La postura es la estrategia que emplea nuestro sistema neuromuscular y esquelético para estar en equilibrio, reaccionando contra la fuerza de la gravedad. Pero se ha descubierto que la postura que adoptamos tiene influencia sobre nuestras emociones.

George Lakoff, de la Universidad de Berkeley (EE. UU.), es uno de los principales impulsores de la teoría de la interconexión entre mente y cuerpo. En posteriores estudios los neurocientíficos confirmaron dicha teoría, que explica la influencia del cuerpo sobre la racionalidad.

Posturas de poder que te cargan las pilas

Estudios como los del profesor Erik Peper, de la Universidad de San Francisco (EE. UU.) demuestran que, en una posición erguida, nos resulta más sencillo elegir nuestros rasgos personales más positivos. En cambio, si estamos encorvados nos vienen a la mente ideas negativas.

Una mala postura contribuye a estar bajos de energía e, incluso, tristes y deprimidos.

1. Hacia el autoconocimiento

Adopta los gestos asociados a un estado de confianza, poder y logro: cuerpo erguido, cabeza al frente, los brazos hacia delante o apoyados en las caderas… Tras dos minutos, vuelve a la postura que tenías. ¿Te ha resultado difícil mantenerte en esa pose?

Ahora derrúmbate, déjate caer, cabeza, brazos colgando durante dos minutos. ¿Te ha resultado difícil mantenerte en esa pose?

Cuando te sientes triste, ¿tienes los hombros redondeados hacia delante y el cuello y la cabeza inclinados? Es la postura de cuando estamos tristes. Y esta postura llama también a la depresión.

Da pequeñas sacudidas, con los brazos, piernas, cabeza y todo el cuerpo. Hazlo después de una situación tensa, cuando sientas que te estás encorvando.

2. Postura para estar bien aquí y ahora

  • Ponte de pie y siente tu respiración un par de ciclos; lleva la atención a la parte baja de tu abdomen, no la fuerces, observa lo que está ocurriendo.
  • Siente distintas partes del cuerpo y suéltalas.
  • Abre las manos y ciérralas un par de veces.
  • Desbloquea las rodillas.
  • Suelta tu mandíbula.
  • No te enfoques en ningún objeto.
  • Respira de nuevo, ahora con mayor profundidad.
  • Siente el apoyo de los pies y cómo su huella es cada vez mayor.
  • Concéntrate en tu pecho: visualiza cómo expandirte en todas las direcciones como una estrella, sin empujar tu pecho hacia arriba, abajo, hacia los lados…
  • Alarga tu cuello e imagina que alguien estira ligeramente tu pelo hacia arriba.
  • Siente tu sacro, tus pies, tus manos, tu mandíbula. Disfrútalo.
  • Regresa a tu respiración.

3. La mejor forma de sentarse

Una postura de poder sin un buen sostén puede hacer creer a nuestro interlocutor que estamos tensos o incluso que mostramos agresividad.

Comienza por corregir tu postura al sentarte.

  • Apoya bien los pies en el suelo con una cierta activación de las piernas.
  • Siéntate ligeramente por delante de los huesos isquiones (los que entran en contacto con la silla), no sobre ellos. Los isquiones te sostienen.
  • Siente que tu respiración se expande y se abre tu pecho.
  • Puedes ponerte ante un espejo para comprobar cómo te sientes y si te ves mejor.

Son detalles simples, pero muchas mujeres adoptan una postura encorvada y esconden el pecho, lo que genera inseguridad y puede llevarles, por ejemplo, a ponerse tacones para compensar y ser más visibles, con lo que merman aún más su poder.