Todas las antiguas tradiciones –que derivan de una tradición primordial común– hablan del orden cósmico, de una organización superior que asigna a cada ser un lugar preciso en la compleja arquitectura del universo.

De este modo, cuanto hay en él está hecho de la concreción o reunión armónica de cinco elementos que, combinados entre sí en distintas proporciones, forman la estructura de todos los seres e, incluso, la del mismo universo.

En la eterna sucesión de los ciclos, los elementos se agrupan en un equilibrio dinámico, el kosmos, hasta que, acabado su periodo de existencia, el equilibrio se rompe, los elementos se disuelven en el kaos... y todo empieza de nuevo. A

Así, para la cosmología y la medicina tradicionales, tanto en Oriente como en Occidente, todos los seres están conectados por flujos de energía que los generan, les confieren características propias y los relacionan entre sí.

Cronobiología: la terapia del orden

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La terapia del orden

Los componentes del orden cósmico

Con el paso del tiempo, y con el nacimiento de nuevas civilizaciones, esas fuerzas han recibido distintas denominaciones que responden en esencia a los mismos fundamentos. Todos ellos son al mismo tiempo manifestaciones del macrocosmos –el cielo, la tierra, las aguas subterráneas y el fuego en el interior de la tierra– y del microcosmos –el cuerpo físico, mental, astral o etérico.

  • Bon, la antigua filosofía tibetana, menciona cinco materiales esenciales de todos los fenómenos: agua, aire, fuego, tierra y espacio, que constituyen la relación con el mundo superior.
  • El budismo habla de cuatro “cualidades sensibles” que se corresponden con los cuatro primeros: la fluidez con el agua, el movimiento con el aire, la temperatura con el fuego y la solidez con la tierra.
  • Los Vedas, antiguos libros sagrados del hinduismo, describen cinco grandes elementos: jala (agua), pávana (aire), agní (fuego) y bhumi (tierra), creados a partir del akashá (éter).
  • En China, los cinco elementos se denominan wu xing –palabra que alude al movimiento o transformación– y son el agua, la madera, el fuego, la tierra y el metal.
  • Por su parte, la tradición japonesa –con influencias de las tres últimas– los denomina godai, que significa literalmente “cinco grandes”, y son: el agua –que representa la fluidez–, el aire –la expansión y la libertad de movimientos–, el fuego –la pasión, el crecimiento–, la tierra –la solidez– y el vacío o el cielo –que simboliza la energía pura, las cosas que no son de este mundo.

Los elementos originarios en las culturas occidentales

Las enseñanzas de Oriente llegaron a Occidente por diversos caminos, a los druidas, a los misterios órficos, a los pitagóricos, a filósofos, físicos y médicos.

  • El Kore Kosmou, un libro atribuido al mítico Hermes Trismegisto, expone por boca de la diosa egipcia Isis la doctrina de los elementos: “De los seres vivos, hijo mío, algunos se hacen amigos con fuego, y algunos con agua, algunos con aire y algunos con tierra, y algunos con dos o tres de estos y algunos con todos ellos”.
  • Empédocles los llamó rizomata (raíces), reuniendo las teorías de antecesores suyos –como Heráclito y Tales de Mileto–, y postuló que todas las cosas eran mezcla de agua, tierra, fuego y aire, que se relacionaban entre sí según dos principios, philia (unión) y neikos (discordia), en un ciclo continuo de cambios en el que no hay nacimiento ni muerte, sino transformación.
  • Posteriormente, Aristóteles añadió el quinto elemento de la tradición oriental, el éter, y relacionó los otros cuatro con cualidades: el agua es fría y húmeda, la tierra es seca y fría, el fuego es caliente y seco, y el aire es húmedo y caliente.
  • Tanto la astrología como la alquimia, ensu tránsito desde la Antigüedad hasta la Edad Media, integraron en mayor o menor medida la doctrina de los elementos.
    • Así, Cáncer, Escorpio y Piscis son signos de agua; Virgo, Tauro y Capricornio, de tierra; Aries, Leo y Sagitario, de fuego; y Géminis, Libra y Acuario, de aire.
    • Por su parte, la alquimia consideraba que los cuatro elementos terrestres se manifiestan a través de tres principios: el principio de combustión, representado por el azufre; el principio de volatilidad, representado por el mercurio, y el de solidez, por la sal.

Con el nacimiento de la ciencia moderna, a partir del siglo XVI, tuvo lugar una reducción de la visión de la naturaleza a sus aspectos puramente materiales; los elementos pasaron a identificarse con estados de la materia: sólido (tierra), líquido (agua), gaseoso (aire) y plasma (fuego).

El impacto de los elementos en la salud

Basándose en esta visión del universo como una máquina que puede ser dominada y manipulada por el ser humano, el Occidente moderno ha creado una medicina alejada de la naturaleza.

Pero todas estas interrelaciones entre elementos o materiales, cualidades, energías, actitudes, emociones... no se establecieron por azar ni por cuestiones puramente estéticas, sino que tenían una razón de ser en el marco de una concepción del mundo y de la vida en la que todas las cosas están conectadas por profundos lazos significativos.

Esa visión, que hoy llamamos holística, permitió a las ciencias de la salud tradicionales –tibetana, ayurvédica o china– desarrollar una comprensión profunda del ser humano y aplicarla al mantenimiento de la salud y a la curación de enfermedades.

Más tarde, esos conocimientos influyeron en las concepciones médicas de la Antigüedad, que, hasta los comienzos de la modernidad, conservaron una visión global del ser humano y de la salud y la enfermedad, contemplando a la vez los aspectos fisicoquímicos y los factores emocionales, mentales o espirituales.

Frente a la visión limitada de la medicina moderna, la medicina tradicional china, por ejemplo, hace miles de años que tiene en cuenta las causas psicoemocionales de las enfermedades. Así, basa los diagnósticos y las técnicas curativas en signos que van más allá de los elementos ponderables o medibles en los que se basan la moderna farmacología y las nuevas tecnologías sanitarias.

No ha sido hasta hace unos años cuando la medicina actual ha empezado a considerar el papel de los factores psíquicos y emocionales en la salud.

La concepción tradicional china se basa en el fluir de la energía vital, chi, y en relacionar sus manifestaciones con procesos biológicos, actitudes, emociones, etapas evolutivas, sentidos, estaciones, órganos y vísceras.

Cada uno de los cinco principales órganos humanos posee la energía vibratoria de un elemento: los riñones, la del agua; el hígado, la de la madera; el corazón, la del fuego; la tierra, la del páncreas, y los pulmones, la del metal. La energía vital circula recorriendo estos órganos en ciclos que marcan biorritmos diarios y estacionales; los desequilibrios o las enfermedades aparecen cuando se estanca o se altera su flujo.

 

¿Cómo recuperar el flujo natural de los elementos en tu vida diaria?

Algunas prácticas cotidianas pueden dirigir nuestra atención hacia los cuatro elementos terrestres para integrarlos como fuente de salud.

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1. Toca la tierra

Busca cada día momentos para entrar en contacto con la tierra: camina descalza por el césped, la arena, sobre guijarros o, incluso, la escarcha. Así descargas la electricidad estática acumulada en tu cuerpo y tomas contacto con las energías de la Tierra.

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2. Tonifícate con agua

Añade a tu ducha diaria un toque de naturaleza: coloca pequeñas piedras pulidas en el suelo de la bañera y acaba las duchas con unos instantes de agua fría en la medida en que puedas aguantarla. De este modo tonificas el sistema termorregulador y haces que la piel y los músculos reaccionen.

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3. Date baños de sol... y de luna

Se pueden tomar baños de sol en cualquier estación del año, procurando que en verano sea por la mañana y al caer la tarde; y en invierno, a mediodía.

Al anochecer, podemos igualmente exponernos a la luz de la luna.

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4. Respira conscientemente

Dedica unos minutos a tomar consciencia de tu respiración: toma el aire lenta y profundamente, retenlo unos instantes y deja que salga despacio.

Ralentizando la respiración también provocarás una disminución en la frecuencia cerebral, lo que te ayudará a relajarte.