Cuando se tiene sed de verdad cualquier agua es buena; si te has perdido en el desierto no te pones exquisito porque tu cuerpo la necesita como sea. Pero si lo que te interesa es cuidar con cariño tu salud cada día, entonces vale la pena que elijas bien el agua que te llevas a la boca.

Se dice que el agua es un bien escaso, un lujo, y es cierto. En muchos lugares de África mujeres y niños recorren cada día decenas de kilómetros para llenar un cubo de agua.

Cada año mueren 5 millones de personas en el mundo por el consumo de agua contaminada. En 2010, Naciones Unidas aprobó que el acceso al agua potable y al saneamiento básico es un derecho humano esencial que no se cumple para mil millones de personas.

La calidad del agua es clave para la salud

El agua potable que sale por los grifos europeos es un privilegio, pero está muy lejos de ser la mejor para la salud a medio y largo plazo. No contiene bacterias mortales, pero es una "sopa" con decenas de sustancias dañinas.

Su "aroma" revela la presencia de compuestos cancerígenos derivados del cloro que se acompañan de plaguicidas usados en la agricultura, nitratos o metales. Muchas personas optan por la mineral natural embotellada. Sin duda, es de mejor calidad que la del grifo, pero no está libre de los agentes perjudiciales con acción hormonal que se liberan de los envases de plástico.

Entre las personas concienciadas de estos riesgos, cada vez es más frecuente recurrir a filtros más o menos costosos e incluso a máquinas sofisticadas para asegurarse de que el agua no solo está libre de agentes tóxicos, sino de que adquiera propiedades beneficiosas.

El agua es un agente activo de salud

Para saber cómo debe ser el agua para favorecer la salud y el bienestar, antes hay que conocer su funciones. La visión clásica considera el agua como el terreno, la pista de juego, donde se desarrollan todas las reacciones químicas necesarias para los procesos fisiológicos dentro y fuera de las células.

También lleva sustancias de un lugar a otro del cuerpo, mediante la sangre (4-5 litros) o la linfa (2 litros), y permite la digestión: si falta agua en el estómago o el intestino –se segregan 7 litros de jugos digestivos al día– las enzimas no pueden actuar sobre los nutrientes, que no son asimilados.

Si el agua es insuficiente tampoco se eliminan los residuos metabólicos que las células generan constantemente y se produce una autointoxicación. Si la "sequía" continúa, el fallecimiento es inminente. Pero una deficiencia leve de agua –del 1% del peso corporal– causa dificultades para concentrarse (el cerebro es el órgano más acuoso, con un 80% de líquido).

Nuevos descubrimientos sobre la estructura del agua

Esta es muy resumida la comprensión actual del papel del agua en la salud, pero es muy posible que el futuro nos depare grandes sorpresas.

Científicos del más alto nivel sugieren que el agua no es un agente pasivo de salud, sino que sus características pueden hacer que los genes se expresen de una manera o de otra y que las células enfermen o se regeneren.

El agua del cuerpo –el 99% de las moléculas que lo componen– puede ser el soporte de la información que mantiene la coherencia y el funcionamiento del organismo entero mediante señales eléctricas y luminosas.

"Cada fibra de la matrix viviente, tanto dentro como fuera de las células, está rodeada por una capa organizada de agua que puede servir como canal de comunicación y flujo de energía", afirma el biólogo James L. Oschman.

Por eso no sirve cualquier agua para beber. El estado del agua en el cuerpo y la que se ingiere son factores importantes para la salud. Necesitamos agua totalmente libre de agentes dañinos. Para una funciones tan delicadas necesitamos aguas que potencien el bienestar.

Agua con "buena química"

Las historias legendarias hablan de pueblos sanos y longevos como los Hunza del Pakistán, que bebían el agua pura del deshielo del Himalaya. En Europa se han levantado balnearios en torno a manantiales de aguas minerales con propiedades medicinales.

En España existen 95 aguas declaradas mineromedicinales de composición muy variada e indicadas en diferentes trastornos. Decenas de estudios señalan que las aguas minerales naturales con un contenido moderado de calcio (más de 75 mg por litro) y magnesio (más de 8 mg) se asocian con menores incidencias de enfermedades cardiovasculares, esqueléticas y neurológicas.

Médicos integrativos como Andrew Weil aconsejan para consumo diario de personas sanas el agua de mineralización muy débil por su efecto depurativo. Weil aconseja incluso el agua casi destilada que proporcionan los filtros de ósmosis. Desde su punto de vista, no hace falta que el agua aporte minerales porque se obtienen en dosis suficientes de los alimentos.

Una sustancia misteriosa y sensible

Estas recomendaciones se realizan en función de la composición química del agua, pero desde muy antiguo se intuye que hay algo más.

La fórmula H2O solo existe en los libros y el agua está lejos de ser una sustancia sencilla sobre la que sabemos todo. Como escribió el físico Philip Ball en la revista Nature, "nadie entiende el agua. Es embarazoso admitirlo, pero la sustancia que cubre dos tercios del planeta es todavía un misterio".

El agua de verdad es mucho más que un montón de moléculas con dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno. Las propiedades del agua varían en función de los materiales y las energías con los que ha entrado en contacto.

Orden en el agua

Vitalidad, orden, estructura, agua hexagonal… son conceptos que se repiten con frecuencia en la literatura sobre el agua. El naturalista e ingeniero Viktor Schauberger (1855-1958) asoció el agua saludable a su movimiento. Para él, el "agua viva" fluye y se arremolina. Posee propiedades que se han perdido en el agua quieta o manipulada.

El investigador coreano Mu Shik Jhon (1932-2004) relacionó las cualidades del agua con su capacidad para organizarse en estructuras hexagonales a nivel molecular.

Cuanto más estructurada, más saludable resulta, pues puede cumplir mejor con su papel biológico. En 1986, presentó su hipótesis: el envejecimiento y la enfermedad se relacionan con la pérdida de agua hexagonal en órganos, tejidos y células.

La cuarta fase del agua

Lo mismo cree Gerald Pollack, profesor de la Universidad de Washington, que se refiere al "agua ordenada" como la "cuarta fase". Según Pollack, además de agua en forma de líquido, hielo o vapor existe un agua cristalina, densa y con carga eléctrica negativa, que podría ser la medicina del siglo XXI.

Esta "agua diferente", compuesta por moléculas H3O2, se halla en mayor o menor proporción en cualquier volumen de agua. Abunda en los bordes de la masa líquida, en el agua fría (4°C) y en movimiento, y en la rica en calcio y magnesio (al menos 50 mg por litro entre ambos).

Las células y los tejidos necesitan y absorben ávidos esta agua, que resulta más hidratatante y favorece los procesos que sostienen la salud. Según Mu Shik Jhon, "penetra en las células rápidamente, suministrando nutrientes y oxígeno de manera más eficiente que la no estructurada".

Cómo conseguir agua estructurada

Hoy en día existen diversos sistemas y aparatos para estructurar el agua, pero también puede obtenerse por medios más sencillos:

  • Come vegetales: las frutas y hortalizas frescas, y los zumos elaborados con ellas, son muy ricos en esta agua.
  • Bebe de los manantiales: no hay que perder la oportunidad para beberla durante las excursiones por la montaña. También está ordenada la que extrae de yacimientos subterráneos, debido al efecto de la presión.
  • Estructura el agua tú mismo: una manera de hacerlo es someterla a un movimiento en espiral (vórtice), como cuando la removemos con una cuchara, o dejarla unos minutos al sol (la luz y la radiación infrarroja también la ordenan). No son consejos mágicos, sino aplicaciones sencillas de los descubrimientos realizados por Mu Shik Jhon, Pollack y otros investigadores.

Cuánta agua beber

Cualquier agua de calidad, libre de tóxicos, contiene una parte estructurada que ejercerá un efecto positivo. Es una razón para beber en abundancia, como recomendaba el doctor Fereydoon Batmanghelidj, gran promotor de las curas de agua.

Aunque las necesidades varían en cada persona, se recomiendan entre 6 y 10 vasos (1,5 a 2,5 litros) diarios, con extras si se hace ejercicio y en verano. Tomar un vaso cada dos horas facilita la hidratación constante.

Una cura depurativa consiste en tomar medio litro de agua de mineralización muy débil o débil en siete tomas repartidas a lo largo del día, hasta un total de 3,5 litros. Esta cura es conveniente si hay cansancio, entreñimiento o mal estado de la piel (pero no se indica a personas con hipertensión o insuficiencias renal o cardiaca).