Si el cuerpo fuera el sistema solar, el corazón sería el sol, el órgano que da la vida y alrededor del cual giran los demás. La metáfora es del médico Willian Harvey, que hacia 1625 descubrió algunos de los secretos de la circulación de la sangre. Pero el corazón es mucho más que una bomba mecánica, como se suele decir.

Es más bien el director que marca el ritmo de la orquesta. Por eso, si nos propusiéramos como meta mantener el corazón sano, seguramente lograríamos vivir con salud muchos años. Sin embargo, las enfermedades del corazón, aunque son la primera causa de muerte, no preocupan tanto como el cáncer y algunas otras enfermedades. Quizá es así porque la asociación entre el corazón y la vida es muy fuerte.

El cuidado del corazón debe tener en cuenta tanto los aspectos físicos como los emocionales. Además requiere atenciones especiales en función de la edad y el género. Muchas personas, incluso médicos, aún creen que los trastornos del corazón son más cosa de hombres que de mujeres. Los números indican que es más bien lo contrario. En cualquier caso, tomando las medidas adecuadas, hombres y mujeres pueden reducir hasta un 90% el riesgo de patología cardiaca.

Cuídate el corazón en la treintena

En la tercera década de la vida, las mujeres y especialmente los hombres necesitan un ejercicio físico intenso y regular para mantener en forma el corazón y el metabolismo de las grasas. Si durante la juventud se ha practicado algún deporte con regularidad es fácil continuar con el hábito, pero si no es el caso, esta es una edad adecuada para empezar. La energía, la coordinación y la movilidad articular se encuentran en un buen momento, y aún es posible aprender y practicar con agrado cualquier disciplina física.

El ejercicio aporta beneficios a corto, medio y largo plazo. El corazón es un músculo más que sale fortalecido, por lo que necesita hacer menos esfuerzo para realizar su función. Mejoran el pulso en reposo, la tensión arterial, los valores de colesterol y el metabolismo del azúcar.

Además, en caso de sobrepeso, el ejercicio asociado a una dieta hipocalórica permite perder el exceso de kilos, que representa una carga para el corazón. En general, hacer ejercicio durante al menos media hora, cinco veces a la semana, reduce el riesgo de infarto en un 40%.

¿Qué ejercicio es recomendable?

La elección de la actividad y la intensidad dependen de los gustos y condiciones físicas de cada uno, pero son recomendables todas las prácticas en las que participen los grandes grupos musculares y se exija esfuerzo al sistema respiratorio, con intensidad media, por un mínimo de media hora. Los expertos recomiendan invertir dos mil calorías a la semana en gasto físico, lo que equivale a 3 horas de caminata rápida, 4 de patinaje, 4 de tenis, 4 de ciclismo (a 20 km por hora) o 5 de senderismo.

A partir de los 35 años se deberían realizar controles periódicos. Bastará que el médico ausculte al paciente, tome la tensión arterial y haga una medición del colesterol y el azúcar en sangre. Controlar el azúcar es importante porque los diabéticos multiplican por siete el riesgo de sufrir enfermedades coronarias agudas.

A todas las personas les interesa conocer estos datos, pero sobre todo a aquellas cuyo padre o madre haya sufrido un infarto antes de los 60 años. Se cree que las alteraciones en el metabolismo de las grasas que explican los accidentes prematuros pueden heredarse. Esta vulnerabilidad puede descubrirse a tiempo en los análisis de triglicéridos y colesterol. Que estén altos no significa que el destino sea ineludible, pues actuando a tiempo se pueden corregir.

La treintena también es una buena edad para abandonar el hábito de fumar. Los estudios indican que quien deja de fumar a los 30 vive una media de diez años más que quienes mantienen ese hábito. El humo del tabaco ataca las paredes de los vasos sanguíneos y favorece el depósito de placas de ateroma.

Las personas que asumen un riesgo mayor al fumar son las mujeres de más de 35 años que además toman la píldora. Por otro lado, la nicotina daña tres veces más a la mujer que al hombre y favorece la reducción de estrógenos que protegen naturalmente el sistema circulatorio.

A partir de los 40 años

Desde luego, conviene alimentarse de manera saludable a todas las edades, pero a partir de los 40 es una urgencia. Cada ración de hortalizas que se añade al menú reduce un 4% el riesgo de morir por una enfermedad cardiovascular. Esta suma empieza a contar a partir de las dos raciones de verduras y frutas, gracias a su proporción de fibra –que baja el colesterol–, minerales, vitaminas y antioxidantes.

La mayoría de personas se beneficia de una reducción en la ingesta de calorías diarias, ya que a partir de esta edad el organismo quema menos calorías y además se suele hacer menos ejercicio. Lo más importante es evitar que la grasa se acumule en la zona del abdomen, en torno al corazón y los demás órganos, pues esa grasa produce sustancias inflamatorias y hormonas que estrechan los vasos sanguíneos y elevan la tensión arterial. Ambas cosas son peligrosas para el corazón.

Para conservar el peso óptimo conviene moderar el consumo de ciertos alimentos, como el queso, la mantequilla y la margarina, la bollería y los productos cárnicos ricos en grasas saturadas. Según un estudio del Instituto de Investigación Medstar, las grasas constituyen el principal factor favorecedor de la obesidad en la segunda mitad de la vida. En cambio se pueden aumentar otros alimentos, como aceite de oliva (es una grasa, pero baja el colesterol LDL o "malo" y sube el HDL o "bueno"), semillas, frutos secos, legumbres y cereales integrales.

Las mujeres en la cuarentena deben saber que hasta la menopausia disfrutan de la protección que les proporcionan los estrógenos. Mientras las hormonas femeninas están altas, el colesterol LDL está bajo control y las tasas del HDL permanecen en niveles óptimos. De esta manera se evitan las acumulaciones de grasa en las arterias. Cuando los niveles de estrógenos descienden, ese escudo protector desaparece y los problemas cardiosvasculares salen a la luz.

Esta peculiaridad femenina ha llevado a la falsa creencia de que solo los hombres acaban en el hospital por infarto de miocardio. En realidad, la incidencia de fallecimientos por infarto es mayor entre las mujeres de edad avanzada. La diferencia es que el hombre puede sufrirlo una media de diez años antes que la mujer.

Por otra parte, los síntomas de infarto femenino son diferentes a los masculinos, más espectaculares y bien conocidos, lo que puede llevar a recibir un tratamiento tardío. Las mujeres, en vez del dolor punzante en el pecho y el brazo, pueden presentar dificultades para respirar, náuseas, vómitos y cansancio extremo. Ante estos síntomas la mujer debe llamar a urgencias y no perder tiempo.

El corazón a partir de los 50 años

Si se hace suficiente ejercicio físico y se lleva una alimentación equilibrada, a partir de los 50 años se pueden cuidar aspectos más concretos y sutiles que afectan a la salud del corazón. Una medida recomendable puede realizarse cada día en casa. Consiste en extremar el cuidado de la boca porque con el paso de los años aumenta la formación de la placa dental o sarro, que puede dar lugar a una periodontitis.

Es una infección crónica de las encías que aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares por culpa de las bacterias que viajan a través del torrente sanguíneo y dañan las arterias, favoreciendo la acumulación de placas de ateroma y los trombos que causan infartos. Es un riesgo que puede evitarse gracias a la higiene dental diaria y realizándose limpiezas profesionales con regularidad que eliminen el exceso de sarro.

Otro factor cada vez más influyente es el estrés. La necesidad de tranquilidad aumenta a medida que pasan los años y descienden los niveles de hormonas sexuales que en la juventud contrarrestan los efectos negativos del cortisol. Esta hormona se dispara en las situaciones de ansiedad y favorece la formación de placas de ateroma que estrechan las arterias. Buscar cada día momentos de relajación y aprender técnicas sencillas de respiración pueden ayudar mucho a mantener los nervios apaciguados.

Un aspecto relacionado con el estrés que conviene tener en cuenta es el ruido, que altera el corazón más de lo que se puede imaginar. El ruido constante, como el que se sufre cerca de un aeropuerto o una calle de varios carriles, soportado a lo largo de los años, perjudica al corazón, como ha demostrado un análisis del Instituto de Medicina Social y Preventiva de la Universidad de Berna (Suiza). Los efectos negativos son constatables a partir de 60 decibelios. Como no siempre es posible trasladarse, puede ser buena idea mejorar el aislamiento de la casa o incluso usar tapones de oídos durante unas horas (para leer o dormir, por ejemplo).

Puesto que el propio estado de salud puede ser una causa de preocupación, sobre todo si se padece algún factor de riesgo, como hipertensión o colesterol elevado, resulta imprescindible dar con un médico en el que se confíe y que realice un seguimiento constante. A veces se puede sentir una punzada en el pecho o una taquicardia súbita que no se repiten y no significan nada, pero conviene contárselo al médico. Además un control adecuado incluye la visita al cardiólogo cada dos años para un examen más profundo.

Puede ser aconsejable acudir a un médico naturista, un acupuntor o un homeópata que pueda brindar una atención personalizada. La calidad de la atención queda patente cuando el médico va más allá de valorar la tensión arterial y los análisis de sangre y, por ejemplo, conoce con detalle la dieta del paciente y le recomienda cómo mejorarla, o se interesa por el estilo de vida y el estado emocional.

El ritmo oculto del corazón (la variabilidad cardiaca)

Es sabido que determinadas emociones pueden acelerar el corazón o incluso hacer sentir como si diera un vuelco. ¿Se queda aquí el efecto de las emociones? Un grupo de expertos de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) ha confirmado, a partir de un estudio realizado con 12.986 personas, que la tendencia a experimentar frecuentemente estados de ira y otras emociones negativas están asociadas a un riesgo mayor de padecer cardiopatías o infarto de miocardio.

A través del corazón las emociones pueden condicionar la salud del organismo entero. Las investigaciones realizadas en el Instituto HeartMath, de Boulder Creek (Estados Unidos), prueban que el ritmo cardiaco guarda relación con la vida emocional y con el estado general del organismo, y que además es posible regularlo para potenciar el bienestar.

Para los científicos del HeartMath, el corazón podría estar por encima del cerebro en la regulación de la vida emocional. Además su ritmo puede influir en el sistema inmunitario. Así, en el corazón puede encontrarse la explicación de por qué las personas enamoradas apenas caen enfermas, y por qué las defensas bajan con la depresión.

El ritmo cardiaco sigue un patrón propio y directamente condicionado por las emociones. Para estudiarlo a fondo no se cuentan los latidos en un tiempo dado –esto es, la frecuencia cardiaca– sino el tiempo que pasa entre un latido y otro. Esta medida da una "tasa de variabilidad cardiaca", que depende de una pequeña red neuronal, una especie de minicerebro, que se halla en el corazón y que fue descubierta en 1990 por Andrew Armour, de la Universidad Dalhouse (Canadá). Según Doc Childre, de HeartMath, este minicerebro permite al corazón aprender, recordar y decidir con independencia del cerebro mayor.

Las emociones positivas son buenas para el corazón

Childre ha descubierto que ciertos patrones rítmicos del corazón se corresponden con determinados estados emocionales. La compasión, el amor y el aprecio producen un ritmo coherente, mientras que el miedo, la frustración o la rabia se relacionan con ritmos incoherentes.

Las alteraciones se acompañan de otras reacciones químicas, eléctricas y neurológicas. En consecuencia, quienes experimentan con más frecuencia emociones positivas absorben mejor el colesterol, tienen la presión arterial estabilizada y su riesgo de arteriosclerosis o infarto es menor.

La visión mecánica del corazón puede ocultar funciones más complejas y sutiles. Los teóricos que defienden la importancia de los ritmos en la naturaleza y en los seres vivos señalan al corazón, con su potente latido y su campo electromagnético, como el gran armonizador o director de orquesta del organismo entero, cuyo funcionamiento está regido por multitud de ritmos. La importancia de estos, que son la consecuencia de la existencia de los ciclos astronómicos, solo se está empezando a conocer.

Alcanzar la coherencia psicofisiológica

Cuando el corazón se sincroniza con el cerebro y el resto de ritmos corporales se produce la "coherencia psicofisiológica" necesaria para mantener una salud óptima. A nivel mental, esta armonía se aprecia en una reducción del diálogo interno y del estrés, a la vez que se incrementan la intuición y el rendimiento intelectual.

La única herramienta conocida por ahora para conseguir mayor coherencia psicofisiológica es cultivar las emociones positivas. Cada vez que se dirige la atención a una emoción positiva, como el aprecio hacia alguien o un recuerdo agradable, el ritmo cardiaco cambia y el organismo entero se beneficia.