Para la medicina moderna la piel es un puro reflejo de nuestro mundo interior. Si nuestro cuerpo fuera un océano, el oleaje vendría a ser nuestra piel, tersa y calmada unas veces, agitada y salpicada otras. La superficie azul que divisamos desde la altura trasluce el estado de las profundidades de ese mar, y en ocasiones incluso las agresiones externas que sufre.

Muchas emociones y conflictos internos aparecen fácil y súbitamente expresados en la piel: la cara se ruboriza cuando sentimos vergüenza o nos sudan las manos al ponernos nerviosos.

Estudios recientes han demostrado que una situación vivida con un alto grado de estrés induce la liberación de neurotransmisores que alteran la producción de hormonas y pueden provocar, por ejemplo, una alopecia areata (caída de pelo brusca y muy localizada en forma de placas) o un notable empeoramiento de un cuadro de acné juvenil.

Buscar dónde se ubica el desequilibrio entre los sueños más íntimos y la propia realidad ayuda a entender los conflictos personales. No es raro que esa ruptura se manifieste a través de nuestro manto más externo: la piel.

Escuchando nuestro interior entenderemos mejor el comportamiento de la piel.

Las terapias naturales intentan cuidar la piel protegiendo su función depurativa y sin inhibir su capacidad comunicativa, respetando la salud global del individuo y no dividiéndola en sistemas no conectados entre sí.

Si se suprime esa expresión se pierde la posibilidad de meditar acerca de su significado, y con el tiempo es más que probable que esa erupción rebrote con más virulencia o incluso se traslade a otras partes del organismo.

Funciones de la piel: nos protege y nos conecta

Cada persona tiene una expresión sintomática individual, que viene marcada por su carga genética pero también por su entorno, y existe una relación directa entre lo que vivimos y sentimos y lo que aflora a través de la piel.

La piel tiene muchas funciones, de hecho es el mayor órgano del cuerpo y ocupa extendida casi dos metros cuadrados.

  • Es nuestra primera barrera protectora frente a agresiones tanto microbianas como físicas o químicas.
  • Ejerce asimismo una acción termorreguladora y es el medidor que ayuda a mantener la temperatura adecuada para todas las estructuras alojadas en su interior.
  • Además es la sede del sentido del tacto, a través del cual podemos no solo sentir intensas emociones sino también cuidar nuestra salud. Sin tacto podríamos perder una extremidad o no percibir que se nos quema una mano.
  • Funciona como elemento depurador de toxinas a través de la sudoración.
  • Es un elemento imprescindible para la síntesis de vitamina D, esencial para la absorción ósea del calcio.

Pero sin duda la función que más puede ayudar a comprender su fisiología es la de la relación: la epidermis es el límite entre nuestro organismo y el exterior, y por tanto por donde se vehiculará toda la información que requiera de ese vínculo.

Así pues, una alteración de las relaciones sociales también podrá verse proyectada a través de la piel.

Se ha comprobado que una caricia genera la producción cerebral de sustancias que otorgan sentimientos de protección y bienestar.

Neurológicamente es bien conocida la liberación hipotalámica de oxitocina cuando recibimos una caricia, un abrazo o un apretón de manos. Altas cantidades de esta hormona en el torrente sanguíneo aportan una grata sensación de seguridad y felicidad al individuo.

Se cree que esta relación tan íntima entre el sistema nervioso y la epidermis es debida a que ambas estructuras provienen de la misma región germinal, el ectodermo, la capa celular primaria más externa del embrión.

¿Por qué somatizamos a través de la piel y cómo evitarlo?

En nuestra cultura actual la imagen ha adquirido una relevancia magna, y como consecuencia emerge la tendencia a suprimir impurezas rápidamente y a cualquier precio, sin calcular las consecuencias.

Sabiendo que la piel es un nítido espejo emocional y que suprimir las emociones habitualmente acarrea peores consecuencias a medio o largo plazo, ¿es lógico intentar borrar cada una de nuestras manifestaciones cutáneas? Si cuando aflora un eccema en el brazo se aplica una pomada que suprime esa expresión, ¿no podemos estar silenciando algo más? ¿No sería más lógico tratar de buscar su origen e intentar repararlo para que así la piel recupere su estructura habitual?

Esta precisamente es la propuesta de la homeopatía cuando se trata de curar enfermedades cutáneas. Es habitual que la lesión dérmica haya intentado ser inhibida antes de la visita al médico homeópata con todo tipo de medicamentos tópicos y orales. Gracias a ellos los síntomas habrán mejorado transitoriamente, pero a la que el paciente se descuida o deja de aplicarse la pomada reaparece la misma molesta lesión.

Para entender cómo enfocar la cura de las enfermedades cutáneas hay que plantearse el significado de una máxima sencilla pero veraz: "mejor fuera que dentro".

El picor, la descamación, el rubor o el dolor pueden convertirse en molestias desagradables, incluso insoportables, pero en ocasiones suponen un proceso depurativo que, de no localizarse en esa parte corporal más externa, podría estar dañando vísceras más nobles, incluso comprometiendo funciones vitales.

Es una ley natural y fácil de entender, siempre que estemos dispuestos a escuchar pacientemente qué nos dice nuestra piel y hasta dónde es conveniente que se siga expresando.

En homeopatía se observa con frecuencia cómo lo primero que cambia en la evolución clínica de un caso es lo primordial, lo más profundo. Luego, poco a poco van recuperando salud los órganos menos trascendentes, hasta el punto de que consideramos curado un proceso cuando cambian aspectos de la piel, al entender que la última capa ya ha alcanzado su equilibrio.

La relación entre el estrés y la psoriasis

Fue la situación que experimentó Joan, afectado de psoriasis. Con las primeras dosis de Lycopodium empezó a notar que su carácter cambiaba, volviéndose menos intransigente y rebajando su ansiedad. También mejoraron sus tics y los continuos problemas de flatulencias.

Pero su psoriasis seguía ahí, y no fue hasta pasados unos meses que Joan pudo empezar a ver la mejora, justo cuando pudo modificar las inhibiciones y los conflictos que estaban condicionando su enfermedad y su vida.

Aprender a expresar la rabia

Clara acude a visitarse por una terrible erupción en las manos, con un gran picor desde que aparece la primera ampolla y que aumenta a medida que se extiende la lesión. Siempre es la misma evolución: al principio mejoraba mucho con las cremas a base de cortisona, pero los episodios eran cada vez más duraderos y agresivos, hasta el punto de que la piel dañada empieza a presentar grietas sanguinolentas entre sus dedos, muy dolorosas y difíciles de cicatrizar.

Nunca había presentado ninguna alteración cutánea, salvo un signo de dermografismo (marca que persiste unos segundos en la piel tras un leve roce), que considera como algo propio de sí misma y con lo que ha convivido siempre. Clara recuerda que todo empezó tras una fuerte e injusta reprimenda de su suegra, a quien por educación y dignidad no contestó, pero que le genera un sentimiento de furiosa rabia interna que no expresa ni a su marido.

Dos semanas después de la administración de una sola dosis de Staphysagria sus manos son otras, mucho más suaves, sin grietas ni dolor, aunque las lesiones no desaparecerán hasta curar previamente otra herida mucho más profunda y agresiva, la que tiene clavada en el alma.

Perder el miedo a relacionarse

Francisco es un joven economista de 24 años que presenta un pronunciado acné de larga evolución, pero que ha empeorado en los últimos tres meses, desde que empezó a trabajar.

Siempre se ha considerado aplicado y meticuloso en los estudios, pero también reconoce un alto grado de temor al fracaso. Es muy inseguro y tímido, y se bloquea ante situaciones donde deba expresar públicamente su opinión, preguntándose para sus adentros qué habrán pensado de él.

Silicea es un remedio homeopático que encaja en su perfil, y permitirá a Francisco rebajar su tremenda inseguridad, le ayudará a gestionar su actual miedo a las nuevas relaciones en el mundo del trabajo, y finalmente mejorará y limpiará su cutis de ese molesto acné que él mismo ha fabricado como barrera protectora frente a la hostilidad que le supone tener que relacionarse.

timidez que no te limite

LECTURA RECOMENDADA

Timidez: que no te paralice

En otras ocasiones observamos como quien siente la dificultad de dar un paso de acercamiento hacia otro, quien se siente angustiado ante un compromiso firme, puede crear una barrera en forma de erupción en la misma piel, un pretexto que le puede ayudar a alejarse de su propio temor.

Lucía, un bebé de 5 meses, presenta un eccema muy pronunciado en brazos y piernas a pesar del tierno y tenaz cuidado de su madre, quien le aplica cremas hidratantes a diario. El cuadro ha sido etiquetado de piel atópica, y se manifestó justo cuando la niña empezó la guardería.

El tratamiento homeopático ayuda a Lucía a gestionar su primer desembarco social, y unos días después el eccema desaparece.

Dejar de sentirse culpable

Cualquier enfermedad genera de entrada un fuerte componente negativo en nuestra sociedad, no se suele entender como un tramo más en nuestro camino por la vida, sino más bien como un obstáculo desagradable contra el que luchar.

Esta concepción se agrava más si cabe ante las afecciones cutáneas, debido a que las asociamos inconscientemente a impureza y contaminación. La mayoría de patologías cutáneas, por más leves que sean, suelen propiciar rechazo social, y a veces eso dificulta la resolución del problema.

El repudio puede llevar a quien lo sufre a intentar alejarse e incluso a llegarse a sentir culpable de la situación. Eso puede traducirse en una agresividad hacia uno mismo que se expresa físicamente en un desesperante picor que obliga a rascarse y lesionarse una piel ya dañada de por sí.

Es el caso de Aroa, una joven que acude por un cuadro de tiña muy pruriginoso desde poco después de que su novio la dejara. Siempre ha pensado que el motivo de la ruptura es que ella no le dio lo suficiente, y se culpabiliza constantemente por ello. En este caso Thuya calma su culpa y su erupción.