En verano todo es más divertido y apetece salir a disfrutar del aire libre, por ejemplo, haciendo deporte. Cuando luce el sol muchos se calzan sus zapatillas y quedan con amigos para correr por parques y calles de las ciudades. Y los que normalmente entrenan en gimnasios también se lanza afuera.

Sin embargo, cuando las temperaturas alcanzan los máximos del años, la actividad física exterior puede llegar a ser peligrosa. El calor supone un factor de estrés añadido para el organismo, aunque te parezca que lo llevas bien. Por eso es necesario reconocer los síntomas de que hay que parar.

Los riegos del ejercicio con demasiado calor

Con el calor sudas más porque el organismo está haciendo un esfuerzo para bajar la temperatura (y con el sudor aumenta el riesgo de quemarse la piel con los rayos del sol). Además la sangre se dirige hacia la superficie para refrigerarla. Como consecuencia, hay menos sangre disponible para los músculos y para el funcionamiento de los órganos internos. La tensión arterial baja y la frecuencia cardiaca aumenta.

Esta respuesta del cuerpo al calor aumenta la probabilidad de sufrir calambres, mareos y malestar general.

No existe una temperatura límite para hacer deporte. Lo que importa es la capacidad de adaptación y el comportamiento individuales. Es muy importante la influencia de la humedad: es más cómodo y seguro correr con calor seco que con calor húmedo. En cualquier caso, por encima de los 30 ºC deben extremarse las precauciones.

El calor extremo puede provocar una deshidratación rápida y una sobrecarga del sistema cardiocirculatorio. Si entrenas a pleno sol te arriesgas a padecer una insolación, un golpe de calor o un colapso cardiocirculatorio.

Tu temperatura corporal puede subir rápidamente hasta los 40 ºC y a partir de ahí la cosa se pone muy peligrosa.

Precauciones si haces deporte con sol y calor

Lo primero es valorar si no vale la pena madrugar o esperar a la tarde para hacer ejercicio. Es lo preferible, pero a veces las competiciones o los encuentros sociales “obligan” a enfrentarse a las horas de máximo calor.

En ese caso, conviene ser consciente de los riesgos y llevar un ritmo adecuado. Podemos correr más lento o andar y aumentar la frecuencia de las pausas para el descanso.

Es imprescindible beber antes de hacer ejercicio, durante y después. Puedes prepararte tu propia bebida isotónica con un litro de agua de coco, el zumo de dos limones o dos naranjas, una cucharadita de sal marina yodada y una cucharadita de bicarbonato.

Cuándo se debe parar

Los síntomas de que debes acabar con tu sesión de ejercicio son de sentido común, pero te los recordamos:

  • Fatiga.
  • Calambres.
  • Dificultad para recobrar el aliento.
  • Mareos.
  • Somnolencia
  • Dolor de cabeza
  • Sensación de irritabilidad o aturdimiento
  • Alteraciones en la visión

Ante estos síntomas, para, ponte a la sombra y bebe. Si no te sientes mejor en unos minutos, ves al médico.