Cualquier mujer embarazada ha podido constatar cómo su hijo reaccionaba en su vientre cuando ella ponía la mano o cuando estaba muy inquieta. Sin embargo, hasta hace apenas un par de décadas, se solía pensar que el feto se desarrollaba en el útero sin sentir ni padecer durante nueve meses, como si fuera solo un puñado de células que se multiplicaban y crecían a un ritmo vertiginoso.

"Se consideraba al niño, por desgracia incluso a nivel médico, como una especie de tumor benigno que la mujer expulsaba al acabar la gestación", afirma Enrique Blay, diplomado en psicología del desarrollo y autor de El bebé emocional (Ed. Círculo Rojo, 2006).

Afortunadamente, esta concepción ha cambiado. Y hoy sabemos, añade Blay, que "la vida no comienza en el parto, sino mucho antes, y que el bebé intrauterino es capaz de sentir, de experimentar y de tener emociones".

Qué percibe y siente el feto durante el embarazo

El bebé goza de una intensa vida emocional durante toda la gestación, y en especial a partir del sexto mes, tal como revelan los avances realizados en biología y neurología, y la aparición de las ecografías 3D.

El oído es el órgano de los sentidos que primero empieza a funcionar; de hecho, a partir de los cuatro meses y medio está completamente formado y al bebé le llega información del mundo que lo rodea, sobre todo a través de las vibraciones de la voz de su madre, que, además, le transmite emociones y estados de ánimo.

Sobre todo a partir del sexto mes, el bebé no solo percibe lo que pasa en su mundo acuático, sino que es capaz de recordar, de oír, de ver, de degustar y oler, e incluso de aprender antes de nacer.

Todos esos conocimientos dejan una huella profunda en el bebé. Que más tarde sea un niño triste o feliz, seguro de sí mismo o ansioso, dependerá en cierta medida de los mensajes que reciba y aprenda en el útero.

Las emociones de la madre influyen en las del futuro bebé

El vientre materno es nuestro primer hogar, es donde comienzan nuestro desarrollo psicológico y educación emocional. De ahí que, de un tiempo a esta parte, se empiece a hacer hincapié en la necesidad de que la madre, además de llevar un estilo de vida saludable, también cuide su salud emocional.

A través de numerosos estudios, se ha comprobado que, por ejemplo, una madre depresiva, sumamente estresada o angustiada puede llegar a repercutir negativamente sobre el equilibrio emocional de su hijo y a predisponerlo para que presente una vulnerabilidad mayor a la hiperactividad o al síndrome de déficit de atención, así como a otros problemas cognitivos.

En cambio, una madre alegre y tranquila le transmite serenidad y bienestar, amor, ternura, los ingredientes esenciales para que aprenda a amar y a saber ser amado, a establecer relaciones sanas y a construir vínculos con su madre. Pero, ¿cómo es todo eso posible?

El estado de ánimo se transmite a través de la placenta

Para empezar, por una razón puramente física. Durante la gestación, madre e hijo están en un estado de simbiosis y de comunicación continua. El pequeño crece y se desarrolla en las entrañas de la mujer y está unido a ella por el cordón umbilical, a través del cual recibe la sangre con los nutrientes que necesita para desarrollarse. Además, la sangre de la madre contiene mensajes acerca de su estado anímico.

El niño percibe si está contenta, alegre, triste, enfadada, puesto que todas las emociones que ella experimenta se traducen en sustancias bioquímicas: hormonas y neurotransmisores, como la oxitocina o el cortisol.

Estas sustancias inundan el organismo de la madre y pasan al feto a través de la sangre. De ahí que él comparta esas emociones con su madre.

"Sentimiento y sensación no deben confundirse", aclara Anna Maria Morales, doula, consultora de lactancia certificada e impulsora del centro de salud familiar Marenostrum, en Barcelona. "El bebé no siente depresión ni soledad, por ejemplo, porque son construcciones mentales complejas para las que no está maduro neurológicamente. Pero sí tiene sensaciones, como placer, saciedad, satisfacción, alarma, sobresalto", añade. Todas esas sensaciones comienzan a modular el cerebro emocional del bebé.

Para el profesor de psicología de la emoción y la motivación en la UNED, e impulsor de Instituto del bebé NUK, Enrique Fernández, "todas esas sustancias químicas que atraviesan la placenta y le llegan al bebé no nacido le enseñan a vivir con estrés y también con felicidad. Le dan un amplio abanico de registros con los que enfrentarse a las situaciones de la vida. Y todos ellos son muy necesarios".

Estrés y ansiedad durante el embarazo: cómo afectan al feto

Ahora bien, alerta Morales, que lleva toda una vida consagrada a ayudar a otras mujeres en la gestación, el parto y primeros meses con sus hijos, si hay una emoción que puede resultar perjudicial es el estrés y la ansiedad cuando se dan de manera prolongada, pues el bebé recibe un baño continuo de hormonas neurotóxicas, como el cortisol, que pueden acabar afectando a su desarrollo.

En numerosos estudios, muchos de ellos liderados por la psicobióloga del Imperial College de Londres Vivette Glover, se ha comprobado que los niños expuestos a dosis elevadas y continuadas de cortisol son más propensos a padecer trastornos cognitivos –como el déficit de atención e hiperactividad–, problemas de conducta y ansiedad.

Pero que una madre esté estresada un día o una temporada no quiere decir que su hijo vaya a tener sí o sí problemas cognitivos, tranquiliza Roser Nadal, investigadora del Instituto de Neurociencias y de la Facultad de Psicología de la UAB. El impacto depende del nivel de estrés, de lo sostenido que sea y de cómo lo viva la madre. "Que el niño desarrolle trastornos o no también dependerá del entorno y de su genética".

Además, afortunadamente, el cerebro humano tiene una propiedad única, la plasticidad cerebral, por la cual se moldea en función de las diferentes experiencias que acaecen en la vida.

Así, señala el Enrique Blay, una madre puede compensar un día estresante relajándose, realizando respiraciones, tratando de visualizar a su hijo y enviándole mensajes de ternura y amor. De esta manera, invadirá al pequeño una sensación placentera, de confort, y se sentirá amado, que es lo más importante.

Y es que se ha visto que el amor de una madre es la protección más poderosa durante el embarazo.

Comunicarse con el bebé en el vientre materno

Hay otra forma de establecer vínculos con el bebé y es a través de los sentidos, sobre todo del oído y el tacto. El feto reacciona a la música y es capaz de aprenderla; se ha observado que cuando los padres les cantan una nana a lo largo del embarazo, al nacer, son capaces de reconocerla. La voz de la madre también es clave.

"Cuando esta le habla dulcemente, le transmite que es amado y deseado. Y eso es muy importante para comenzar a construir el apego", señala la psicóloga perinatal Sara Jort. Evidentemente, el bebé no entiende las palabras, pero sí es capaz de percibir el tono emocional de la voz materna. También las caricias son fundamentales.

A partir de la séptima semana de gestación, el bebé ya puede sentir la emoción y ternura de sus padres a través del tacto. Es también a través del tacto, de los movimientos, como el pequeño habla y se comunica con sus padres. Les envía mensajes de alegría, les expresa sus necesidades, sus sentimientos e incluso sus ganas de jugar.

Existen otros canales de percepción que, si bien no están demostrados científicamente, cuentan con evidencia experimental y vivencial, insiste Enrique Blay. Para este psicoterapeuta "el bebé puede conectar con lo que piensa su madre, con aquello que siente". Y hay un último canal, tal vez el más sutil, "el de la percepción espiritual. El bebé es capaz de establecer una conexión con el ser de su madre", asegura el experto.

La influencia del parto

El nacimiento es también una profunda e intensa experiencia emocional para la madre y el niño. De ahí que haya que tratar de afrontar el parto de manera que sea una vivencia gratificante para ambos.

Es lo que como reclama Michel Odent, el prestigioso ginecólogo francés pionero en la promoción del parto fisiológico y precursor hace más de tres décadas de las bañeras de dilatación. Y es que todo lo que suceda en ese proceso, señala Odent, va a resultar esencial para luego desarrollar la capacidad de amar.

Es fundamental no perturbar demasiado el momento del nacimiento y que madre e hijo puedan desarrollar ese amor. Durante el parto, explica Anna Maria Morales, cuando se produce de manera natural, comienza una especie de ritual biológico.

La madre segrega oxitocina que, a su vez, genera una descarga de noradrenalina en el pequeño que hace que, tras nacer, se mantenga alerta, tranquilo para empezar a reconocer el entorno en el que acaba de nacer. Es entonces cuando mira a su madre y se conecta con ella. Realiza la primera toma de leche, entra en una especie de periodo letárgico y empieza a establecer el apego, ese vínculo tan necesario.

3 formas de dar amor a tu bebé en el embarazo

El bebé se siente acogido en el cálido vientre de su madre. Se puede potenciar esa sensación comunicándole afecto.

1. Tocar y jugar

Un gesto tan habitual en las mujeres embarazadas como es acariciarse la barriga y buscar tocar al bebé es una de las mejores maneras de empezar a establecer lazos de afecto y de comunicarse con él. Poner las manos sobre el vientre hace que reciba una experiencia sensorial positiva, de tranquilidad y confianza, que también lo conecta a su madre.

Eso influye en su desarrollo emocional y empieza a forjar las bases del apego, esencial para poder establecer relaciones sanas. El tacto es también una buena forma de que el padre establezca vínculos tempranos con el bebé. Además, durante el último trimestre del embarazo el bebé responde a esos toques y juega.

2. Acariciar con la voz

Hablar al bebé es otra forma de comunicarse con él. El bebé oye dentro de la barriga de su madre. Y se sabe que las primeras experiencias sonoras en el útero materno pueden tener un efecto estimulante. Podemos hablar con el bebé, cantarle, ponerle música tranquila.

Los bebés a quienes sus padres les hablan cuando están en el útero materno son capaces de reconocer sus voces al nacery tienden a ser niños más calmados y a tener una mayor conexión emocional con sus padres.

Cuando el padre habla al bebé en tono cariñoso, hace que sienta seguridad y calma. Una hora después del parto, los niños a quienes su padre les ha hablado con asiduidad durante la gestación son capaces de reconocer su voz. Y responden a ella emocionalmente, pues ese sonido conocido les dice que están protegidos.

El papel del padre es también el de proteger, ayudar, estar y crear un entorno seguro para su pareja a fin de que pueda conectarse con el bebé y que este se desarrolle lo mejor posible.

3. Abrazar con la mente

Los pensamientos también permiten conectar con el niño y expresarle amor. La madre puede sentarse plácidamente, realizar varias respiraciones profundas e intentar visualizar al bebé, y entonces mimarlo, mostrarle el amor y la dulzura que siente hacia él. Esa especie de abrazo virtual maternal va a hacer que el bebé se sienta seguro, tranquilo, protegido y amado.