Nuestro cuerpo está en continuo movimiento, produciendo energía para vivir y realizar todas sus complejas funciones: comer, respirar, caminar, eliminar desechos...

Para que todo funcione correctamente existen muchos mecanismos que permiten mantener un óptimo equilibrio interno.

Uno de los principales sistemas de regulación es el control ácido-básico de los fluidos corporales, especialmente la sangre.

equilirio ácido-base: ¿Cuáles son los valores de pH normales?

Para medirse se utiliza el concepto de pH, que valora la concentración de iones de hidrógeno. Químicamente se admite que 7,0 es un valor neutro, de manera que por encima sería básico o alcalino y por debajo ácido.

La franja compatible con la vida es relativamente estrecha, entre 7,8 y 6,8, por eso hay sistemas amortiguadores que evitan desviaciones peligrosas.

En medicina se considera un pH normal en la sangre el que oscila entre 7.35 y 7.45. Si este aumenta hay alcalinidad; si disminuye, acidez. También se puede conocer el equilibrio midiendo el pH de la orina.

Para mantener un adecuado pH, en medio de tantos cambios, el organismo dispone de mecanismos reguladores variados y sutiles. Éstos pueden actuar en varios niveles: extracelular, intracelular, respiratorio y renal.

¿Qué ocurre si se tiene el pH bajo o alto?

En medicina se consideran patológicas las desviaciones graves del pH.

El metabolismoes la suma de los procesos orgánicos. En el de construcción-asimilación (anabolismo) la acidez de los tejidos aumenta, mientras que en el de destrucción-eliminación (catabolismo) se produce alcalosis.

Puede haber una acidosis metabólica, que se manifiesta con náuseas, vómitos y cansancio, cuyo origen es multifactorial: insuficiencia renal o respiratoria, cetoacidosis diabética, sustancias tóxicas, problemas gastrointestinales...

Por su parte, la alcalosis metabólica se puede presentar con un cuadro de irritabilidad y contracturas musculares, siendo sus principales causas: la toma de diuréticos, vómitos, respiración demasiado rápida, glándulas suprarrenales hiperactivas (síndrome de Cushing o administración de corticoides).

La acidosis desmineraliza el organismo, favoreciendo procesos inflamatorios y alterando el sistema inmunitario.

¿Qué es y por qué se produce la acidificación del organismo?

Aparte de estos extremos patológicos, se constata un sutil predominio acidificante en la población, no siempre admitido médicamente.

El pH normal, tanto sanguíneo como celular, tiende a una ligera alcalinidad (7,35-7,45). Sin embargo, el modo de vida actual, con alimentación desequilibrada y estrés, contribuye a incrementar la acidez orgánica.

Los posibles síntomas de tal hecho son variados y a menudo difíciles de relacionar: cansancio, tendencia depresiva, sensibilidad al dolor, contracturas musculares, intolerancia al frío, caries, uñas quebradizas, cabello sin brillo, facilidad para las infecciones...

En este vídeo puedes ver por qué algunas personas tienen más sensibilidad al dolor que otras:

Un terreno orgánico con tendencia ácida se caracteriza por fenómenos de irritación, inflamación o destrucción de tejidos. El sistema inmunitario se debilita en general.

La acidez provoca la desmineralización del organismo, pues éste debe recurrir a sales alcalinas, como el calcio o el magnesio que forman los huesos, para neutralizar el exceso de ácido.

Esta desmineralización daña el sistema músculo-esquelético, favoreciendo enfermedades reumáticas, artrosis, osteoporosis...

Por su parte, la mucosa respiratoria se muestra más vulnerable frente a las infecciones (bronquitis, gripe, sinusitis... ).

También el aparato urinario con predominio ácido es más propenso a infecciones. Asimismo la hiperacidez, junto a valores elevados de ácido úrico o colesterol, favorece la formación de cálculos en los riñones y en la vesícula biliar.

La piel tiende a ser seca y el sudor ácido puede generar diversas afecciones de la dermis.

Esta tendencia a la acidosis puede ser debida a causas internas o externas.

Entre los factores endógenos destacan:

  • Trastornos intestinales crónicos.
  • Insuficiencia renal a causa de no poder eliminar la orina.
  • Infecciones por virus, hongos, parásitos...
  • Alteraciones endocrinas (diabetes, hepatopatías) debido a una combustión inadecuada de la glusosa, con la formación de productos ácidos.
  • Estrés y emociones negativas. A nivel psicológico, se ha comprobado que el estrés provoca una acidificación del organismo debido al incremento de la liberación de adrenalina, quemando glucosa para mantener la tensión.

El estrés provoca así acidificación y ésta a su vez genera más estrés, entrando en un círculo vicioso nocivo para la salud.

Se puede decir por tanto que la ansiedad, la angustia, la depresión o las neurosis son estados anímicos productores de estrés que se ven aumentados por una dieta excesivamente acidificante.

Por tanto, para romper esta espiral de acción-reacción es útil seguir una alimentación alcalinizante.

Las causas exógenas se refieren al modo de vida y, más concretamente, a la alimentación, que puede ser deficiente en alimentos alcalinizantes o en alimentos acidificantes, teniendo en cuenta que se consideran ácidos las harinas refinadas, el pescado, los huevos y los lácteos; mientras que las verduras, las ensaladas, la fruta y los frutos secos son alcalinos.

Cómo mejorar el equilibrio ácido-básico

Lo ideal para restablecer el equilibrio ácido-básico a través de la dieta, manteniendo un pH alrededor de 7,4, es llevar una alimentación sana, con cierto predominio vegetariano(no exclusivo), en la que se tomen las frutas con piel (aumentan su efecto natural alcalinizante), moderar al máximo los alimentos industriales y consumir abundantes cereales, semillas y pan integral, a poder ser biológicos.

La práctica de ejercicio y un buen descansoson prácticas que potencian la acción de la dieta, pues contribuyen de forma significativa a conseguir el equilibrio orgánico necesario para preservar la salud.

Un buen libro sobre el tema es El poder curativo de los antiácidos naturales, de Norbert Treutwein (Ed.Robinbook)

Algunas pautas pueden corregir esta tendencia.

  • Moderar los alimentos acidificantes como la carne, los cereales refinados, el azúcar y las grasas, las conservas, las legumbres, los quesos, la bollería, el chocolate, los refrescos, el alcohol y el café.
    Es posible reducir el consumo de productos lácteos a cuatro por semana como máximo; limitar la ingesta de carnes o embutidos a tres veces a la semana, y el pescado a dos o tres veces por semana. Una curiosidad: el huevo es alcalinizante por la yema y acidificante por la clara.
  • Comer más alimentos alcalinizantes como frutas maduras y vegetales en general (salvo el tomate), patatas y frutos secos sin tostar ni salar. Se aconseja tomar zumos caseros a base de cítricos, apio, manzana, pera, zanahoria, uva, cereza... ricos en potasio.
  • Detalles culinarios: alternar el uso de aceite de oliva con otros aceites vegetales de primera presión en frío; decantarse por el vinagre de sidra (rico en minerales) y el azúcar integral: y optar por cocciones que no desnaturalicen los alimentos, como la cocina al vapor.
  • Facilitar la depuración, ya que los desechos ácidos se eliminan a través de piel, pulmón e intestinos. Beber uno o dos litros de agua al día. También se indican las tisanas: té verde, cola de caballo, diente de león...
  • Hay que evitar el estreñimientoy favorecer la eliminación cutánea (baños calientes, sauna, arcilla). El tabaco acidifica y altera el funcionamiento pulmonar.
  • Ejercicio físico regular (caminar, nadar, bicicleta...). Andar por la montaña es especialmente interesante porque la altitud aumenta la frecuencia respiratoria y la alcalinidad orgánica.
  • Moderar el uso del aire acondicionado o la calefacción.
  • Controlar el estrés, pues éste produce acidosis. Conviene descansar y practicar técnicas de relajación.