ahora sabemos que el virus no solo está presente en las gotas respiratorias grandes, sino que también se encuentra con capacidad inefectiva en los aerosoles que emitimos al respirar y al hablar.

Estas gotas no se precipitan rápidamente al suelo, sino que se quedan un tiempo flotando en el aire y pueden ser arrastradas por las corrientes de aire, como la que crean los aires acondicionados.

El asesor del gobierno alemán para la pandemia COVID-19, Christian Drosten, ha señalado en una de sus últimas declaraciones que cada vez está más convencido de que los aerosoles desempeñan un papel importante en el proceso de infección. Piensa que pueden ser la causa de la mitad de los contagios. Al comienzo de la pandemia pensaba que su incidencia era minoritaria.

Por cierto, añadió que el 10% de los contagios es por contacto con superficies contaminadas con el virus, una vía que la OMS todavía no considera significativa.

Aún no está claro lo lejos que llegan los coronavirus a bordo de los pequeños aerosoles ni cuanto duran en el aire. En cualquier caso es importante evitarlos por precaución.

Casi inofensivo al aire libre, peligroso en espacios cerrados

En el parque o en la playa los aerosoles se diluyen rápidamente. Solo son peligrosos cuando se forman multitudes de personas, como un concierto al aire libre, un partido de fútbol o una manifestación. En estas situaciones en que, además, las personas suelen cantar, gritar o hablar muy alto, los aerosoles pueden saltar con facilidad de una persona a otra.

En espacios cerrados la situación es muy diferente. Si no hay buena ventilación o el aire acondicionado recircula el aire en lugar de intercambiarlo con el exterior, los coronavirus son capaces de permanecer en el aire, moviéndose de un lugar para otro a mucho más de dos metros de distancia, durante varias horas.

Aprendiendo de la unidad de cuidados intensivos

El papel de los aerosoles en la propagación de los virus Sars-CoV-2 se registra en un documento de la Sociedad Alemana de Neumología y Medicina Respiratoria (DGP).

El capítulo sobre la formación de aerosoles infecciosos confirma que los virus en las pequeñas partículas suspendidas, que tienen solo un micrón de diámetro, pueden permanecer en una habitación de hospital durante varias horas.

El autor, Jens Geiseler, afirma: “Los virus todavía están allí, aunque el paciente COVID-19 haya salido de la habitación hace mucho tiempo. Dependiendo de cuán alta sea la carga del virus y cuánto tiempo haya pasado, cualquier persona que esté expuesta en esa sala puede infectarse".

Se estima que la vida media de los virus Sars-CoV-2 en el aire en condiciones realistas puede alcanzar las tres horas. En condiciones de laboratorio, investigadores estadounidenses han determinado que los virus Sars-CoV-2 pueden permanecer suspendidos en el aire hasta 16 horas.

El aire de un restaurante promueve el contagio

Tan pronto como se reabrieron los primeros restaurantes en Corea del Sur o Alemania se han producido importantes brotes de infección. No está claro si las personas simplemente estuvieron demasiado cerca o si la falta de aire fresco favoreció los aerosoles cargados de virus.

Uno de los primeros estudios que involucraron a los aerosoles en la transmisión de coronavirus provino de China. En un restaurante en la ciudad de Guangzhou, tres familias se infectaron con Sars-CoV-2. Lo único que tenían en común era que habían respirado el mismo aire ambiental que distribuía el sistema aire acondicionado.

Debido a que el sistema de ventilación no reemplazó completamente el aire de la habitación usado con aire fresco, sino que solo permitió que circulara, los virus permanecieron en la habitación y pusieron en marcha una cadena de infección.

La personas desencadenante fue una mujer de Wuhan que no presentaba síntomas y que había viajado para ver a sus familiares en Guangzhou, a 1000 kilómetros de distancia, poco antes de que se decretara el cierre.

Otro caso que se ha hecho célebre entre los investigadores es el del contagio de los miembros de un coro en una iglesia de Mount Vernon en Washington. Espacio cerrado, personas juntas y cantando fueron los tres factores que propiciaron que de los 61 miembros del coro se contagiaran 52.

Contagio en las oficinas

En Seúl hubo un caso de COVID-19 en un rascacielos a principios de marzo. Las 1.143 personas que vivían o trabajaban allí fueron evaluadas (en Corea del Sur los tests son inmediatos y masivos, algo que todavía no se ha conseguido en España). Así se descubrió que se habían contagiado 94 personas que trabajan en un call center ubicado en una de las plantas. La conclusión fue que la proximidad de los escritorios y el aire acondicionado había promovido la transmisión del virus a través del aire.

Un caso similar también ocurrió en Berlín, donde 25 de los 30 empleados de una empresa de ingeniería se infectaron a principios de marzo.

Expertos en edificios saludables como el doctor Joseph Allen recomiendan ventilar con aire fresco exterior todo lo que sea posible. Si el aire acondicionado es necesario, debe estar preparado para intercambiar el aire exterior al cien por cien y contar con filtros capaces de retener los virus. Y se deben separar los escritorios.

Christian Drosten propone abrir las ventanas y además poner ventiladores potentes para mover el aire. Este es su consejo para el caso de que se reabran las escuelas. "En la vida cotidiana, quizás nos deberíamos concentrar más en la ventilación y menos en limpiar y desinfectar constantemente", ha dicho.

Cuando se hace difícil mantener las distancias con otras personas, es fundamental mantener la protección de la boca y la nariz con una mascarilla adecuada siempre que estemos en espacios cerrados (excepto obviamente en la propia casa). Es lo más sensato para evitar el contagio con aerosoles.

Referencias científicas: