Ejercicio de reconocimiento del cuerpo y toma de conciencia
Nos tendemos boca arriba con las piernas dobladas o estiradas y los brazos a los lados del cuerpo. Sentimos las superficies de la parte posterior del cuerpo que están en contacto con el suelo. Advertimos el espacio interior de la boca. Distinguimos la bóveda del paladar y el hueco libre de la garganta. También su conexión con los orificios de la nariz.
Percibimos la entrada de aire y el camino que recorre por el cuello y la tráquea hasta los pulmones. Observamos cómo el aire mueve el espacio vacío que se encuentra entre los pulmones y las costillas. Intentamos sentir el hueco que hay en el esófago, el estómago, la vejiga, los intestinos grueso y delgado, y la vesícula biliar.
La amplitud de los brazos y los omoplatos
Después percibimos el volumen del brazo derecho, su densidad, como si pusiéramos un lazo a su alrededor. Se continúa con el volumen del codo, del antebrazo, de la mano y de los dedos de la mano derecha, comparándolos. Suavemente deslizamos el brazo derecho extendido por el suelo hasta acercarlo al máximo, pero sin esfuerzo, a la oreja.
Se notará que el espacio entre el omoplato y la nuca se comprime. Nos quedamos un momento en esta posición y, con la espiración, deslizamos el brazo para devolverlo al lado del cuerpo; sentimos cómo el espacio que se angostaba toma amplitud. Se repite el mismo movimiento con la mano en forma de puño.
Descansamos, advertimos los cambios. Rodamos la cabeza lentamente a derecha e izquierda para sentir su movimiento, y si este resuena en la espalda. Descansamos medio minuto. Seguidamente se repite el proceso con el brazo izquierdo. A continuación, llevamos el hombro derecho hacia el techo, permanecemos en esta posición, sintiendo qué partes se amplían o se estrechan.
Después dejamos que el hombro retorne a su posición y se restablezca el espacio. Imaginamos una mano sobre la clavícula y otra sobre el omoplato, percibimos el espacio entre las dos. Con la respiración intentamos llevar, en nuestra imaginación, una luz o un fluido entre el omoplato y la clavícula. Observamos si ha cambiado el ritmo o el espacio respiratorio. Se repite el proceso con el hombro izquierdo.
El volumen de las piernas
Ahora sentimos el volumen y las estructuras interiores de la pierna derecha, como si hiciéramos un viaje a través de ella. Imaginamos un fluido espeso que entra desde la cadera hasta los dedos de los pies, dándole un masaje interior. Después empujamos lentamente la cadera derecha junto con la pierna y el pie derechos hacia abajo, en dirección al talón, de manera que la pierna se alargue descomprimiendo las articulaciones.
Hay que intentar mantener las vértebras lumbares en el suelo, dejar que todo el cuerpo ayude a realizar el movimiento y concentrarse en el volumen de la pierna derecha. Aunque la izquierda se mueva, permanecemos concentrados en la derecha. Después se encoge la pierna derecha como si se quisiera llevar hacia las costillas del costado derecho, con lo que subirá la cadera derecha y bajará la izquierda.
Descansamos medio minuto y sentimos los cambios en el lado derecho del cuerpo. Se repite el proceso anterior con la pierna izquierda.
El vacío en torax y cuerpo
Visualizamos un cilindro que envuelve el tronco desde la pelvis hasta el cuello. Al inspirar sentimos que esta zona se llena de aire o luz o de un fluido denso como la miel, de manera que la columna vertebral se alarga, y se crea espacio entre las vértebras. Desde ahí, deslizamos lentamente los brazos por el suelo, hacia arriba, acercándolos a la cabeza, sin esfuerzo; el tronco, la cabeza y los brazos se alinean en la misma dirección.
Las piernas quedarán ligeramente abiertas, como si hubiera una línea recta desde el pie derecho hasta la mano izquierda y otra desde el pie izquierdo a la mano derecha. Y volvemos al movimiento descrito anteriormente en el que se alarga una pierna desde la cadera, la otra se acorta, y al revés. Se realiza siete u ocho veces.
Podemos observar que cuando alargamos la cadera y la pierna derechas, entonces el hombro y el brazo izquierdos se acercan hacia la columna, y al revés. Alargamos y contraemos las piernas varias veces alternativamente sintiendo cómo se alargan y acortan los tejidos de la pierna y cómo el movimiento viaja a través de la columna, elongando y contrayendo el hombro y el brazo contrarios y, a la vez, cómo el cuerpo se expande.
Descansamos medio minuto y respiramos. Alargamos y contraemos un brazo y otro alternativamente para percibir cómo el movimiento viaja por el tronco y tira la pierna contraria hacia el brazo estirado. Es muy importante no estirar los brazos vigorosamente, sino darles espacio. Descansamos medio minuto, sentimos el contacto del cuerpo con el suelo.
La visualización
Para terminar visualizamos que al espirar, cuando nos vaciamos de aire, entra claridad desde el cielo por la parte anterior del cuerpo, que ilumina las células; y al inspirar, imaginamos que la luz se desliza hacia la tierra. Después percibimos las dimensiones totales de nuestro ser tal como aparecen en la mente y abrimos tres espacios: uno en la fontanela, el punto más alto de la cabeza, otro en las plantas de los pies y el tercero en las palmas de las manos, que comunican con el espacio exterior y sus vibraciones.
Nos abrimos así a lo que nos rodea y resulta invisible a los ojos. Se practica durante medio minuto. Finalmente se realizan las dos visualizaciones anteriores boca abajo.
Nos levantamos del suelo y sentimos los nuevos espacios que se han abierto. Algo en nuestro interior ha cambiado y tenemos otro punto de vista sobre el entorno. Dejamos que ese espacio recobrado gracias a la atención e imaginación nos acompañe durante la vida cotidiana.
Acordarnos es el principio para que la amplitud se instale en nosotros habitualmente y llegar a sentirla sin tener que tenderse en el suelo, sino simplemente estando sentados, de pie, andando o haciendo cualquier otra cosa.