Ha llegado la primavera. En estos días el sol y yo nos despertamos cada mañana un poco antes y el día se alarga y ofrece más tiempo para realizar actividades.

A mí me encanta dormir, pero también reconozco que estar despierto en el campo, al amanecer, conforme se van apagando los cantos de los grillos y la luz de las estrellas, y aparece el canto de los pájaros y la luz del alba, hace que todos mis sentidos se vuelquen y me envuelvan en ese maravilloso espectáculo.

La luz del sol no solo mejora la visibilidad para realizar actividades sino que aporta energía; de hecho, no parece casual que justo en el momento de despertar, con la luz del día, las plantas dejen de proporcionarnos dióxido de carbono, que favorece el sueño, para darnos oxígeno a raudales, que favorece y aumenta la energía.

Todo ello con un cambio de olores que, por la razón que sea, en ese momento percibimos de una forma especial, como un obsequio que las plantas nos brindan al amanecer.

Thoreau decía que ningún perfumero ha sido capaz de encerrar el aroma del amanecer en un frasco y que el que quiera aspirarlo tiene que estar ahí en el momento oportuno para apreciar la luz y la fragancia.

Hay que aprovechar el plus de luz de la primavera para ganar salud y expandir el espíritu.

15 minutos al día: las claves de un baño de sol curativo

En nuestras latitudes ha llegado la hora de hacer más vida en el exterior que en el interior de las casas.

Ahora que aumentan las horas de luz se puede aprovechar para pasar más tiempo al aire libre, sabiendo que la luz del sol sobre la piel y los ojos favorece el equilibro y la mejora de las funciones del organismo.

Después de pasar el invierno más bien encerrados y con luz artificial, conviene adaptarse a la luz solar progresivamente, tomando el sol al amanecer, sobre los párpados cerrados unos minutos, y también sobre el resto de la piel.

Si hace frío se puede realizar el ejercicio yóguico de "salutación al sol" o Surya Namaskar. Ayuda a preparar y calentar el cuerpo y aumenta los beneficios terapéuticos del amanecer.

Es bueno tomar el sol todos los días del año unos 15 minutos, o exponerse a la luz cuando no haya sol directo. Por supuesto, evitando excesos en verano y siguiendo algunas pautas, como no exponerse en las horas centrales del día.

  • El lugar destinado a la cura debe estar al abrigo de vientos que puedan desplazar los fotones de los rayos rojos e infrarrojos y reducir el efecto solar.
  • Los rayos solares se han de recibir directamenteen la piel, sin que atraviesen vidrios ni otros medios que puedan absorber parte de su espectro.
  • Será pues mejor que sea sobre el cuerpo desnudo, aunque tapando la cabeza con sombrero. Conviene comenzar a tomar el sol cubierto con ropa ligera, para seguir haciéndolo más adelante sobre la piel desnuda.
  • La aplicación se ha de hacer de forma progresiva, en sesiones cada día más largas para dar tiempo a que el organismo se adapte, atendiendo siempre a la respuesta individual.
  • La determinación de la sensibilidad a la luz solar puede lograrse por distintos fototests. Resultan imprescindibles cuando se sospecha que la persona es sensible a la radiación ultravioleta, bien sea espontáneamente o por sensibilizadores de cualquier tipo (sustancias tomadas o por contacto).

El sol estimula las defensas, mejora el ánimo y alivia el dolor, pero hay que saber cómo tomarlo para beneficiarse de todas sus propiedades y evitar los riesgos. El aumento progresivo de la exposición es el gran secreto.

El programa de Rollier detalla claramente cómo ir aumentando esta exposición a lo largo de 8 días. Partiendo de los pies se va ampliando el área expuesta hasta alcanzar la totalidad del cuerpo.

Comienza por los pies y tobillos (5 minutos el primer día), continúa por las rodillas, las piernas y el abdomen, y solo el quinto día alcanza el tórax.

Desde el octavo día se toman en total 40 minutos de sol, de los cuales solo 20 en el tórax. La cabeza se protege siempre del sol con un sombrero o gorro.

Minutos de solDía 1Día 2Día 3Día 4Día 5Día 6Día 7Día 8
Pies y tobillos510152025303540
Rodillas-5101520253035
Piernas--51015202530
Abdomen---510152025
Tórax----5101520

¿Es bueno el sol en los ojos? Sobre los párpados cerrados, sí

En las mañanas, al amanecer o en algún momento del día –incluso cuando el sol deslumbra–, apetece cerrar los ojos y dejar que el sol dé sobre los párpados. Además de resultar agradable, es una terapia conocida como "helioterapia visual directa".

Se trata de una técnica eficaz, económica, natural y al alcance de todo el mundo. Es capaz de regular rítmicamente el organismo y potenciar la salud.

Ha sido una técnica tradicionalmente muy valiosa, sobre todo en el ámbito del desarrollo de la espiritualidad. Se practicaba antiguamente en diferentes tradiciones (védica, egipcia, persa, maya…) y más tarde fue recuperada con el nombre de Surya yoga (el yoga del sol) por el médico y filósofo búlgaro Peter Deunov.

En todas las tradiciones espirituales se considera que la luz del sol nos abre los ojos para tener más conciencia del medio que nos rodea, para respetarlo.

A nivel fisiológico hoy se sabe que un pigmento de la retina llamado criptocromo actúa como regulador del ritmo circadiano y de la temperatura corporal, la presión arterial, la potencia intelectual y el sistema inmunitario.

  • La acción de la luz tiene relación directa con la regulación de varios neurotransmisores y hormonas, como son la melatonina, las hormonas tiroideas, el cortisol y las endorfinas.
  • Sus efectos se sienten en un mayor entusiasmo, dinamismo, capacidad de trabajo y de concentración, así como tranquilidad y vitalidad.
  • La luz regula y modula las secreciones de la glándula pineal y controla los ritmos hormonales con variaciones diarias y a lo largo del año.
  • Ayuda a la relajación y modifica el sistema endocrino. Esto hace posible, pues, actuar directamente sobre enfermedades hormonales de la tiroides y alteraciones del ciclo menstrual, así como estados depresivos como el trastorno afectivo estacional.
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LECTURA RECOMENDADA

La luz del sol como terapia

A nivel médico: la luz solar, precursora de la vitamina D

Esta técnica, así como la helioterapia y adaptarse a tomar el sol de forma progresiva, favorecen la síntesis de la vitamina D.

Esta vitamina ejerce múltiples funciones:

  • Fija el calcio en los huesos.
  • Previene los resfriados, las enfermedades autoinmunes y el asma.
  • Protege el corazón.
  • Regula el buen funcionamiento del hígado y los intestinos, así como los impulsos del hambre, la sed y el sueño.
  • Refuerza el sistema nervioso, el inmunitario, la resistencia física y la capacidad de atención y aprendizaje.
  • Mejora la circulación epidérmica (acción reafirmante).
  • Tiene efectos terapéuticos en artritis, reumatismos y artrosis.

La vida moderna –que a menudo implica muchas horas delante de un ordenador o del televisor– hace que un gran número de personas muestre una grave carencia de vitamina D.

El exceso de luz artificial ejerce en el organismo el mismo efecto que una mala alimentación: palidez, apatía, tendencia a la depresión y reducción de la energía vital y de la eficacia del sistema inmunitario, además de una tendencia a engordar.

Hay un idioma contenido en la luz capaz de influenciar el metabolismo celular, nuestras ideas, nuestras emociones y los acontecimientos que nos ocurren.

Nuestras células se comunican entre sí y con los otros organismos mediante impulsos de luz. No son solo puntos de reflexión óptica, sino también centros de emisión de luz.

El efecto de la luz solar sobre nuestro cuerpo es múltiple:

  • Tiene eficacia en tratamientos del acné, el eccema y la psoriasis.
  • Nos ayuda a broncearnos, y la melanina protege la piel.
  • Nos ayuda en la cicatrización de heridas y en la ictericia neonatal.
  • Mejora el humor y el sueño, los trastornos del ritmo circadiano, la adaptación en el trabajo por turnos y el jet lag.
  • La terapia con luz brillante puede aliviar la enfermedad de Parkinson al reducir los temblores de los pacientes.
  • También puede activar la producción de hormonas reproductivas, como la testosterona o la hormona luteinizante.

Descalzarse para contactar con la tierra

Con el buen tiempo, apetece empezar a exponer la piel al aire y, en algunas ocasiones, de andar descalzo. Sentir el contacto de los pies con la tierra, la hierba o el agua constituye una excelente forma de fortalecer el organismo y conectar con la energía de la naturaleza.

Tocar la tierra implica volver a recuperar la energía, la fuerza, la estabilidad, la coherencia, la solidez, el equilibrio.

Favorece la circulación sanguínea, fortalece la musculatura de los pies, flexibiliza las venas y previene infecciones. Hacerlo proporciona entusiasmo y fuerza.

  • Si al andar descalzo en la hierba se siente muy fría, hay que quedarse quieto un momento en el suelo sin avanzar, pisando en el mismo sitio. Al momento se sentirá cómo los pies se van calentando.
  • Si se aguanta bien andando por la hierba, se hace entre 5 y 10 minutos, y después se secan bien los pies con una toalla y se abrigan con calcetines.
  • Si está realmente muy fría, se permanece solamente unos segundos y a continuación se secan y abrigan. Se puede practicar a diario.
  • Si al comienzo la sensación no es agradable, durante una semana se puede practicar en casa un baño de pies alterno antes de empezar a andar sobre la hierba. Consiste en sumergirlos unos tres minutos en agua caliente y otros tres en agua fría. A continuación se secan y se abrigan.

Caminar sobre cantos rodados de río o hierba con rocío, y disfrutar de ese contacto como algo terapéutico es una de las propuestas más eficaces del sistema naturista de Kneipp, cuya finalidad principal es fortalecer el organismo y estimular su capacidad curativa.

Al caminar sobre las piedras de un arroyo se masajea las plantas de los pies de modo parecido a como lo haría un masaje de reflejoterapia, con la ventaja de que el agua fresca en los tobillos y las pantorrillas estimula el retorno venoso.

Conectar con lo natural

Con el aumento de la luz nos despertamos nosotros y toda la naturaleza. Se trata de una invitación poderosa a darnos cuenta de que formamos parte del maravilloso mundo natural.

Estos amaneceres, que cada día se producen un poco antes, van alargando las horas de luz, y el plus de energía que produce esta luz favorece la floración y el estímulo sexual, la fertilidad de plantas y animales, ofreciendo una nueva oportunidad de belleza y vida.

Todo en el medio ambiente se mueve en armonía, desde la pequeña partícula vírica hasta el planeta que habitamos y con el que interactuamos a todas horas, de una forma u otra, unas veces entendiéndolo y respetándolo, otras veces siendo agresivos con él y con nosotros mismos.

Comprender que somos parte de ese medio natural y cíclico nos debería ayudar a respetarlo. Nuestra salud y armonía dependen de ello: el equilibrio y el respeto por ese medio supone el equilibrio y el respeto por nosotros mismos y la base de la salud personal y comunitaria.

El retorno de la primavera nos recuerda el aspecto cíclico y temporal de la naturaleza y cómo nos podemos adaptar a ella para mejorar nuestra supervivencia.

En la mayor parte de tradiciones populares, en estos días de primavera y de aumento de luz solar se celebran fiestas con la intención de bendecir los territorios y encomendar las cosechas; eso implica de alguna manera el compromiso de aprender cada día mas a vivir en armonía con la naturaleza, de comprender mejor sus ciclos y saber aprovecharlos para señalar el tiempo de sembrar y cosechar.

En estas fiestas se realizan paseos largos a los límites del territorio, a veces jalonados por una ermita. Con estas marchas se contemplan de nuevo los campos y se recuerda cómo están los sembrados y las cosechas.

Poner verde en nuestra vida

La primavera también es la época ideal para conectar con las plantas: las que se observan en el medio natural y las que crecen en nuestro jardín, huerto o balcón.

Es la época ideal para recorrer nuestros paisajes y reconocer la flora y la fauna local, descubrir las huellas de los animales salvajes y contemplar cómo desarrollan su capacidad para sobrevivir en el medio: cómo construyen sus nidos, cómo recogen su comida a diario, cómo se mueven, pastan y recogen las flores y plantas con las que se alimentan.

Se recogen las primeras flores medicinales. Recoger algunas plantas o flores del campo, hacer un ramo, cultivar alguna hortaliza… permite conocerlas mejor, apreciar su sensibilidad, entender cómo sobreviven en la naturaleza, cómo se agrupan y se ayudan en familias, cómo nos ayudan sirviéndonos de alimento y cómo nosotros al elegirlas o alimentarnos con ellas esparcimos sus semillas.

Al preparar la tierra, regarlas, tocarlas, palparlas, olerlas o saborear sus frutos, intercambiamos saber y conocimiento sobre sus propiedades nutritivas y medicinales.

La luz es capaz de dar vida y transmitir información: las planta la precisan para crecer, las células para comunicarse entre sí y la mente para comprender.

Aprender de los animales

Bacterias, virus, ácaros, pulgones, larvas, gusanos, hormigas, moscas, abejas, pájaros… un sinfín de seres se despliega alrededor de las plantas, un mundo que invita al conocimiento y a la convivencia o, en el caso contrario, a intentar intervenir destruyendo a unos para favorecer a otros.

En las ciudades cuesta más conectar con los animales; lo hacemos fácilmente con los domésticos pero nos resulta más difícil con los salvajes.

Sabemos más de ellos –de su inteligencia, de su sensibilidad y de su capacidad de sobrevivir y convivir– a través de lecturas, fotos o películas que por contacto directo.

Este planteamiento filosófico o espiritual está llevando a un gran movimiento, sobre todo de jóvenes, a respetar la vida de los animales e intentar comprender lo mucho que nos pueden enseñar. Son vegetarianos simplemente por respeto hacia la vida animal.

El hecho de que muchos niños de ciudad solo conozcan animales de granja –y algunos únicamente cuando ya están en el plato– cuestiona cómo nuestra especie animal trata a las demás.

Otras culturas han aprovechado el saber que les han proporcionado los animales para sobrevivir e incluso para llevar una vida feliz y saludable.

Se puede aprender de cualidades como su fortaleza, su lealtad, su rapidez, su visión global, sus sistemas de ayuda mutua, y sus relaciones jerárquicas, familiares y de grupo.

Saber de los animales, contactar con ellos, transmite una vivencia que enriquece nuestra capacidad de supervivencia y felicidad.

Abrazar un árbol

Todavía hay pueblos en los que se considera que enterrar la placenta de un recién nacido al pie de un árbol joven hará que ese árbol proteja de algún modo al niño durante toda su vida.

Nos queda mucho por aprender sobre la placenta, la tierra, las raíces, los árboles y su relación con la salud y la vida sobre la tierra.

Abrazar un árbol significa muchas cosas, entre otras que nuestra vida está ligada a la de los árboles y la de la tierra y que el medio ambiente resulta vital para nosotros y nuestra salud.

En la técnica china del chikung existe la postura del árbol. Se dice que es la postura por excelencia, que sin ella no hay chikung y que resume la perfección de esta técnica.

Morihei Ueshiba, el fundador del arte marcial del aikido, decía que cuando alguien se comporta como un árbol y siente el contacto de los pies con la tierra, no solamente le transmite su energía, sino que toda la energía de la tierra está también con él.

Los chinos creen que la postura de abrazar el árbol da dignidad, potencia y espectacularidad. Mantiene la salud, prepara para la lucha y ayuda en el camino espiritual.

Esta postura capta la energía de la tierra y del cielo y activa la circulación de la energía por todo el cuerpo, a través de todos los meridianos.

Se ha comprobado que mejora el esquema corporal, aumenta la resistencia física a la fatiga, regula el sueño, ayuda a superar los desfases horarios, mejora la inmunidad, aumenta la memoria y la atención, regula la temperatura corporal y, sobre todo, hace recuperar la confianza en la propia dignidad, en la propia fuerza curativa que se recibe de la naturaleza.

La cohesión de lo vivo

El buen tiempo invita a meditar en la naturaleza sobre la cohesión de todo lo vivo.

Como explica Josef Tappe en su artículo "Naturaleza en la naturaleza", publicado en la Revista de Medicina Naturista, "existen tantas técnicas como contempladores".

Cualquier fenómeno (tormenta, amanecer, atardecer…), elemento (animal, planta, roca, ser humano…), paisaje (desierto, montaña, mar, bosque, estepa…), actividad más o menos "activa" (natación, ciclismo, marcha…) o "pasiva " ("sentada", respiración consciente, sensación consciente…) puede servir de soporte para la contemplación.

La meditación es un acto global de percepción de la realidad, que integra y trasciende sensaciones, sentimientos y pensamientos.

"La naturaleza está ahí para que cada uno contacte desde su experiencia y sensibilidad." Todo está interrelacionado y ninguna cosa puede existir por sí sola. El hombre forma parte de la naturaleza, así como ella de él.

La naturaleza nos enseña a "saber estar", a ponernos en el "aquí y ahora", a situarnos en lo tangible.

A sentirnos, simultáneamente, tan pequeños y tan grandes. A ser más conscientes de nuestras limitaciones y nuestras capacidades. A fluir en el curso de los acontecimientos, en lugar de bloquearlos o ser bloqueado por ellos.

A encontrar en la naturaleza nuestra propia naturaleza.