Conoce y cuida tu zona lumbar
Entendemos por zona lumbar el área de la espalda situada entre la zona dorsal y la pelvis. Simbólicamente, se relaciona con la estabilidad y la seguridad: en uno mismo y en relación al entorno, así como con las circunstancias y el contexto en el que estamos viviendo, tanto en un plano físico, emocional y mental como material.
La gran mayoría de disfunciones físicas son asintomáticas durante mucho tiempo, por lo que es posible no ser consciente de ellas. Pero en un periodo determinado de la vida, una situación de mayor estrés puede desencadenar un aumento de sensibilidad en un terreno (el cuerpo) abonado para la molestia o el dolor.
¿Cómo percibimos y gestionamos emocional y mentalmente las situaciones de estabilidad y seguridad que estamos viviendo? ¿Llegamos a tomar conciencia de cómo nos afecta a nivel vital esa manifestación corporal de falta de movilidad, molestia o incluso dolor? Estas son algunas de las preguntas que cabe plantearse, para posteriormente desplegar las opciones que lleven a encontrar de nuevo un estado de equilibrio y funcionalidad.
Un proceso gradual
La pérdida de elasticidad del tejido causada por sedentarismo o posturas mantenidas durante largos periodos de tiempo, una alimentación inadecuada que afecta al sistema visceral o las compensaciones de la información podal, visual, del sistema vestibular y de la articulación temporomandibular o la oclusión dental influyen en la postura y los movimientos diarios y repercuten en la zona lumbar.
En ese sentido, la prevención es la mejor aliada. Vamos a analizar, desde un punto de vista funcional, algunas de las posibles causas del dolor lumbar.
La zona lumbar no está aislada, sino que en su conjunto se relaciona directamente con la respiración, la caja torácica, las extremidades superiores, la pelvis, las extremidades inferiores y el espacio abdominal. Un desequilibrio prolongado del tono entre estos tejidos será una causa mecánica para que la distribución de cargas sobre las vértebras, sus discos y las raíces nerviosas sea asimétrica, pueda crear restricción en los movimientos, alteraciones en la postura, compresión del sistema nervioso y al final dolor.
Es importante, por lo tanto, que el tejido desde su capa más externa, pasando por las fibras musculares y fascias, esté bien vascularizado e inervado, y que su tono sea adecuado, a fin de que su nutrición, estimulación y elasticidad resulte funcional.
La visión visceral
Orgánicamente, la zona lumbar se relaciona de manera habitual con el sistema renal. Sin embargo, es bueno recordar que forma parte de un todo en el cuerpo y que podemos contemplarla como la parte posterior del conjunto abdominal y lumbar.
Si nos lo imaginamos como una esfera dividida en espacios por una membrana serosa (el peritoneo), encontramos un área posterior donde se hallan los riñones, una superior, una inferior y una cavidad peritoneal que aloja gran parte del intestino.
Estos espacios mantienen una presión interna, que en caso de disfunción orgánica, por ejemplo debido a una inflamación del intestino, podrá influir en la movilidad y motilidad visceral, así como en la estática y dinámica del tejido que sustenta la zona lumbar.
Evitar una alimentación que facilite la producción de gases en el intestino, la hinchazón y la consiguiente inflamación de los tejidos, o las posibles intolerancias y alergias alimentarias, ayudará por tanto a mantener este equilibrio de presiones y movilidad adecuada.
La visión postural
La postura y los movimientos que realizamos son la expresión de los procesos de adaptación de nuestro cuerpo. Veamos a continuación un caso que ejemplifica algunos de los aspectos antes mencionados.
Imaginemos a alguien que pasa muchas horas sentado, fuma y no realiza actividad física, y cuando llega a casa se sienta en el sofá, toma bebidas gaseosas en abundancia y quizá es intolerante a la lactosa. Esta situación u otras parecidas, que son bastante comunes, pueden llevar a una postura con pérdida de la curvatura lumbar; a una compresión del diafragma, lo que dificultará la oxigenación y el movimiento visceral; a la compresión de las estructuras articulares y del sistema nervioso; y a una pérdida de tono abdominal que ayudaría a proteger el conjunto abdominal-lumbar.
Pero asimismo a un aumento de presión de los órganos internos, a la elevación excesiva del tono de los tejidos lumbares y a una mayor dificultad de drenaje del sistema linfático en esa zona. El ajuste de los hábitos y el tratamiento de la postura ayuda por tanto al cuidado de la zona lumbar.