El estado de la espalda, el número de puntos o zonas dolorosas, proporciona información sobre el estado general de salud. El dolor lumbar no es una enfermedad, sino una señal de alarma de los desequilibrios del cuerpo.
La espalda da la voz de alarma cuando algo no va bien. Primero lo hace de manera suave, con sensaciones desagradables que desaparecen simplemente descansando. Conviene observar qué ocurre exactamente si no lo hacemos, si dormir ya no basta y el dolor persiste al levantarse. ¿Qué puede originarlo?
Los motivos más corrientes son la falta de actividad física, la vida sedentaria, pasar muchas horas sentados, de la silla del trabajo al sofá de casa...
No podemos decir que todo nazca en la postura, pero el estilo de vida occidental, excesivamente sedentario, en el que las personas se pasan muchas horas sentadas en el trabajo o en el sofá de casa, ofrece una pista de hacia dónde enfocar el cambio de hábitos.
Incluir más movimiento en la vida cotidiana es una sabia medida. No solo está la piscina: caminar, bailar, el taichí o el yoga son opciones muy válidas. Es importante disfrutar con lo que hacemos y mejor poderlo compartir con la pareja o algún amigo. La espalda lo agradecerá.
Una simple rutina matinal es, con la constancia de las semanas, el aliado perfecto para combatir el malestar que se gesta en la zona dorsal.
¿Por qué es tan frecuente el dolor de espalda?
Podemos hallar una explicación puramente mecánica a las causas de un dolor de espalda.
- Los discos intervertebrales se desgastan con el paso de los años.
- Las vértebras se desajustan, irritan las raíces nerviosas y provocan dolor.
- También influyen los músculos contracturados, por ejemplo esos nudos que podemos sentir al recorrer la base del cuello.
- Los tendones acusan el estrés de los movimientos repetitivos o de los ligamentos que sufrieron un esguince por una sobrecarga de trabajo.
Pero eso no explica por qué un día repleto de exigencias acabamos la jornada con dolor y en otro más tranquilo no aparecen molestias. ¿Qué hay detrás de estas dolencias?
El componente emocional del dolor de espalda
Cuando una persona está enfadada, ansiosa, enferma o deprimida aumenta su sensibilidad al dolor. Esto se debe a que el cuerpo no fluye como de costumbre y hacer cualquier cosa cuesta más.
Si el enfado cunde el cuerpo parece transformarse en una especie de olla a presión. Si esa presión no se disipa, genera molestias. Con el calor interior los músculos pierden humedad y ganan rigidez; los tendones no están tan elásticos: palpamos una espalda surcada por "cuerdas de violín" y con nudos bajo la piel.
Las emociones dejan así su huella en los tejidos, y viceversa: las molestias corporales generan desánimo. Para salir de ese círculo vicioso hay que buscar ayudas.
Estando afligidos lo que menos apetece es mover el cuerpo, por eso resulta útil hacerlo en compañía.
¿Qué tratamientos son los más eficaces para el dolor de espalda?
Aunque es difícil dar consejos en un terreno tan amplio y personalizado, ya que cada terapeuta es un artesano de la salud, clasificar las terapias a partir de la causa de las dolencias puede ayudar a afinar un poco más la recomendación.
- Si hay un componente mayoritariamente físico en el dolor de espalda, la osteopatía, la fisioterapia o la quiropráctica pueden ser una buena elección. A nivel postural, es aconsejable experimentar con la Reeducación Postural Global (RPG) o el método Mézières y también con el rolfing o la técnica Alexander.
- Cuando el tratamiento requerido es más global, sumando a los problemas físicos el de algún desequilibrio emocional o energético, la acupuntura suele ser muy eficaz. También es útil recurrir a los masajes holísticos propios de Oriente, como los ayurvédicos (India) o el tuina (China), del que deriva a su vez el shiatsu (Japón).
Y lo más importante: encontrar un buen terapeuta que inspire confianza y aporte resultados tangibles. Las recomendaciones de nuestros conocidos son un buen camino por donde empezar a investigar.
Aliviar la tensión muscular en casa
Mientras ponemos remedio o buscamos soluciones, los músculos se quejan, se tornan rígidos y generan dolor. Si pasamos la mano, sentiremos las contracturas musculares como nudos evidentes al tacto.
Podemos intentar disminuir el malestar presionando con el pulgar sobre el punto durante más de un minuto sintiendo que "respiramos" a través de ese punto. Llega un momento en que se siente como que el nudo se deshace. Entonces podemos parar.
Si no logramos acceder a todos los nudos de la espalda, podemos pedir ayuda a nuestra pareja o un amigo para que aplique ese tratamiento allí donde no alcanzamos. Otro recurso es descongestionar los músculos utilizando una pelota de tenis.
Las zonas más propensas a "anudarse" son los trapecios –que sostienen la cabeza– y la musculatura que envuelve la escápula. En ese caso, es como cargar una mochila invisible constantemente sobre los hombros.
Cuando las molestias se encuentran cerca de la zona lumbar, a la altura de los riñones o próximas al hueso sacro, ya no es aconsejable el automasaje al faltar la protección que brindan las costillas. Puede que el dolor provenga de una contractura muscular o se derive de algún nervio comprimido. En ambos casos es aconsejable el tratamiento por un profesional, que realizará un diagnóstico.
Las últimas recomendaciones médicas indican que si no existe un problema de pérdida de fuerza u otro signo muy claro, pruebas como la resonancia magnética no son aconsejables, pues aportan poca información y sí una radiación indeseable para el cuerpo. Además, el diagnóstico puede verse distorsionado por el descubrimiento de hernias o protusiones antiguas que nada tienen que ver con los dolores actuales.
Cómo prevenir el dolor de espalda: posturas y estiramientos
Por último, y sin ser exhaustiva esta lista, el otro gran causante de dolor acostumbran a ser las malas posturas. Muchas horas con una posición fija en el trabajo, sea sentado en una silla o de pie junto a un mostrador, acaban pasando factura. ¿Qué podemos hacer?
Primero la prevención, que pasa por mejorar la postura siendo más conscientes del cuerpo, viéndolo y sintiendo qué es lo que le daña. Algo tan sencillo como flexionar las piernas al recoger un paquete del suelo puede ayudarnos a no sufrir dolor de espalda.
La prevención en la espalda desempeña un papel esencial. Nos podemos apoyar en un terapeuta, pero la clave es implicarse personalmente. Lo más importante: sentir el cuerpo, tomar conciencia de él, algo tan sencillo como preguntarse en algún momento del día qué nos duele.
Segundo, dedicar unos escasos minutos cada par de horas a estirar la musculatura. El consejo que más proponemos en consulta cuando alguien acude con molestias es trabajar la flexibilidad, mucho más que tonificar la musculatura.
Los estiramientos, algo tan sencillo de hacer, tan agradable, puede ser el mejor remedio para los dolores de espalda.
Se trata de un trabajo personalizado, pues por ejemplo a un peluquero le interesa más estirar los músculos de la parte alta del tronco mientras que alguien que trabaja sentado encontrará mayor alivio alargando la columna vertebral. Aquí también la clave es escuchar el cuerpo y sentir qué estiramiento resulta más beneficioso.
Cerrar los ojos, respirar calmadamente y hacer un rápido recorrido anatómico, escuchando las señales que nos envía el cuerpo: qué nos molesta, qué parte está tensa o rígida... Posteriormente experimentamos con estiramientos y observamos qué posturas no nos favorecen.
A partir de ahí se van incorporando cambios. Será más fácil modificar hábitos con la ayuda de un profesional. La espalda responderá pronto con agradecimiento y menos dolor.
Estas son algunos de los estiramientos que puedes probar para detectar los cambios que necesitas: