En la práctica del yoga, el suelo no solo nos sostiene, también es fuente de impulso. Aprovechar el suelo para construir las asanas es clave para evitar la sobrecarga de zonas tensionadas.

Mantener el foco de atención durante la práctica del yoga te puede llevar a cambiar de manera espontánea algunos hábitos de movimiento. Por un lado, te permite recuperar o mantener la integridad corporal. Por otro lado, te ayuda comprender alguna cosa más sobre el cuerpo, el movimiento y sus efectos sobre nuestra manera de estar en el mundo.

Uno de los cambios a los que me ha llevado la actitud atenta y de investigación está relacionado con las posturas que se construyen habitualmente de arriba hacia abajo. Por ejemplo, uttanasana (la pinza) o trikonasana (el triángulo). Hace un tiempo empecé a construirlas de abajo a arriba y voy a contarte por qué.

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Si te cuesta flexionar completamente el tronco al hacer la pinza...

Para realizar normalmente uttanasana simplemente se levantan los brazos y se flexiona el tronco hacia adelante desde la posición de pie con la intención de acercar las manos al suelo.

Siempre que tengas una buena capacidad de adherencia al suelo y una distribución uniforme de la tensión en tu tejido conectivo, la realización del gesto de bajada es un auténtico placer.

Irás soltando progresivamente el tejido, en un continuo juego y ajuste con la fuerza de la gravedad y el suelo. Hacerlo de este modo, cuando las condiciones son las adecuadas, mantendrá el equilibrio de tono en todo el cuerpo.

Pero, si en la construcción de uttanasana tienes la sensación de que el descenso del tronco queda frenado significa que una zona del tejido no puede continuar con el gesto propuesto. Ya ha dado todo lo que podía dar. Y en lucha contra la gravedad, que la haría seguir extendiéndose, queda hipercontraída para protegerse.

Esto nos ocurre cuando el estado de nuestro tejido conectivo o nuestra capacidad de arraigo no están al cien por cien.

En este caso, sentirás que estás en una posición que en lugar de una sensación de equilibrio, te da sensación de esfuerzo. Entrenarse en detectar esta sensación es una excelente manera de mantener la seguridad en la práctica.

Ya he llegado a este punto, estoy descendiendo y el cuerpo ha detenido el movimiento ¿qué hago?

  • Aceptar la detención del movimiento y sostenerla con el apoyo de las manos en alguna zona del cuerpo.
  • Detectar qué zona del tejido está frenando el movimiento. ¿Dónde hay exceso de tensión?
  • Detectar qué zona del tejido está inactiva. ¿Dónde hay tejido hiperrelajado?
  • Ensayar, a través de la respiración y el micro movimiento, una redistribución de la tensión: activa las zonas inactivas y a continuación observa si ese gesto libera las zonas hipercontraídas.

Incorpórate con ayuda de los brazos

Y muy importante: si la redistribución de la tensión no se logra, es esencial deshacer la postura usando la fuerza de brazos y manos, no solo la de la espalda. Apoyados sobre muslos o rodillas, asumirán la fuerza que el tejido que frena el movimiento no puede realizar. No dejes el trabajo de hacerlo a la zona que se ha hipercontraído.

Si no nos hemos parado y dado tiempo para aflojar el tejido hipercontraído, solo tenemos una solución para seguir avanzando: hiperextender otro tejido. Si lo hemos hecho, ya tendremos dos zonas de tejido que no podrán participar en el movimiento para recuperar la verticalidad.

En esta situación se hace indispensable lo que te comento arriba: el uso de brazos y manos que se apoyan en otras zonas del cuerpo para deshacer uttanasana. En caso de no utilizarlas, las lesiones durante el proceso de recuperar la verticalidad son frecuentes.

Habremos salido de la postura con una zona de tejido hipercontraída y otra hiperextendida. La distribución de la tensión y de la relajación en el cuerpo no será uniforme y limitaremos la capacidad de cambio de estado en el tejido.

La recomendación es clara: restablecer esa distribución de la tensión. Y una manera de conseguirlo es realizar uttanasana desde el suelo.

Cómo hacer uttanasana (la pinza) desde el suelo

Construir esta postura desde el suelo es la vía para recuperar las condiciones adecuadas de adherencia al suelo y uniformidad en la distribución de la tensión. Además nos da conciencia de nuestras partes sólidas, los huesos, y esto elimina la tensión extra en la musculatura.

Al partir desde el suelo se imprime una fuerza al movimiento que nos asegura unas condiciones de seguridad en que el tejido conectivo puede desplegarse con naturalidad.

Para realizar uttanasana desde el suelo, lo primero que hacemos es apoyar las manos en el suelo, aunque para ello tengamos que flexionar las rodillas. Y mantenido las manos apoyadas, iremos extendiendo las piernas hasta que sintamos que el movimiento se detiene.

  • Esto facilita el equilibrio, eliminando las fuerzas de compensación para mantenerlo.
  • Ejerce la función de frenado contra el efecto de la gravedad, que, sin los apoyos, debería realizar el tejido de la espalda.
  • Facilita el micromovimiento de las zonas dorsales y lumbares, permitiendo el despliegue gradual del tejido conectivo.
  • Permite graduar con precisión la velocidad y las pausas en la construcción de la postura, invitando a la observación profunda del funcionamiento y estado del propio cuerpo.

Y recuerda… Estás restableciendo tu capacidad de adherencia al suelo y la distribución uniforme de tensión en el tejido. Uttanasana es la vía para ello, no tu finalidad.

Cuándo es más recomendable empezar desde el suelo

Siempre que estemos en un momento de cambio físico y anímico es muy recomendable pasar a un tipo de práctica que nos permita verificar los cambios que estamos viviendo y encontrar la manera adecuada de movernos en ese estado.

  • En los periodos de recuperación de una lesión o enfermedad.
  • Durante la gestación.
  • Durante la recuperación del parto.
  • Mientras estemos inmersos en periodos de fuertes cambios hormonales, por los ciclos naturales o por cualquier otra causa.

En todo esto, hay algo que para mi es especialmente valioso: aprender a apoyarse, a empujar, a expandir, a dar espacio, a parar, a observar, a reemprender, a tener en cuenta las partes y el todo, a cuidar.

Mantener todo esto solo en el ámbito corporal es demasiado esfuerzo, el contagio al resto de nuestras vías de expresión es lo natural.

Contemplar cómo esta experiencia física se traslada al ámbito emocional, mental, de relaciones y de estrategias de vida, tiene un valor incalculable.