Los arroyos, ríos y fuentes constituyen auténticos manantiales de salud para los animales que acuden allí a curar sus heridas y dolencias. Algo parecido sucede con los balnearios para las personas que quieren recuperar su salud. Durante un tiempo de descanso, se les abre la posibilidad de tomar conciencia de su potencial físico y psíquico, y de poner en marcha sus propios mecanismos restauradores. Pero, ¿qué tipos de balnearios existen y cuál debemos elegir?

Balneoterapia, hidroterapia y hidrología médica: ¿cuál es la diferencia?

En España se han reconocido más de 2.000 manantiales de agua mineromedicinales, aunque poco más de un centenar poseen actualmente instalaciones abiertas al público. Desde el siglo pasado las aguas de los balnearios han sido clasificadas según sus propiedades y las dolencias que curan.

Cuanto más conozcamos de un agua, más partido vamos a poder sacar de ella en su vertiente terapéutica. Existen diferentes criterios para clasificar las aguas en función de sus propiedades terapéuticas, pero siempre han de basarse en los mínimos exigidos por la legislación española desde julio de 1991.

  • La balneoterapia utiliza las aguas mineromedicinales como agentes terapéuticos por su riqueza en minerales que la piel absorbe en aplicaciones externas o al ingerirlas. Se trata de una especialidad médica (hidrología médica) reconocida en España y a la que se accede por la formación de Médico Interno Residente (MIR) .
  • La diferencia con la hidroterapia es que esta utiliza cualquier tipo de agua como agente físico para aplicar por vía tópica o externa, pero sin tener en cuenta su composición. La más frecuente en spas y centros de estética es el agua corriente.
  • La hidrología médica, en cambio, tiene en cuenta las sales que lleva cada agua o la temperatura con que mana. En el tratamiento balneoterápico se eligen aguas naturales sin tratar y recogidas a pie de manantial.

Diferentes tipos de experiencias en balnearios

  • Rituales. Los balnearios ofrecen combinaciones de varias técnicas para relajarse, como masajes, baños o fangos. También tratamientos de belleza, antioxidantes, anticelulíticos, descontracturantes, respiratorios o para mejorar el sueño.
  • Talasoterapia. Algunos balnearios disponen de piscinas o bañeras con agua de mar y tratamientos con algas y barros marinos.
  • Duchas y baños. Un clásico de los balnearios es la ducha escocesa, que alterna agua fría y caliente. La ducha Vichy se recibe en una camilla. Hay también duchas de vapor y chorros jet. En cuanto a los baños, están el turco, el de vapor o el de ozono.
  • Masajes. Además de quiromasaje o drenaje linfático, cada vez es más frecuente encontrar masajes ayurvédicos con aceites y plantas medicinales.
  • Terapias físicas. Yoga, shiatsu, taichí, chikung, Pilates… muchas terapias y disciplinas físicas refuerzan su efecto en el marco saludable del balneario y su entorno.

¿Agua fría o agua caliente?

La clasificación más frecuente de las aplicaciones hidroterapéuticas tiene en cuenta la temperatura. Así, las aguas se consideran frías (menos de 28 °C), hipotermales (entre 28 y 34°C), mesotermales (de 34 a 38°C) e hipertermales (más de 38°C).

  • Frías. El agua fría produce vasoconstricción, analgesia, disminución de los espasmos musculares y aceleración en la recuperación de las lesiones.
  • Calientes. Las aplicaciones de calor producen dilatación de arterias y capilares sanguíneos, aumento de permeabilidad de los vasos más pequeños, modificación de la permeabilidad de la membrana celular, aumento de la actividad enzimática y metabólica, efecto antiinflamatorio, analgesia, vasodilatación en piernas y brazos, relajación de la musculatura, efecto sedante, aumento de la eliminación de líquidos y sudoración.

Beneficios distintos por la acción de los minerales

Otro aspecto bajo el que se puede clasificar el agua es su mineralización, que define sus efectos terapéuticos. La clasificación se realiza teniendo en cuenta el residuo seco a 180 °C y 260 °C, siguiendo las indicaciones del Código Alimentario Español que agrupa las aguas minerales en: oligometálicas (residuo no superior a 100 mg/l), de mineralización muy débil (de 100 a 250 mg/l), débil (de 250 a 500 mg/l), media (de 500 a 1.000 mg/l) o fuerte (más de 1.500 mg/l), y de mineralización marina o hipermarina (mayor concentración de sales que en el agua de mar).

  • El efecto de los minerales. Además, se utilizan aguas con minerales que ejercen efectos específicos sobre el organismo, como ocurre con las aguas ferruginosas, sulfuradas, radioactivas, carbogaseosas, etc. También se usan aguas débilmente mineralizadas por sus propiedades diuréticas, de arrastre o lavado.
  • Probióticas. Por otra parte, las aguas también pueden usarse como probióticas, siempre de manera segura, pues los análisis microbiológicos permiten descartar las aguas infectadas con patógenos.

Distintos tipos de aguas y propiedades

El tipo de agua determina las indicaciones de los tratamientos que se realizan en los balnearios

  • Cloruradas. Estimulan las funciones orgánicas y metabólicas. En aplicación externa calman la inflamación. Las aguas del balneario de Fitero, en Navarra, son cloruradas, sulfatadas, sódicas y cálcicas, y manan a una temperatura de 52 ºC.
  • Sulfatadas. Son laxantes por su efecto colagogo (provocan la evacuación de la bilis) y colerético (activan la producción de bilis). El balneario de Cestona, en Guipúzcoa, se nutre de dos manantiales que poseen aguas sulfatadas.
  • Bicarbonatadas. Favorecen la eliminación de ácido úrico, protegen el hígado y en general ayudan al control de la respuesta anafiláctica, entre otros muchos beneficios. Lo son las aguas de los balnearios de Jaraba y Alhama, en la provincia de Zaragoza.
  • Carbogaseosas. Disminuyen el nivel de sensibilidad, con lo cual se puede aguantar mejor el agua fría. Aumentan el estímulo respiratorio y producen cierta analgesia. Se pueden encontrar en el balneario Elgorriaga de Navarra.
  • Sulfuradas. Estimulan el metabolismo, ayudan a curar heridas infectadas, estimulan las secreciones bronquiales, mejoran las mucosas y relajan la musculatura bronquial. El agua del balneario de Panticosa (Huesca) es muy rica en azufre.
  • Ferruginosas. El hierro en las aguas mineromedicinales resuelve la anemia. El agua que mana del manantial El Salado, en el balneario granadino de Lanjarón, es ferruginosa, además de clorurada, sódica, cálcica y magnésica.
  • Radiactivas. Son las que contienen en concentraciones altas radón, un gas radiactivo de origen natural. Calman, descongestionan y son antiespasmódicas y antiinflamatorias. Se encuentran en el balneario de Carballiño en Orense.

Qué hacer en el balneario para aprovechar sus bondades

Podemos visitar un balneario atraídos por sus bondades para los problemas reumáticos o respiratorios, por ejemplo, pero también en busca de paz y de conexión con la naturaleza. Esta, por sí misma, ejercerá un efecto relajante en el organismo y nos situará en un contexto propicio para regresar al equilibrio.

  • Optimismo vital. Durante la estancia es importante respetar los reposos físicos y psíquicos. Y, sobre todo, tener una actitud mental positiva hacia la vida y confiar en la fuerza curativa del propio cuerpo, así como en las propiedades de los elementos naturales.
  • Aprendizajes. El clima y el agua son especiales e importantes, pero no lo son menos la forma de aplicar esta agua y las pautas para mejorar la alimentación que se pueden adquirir en un centro balneario y luego aplicarlas en la vida diaria. Allí también podemos aprender otros hábitos de vida que mejoren nuestra salud, como ejercicios físicos, además de intercambiar información e impresiones con otras personas con los que convivamos.
  • Camino de vuelta. Desde mi punto de vista, los balnearios no están hechos únicamente para curar enfermedades, sino también para enseñar a las personas a vivir en salud: son ellas quienes pueden atravesar un periodo de enfermedad, pero tienen recursos para recuperar la salud.