Lo que comemos es lo que somos, o en todo caso lo que seremos en poco tiempo. Es un hecho evidente, porque todo aquello con lo que nos alimentamos no solo acabará formando parte de nuestro cuerpo sino que está relacionado con la salud y la enfermedad, y con las actitudes mentales, psicológicas y espirituales. La dieta resulta, pues, de vital importancia. Pero todo lo que comemos tiene que pasar por el sistema digestivo y se ha de digerir mayoritariamente en el intestino, ese gran desconocido al que prestamos tan poca atención, ese órgano tan sucio... y tan importante a la vez.

En este artículo te explicamos por qué es tan importante cuidar los intestinos y cómo de su buen cuidado depende nuestra buena salud.

Cómo es el intestino y cuáles son sus funciones

El intestino delgado mide entre cuatro y siete metros de longitud, y se puede dividir en tres partes:

  • el duodeno, de unos 25-35 cm de longitud;
  • el yeyuno, de unos 2,5 m de longitud,
  • y el íleo, de unos 3,5 m, con un diámetro aproximado de unos 3 cm.

El intestino grueso, por su parte, mide alrededor de 1,5 m de longitud, es más ancho (unos 8 cm de media) y tiene dos partes bien diferenciadas: el colon (ascendente, transverso y descendente) y el recto.

El intestino delgado se inicia después del estómago, en el duodeno, donde los alimentos reciben las secreciones del hígado y del páncreas, que inician la digestión intestinal.

Por su longitud y sus funciones, en el intestino delgado tiene lugar la parte más importante de la absorción de nutrientes. Ahí se dirigen, por ejemplo, las grasas absorbidas hacia los canales linfáticos, y el resto de los nutrientes hacia los vasos capilares.

También en el intestino delgado los nutrientes complejos (proteínas, grasas e hidratos de carbono) son desdoblados en sus unidades más simples (aminoácidos, ácidos grasos y glicerol, glucosa y sacarosa), que ya tienen un tamaño y una estructura idóneos para ser absorbidos a través de la pared intestinal.

En el trayecto del intestino delgado se produce la degradación de los alimentos y la parte principal de la absorción. Los jugos intestinales resultan de vital importancia en este proceso.

El final del intestino delgado se encuentra en la zona del apéndice, en la válvula íleocecal, y a partir de ahí, dando una vuelta completa al abdomen, da comienzo el intestino grueso, que entre otras cosas reabsorbe la gran cantidad de líquidos del contenido intestinal y empieza a dar consistencia a las heces.

La mucosa intestinal está formada por las llamadas microvellosidades, repliegues que aumentan la superficie de absorción y permiten una mayor interacción con los alimentos. Se ha dicho que, si pudiéramos extender estas microvellosidades, la mucosa intestinal ocuparía la superficie de un campo de fútbol.

El papel del intestino en el sistema inmunitario

Se piensa, en general, que los órganos inmunitarios están situados en la médula ósea, los ganglios linfáticos u órganos más o menos desconocidos.

Sin embargo, como el intestino constituye una frontera entre el medio externo (representado por los alimentos) y el medio interno, está especialmente protegido de cara a conservar la salud del organismo.

El intestino es el órgano del cuerpo con una mayor cantidad de ganglios linfáticos, elemento esencial del sistema inmunitario.

Existe una clara relación entre el buen funcionamiento intestinal y la salud del organismo.

La alteración de este sistema linfático intestinal afecta a la salud de todo el cuerpo, no solo en cuanto a la aparición de alergias, más propias del sistema inmunitario, sino a enfermedades degenerativas como el cáncer o la artrosis.

Las fermentaciones, putrefacciones, flatulencias o sensibilidades alimentarias expresan un estado de disbiosis, de alteración intestinal, que puede tener efectos sobre la salud mucho más allá de la absorción de los nutrientes.

Un intestino demasiado dilatado, como sucede en el estreñimiento, o la absorción de una excesiva cantidad de grasas, que espesa la sangre y dificulta la circulación, son algunas de las causas intestinales que favorecen la aparición de varices, edemas y retención de líquidos.

¿Qué es la disbiosis y cómo afecta a tu salud?

Las heces contienen tantos microorganismos como células tiene el cuerpo. Estos microorganismos se han considerado ajenos, ya que no son parte integrante del organismo, pero lo cierto es que son tan nuestros como las células cerebrales, genitales o musculares.

El 75% de la microflora de las heces lo comprenden veinte especies. La composición varía en función del nivel del tracto digestivo, ya que el estómago, con su gran acidez, tiene relativamente pocos microorganismos, mientras que la zona colorrectal, más próxima a la evacuación, es la que más microflora contiene.

El médico ruso Metchnikoff, el descubridor de los admirables efectos del yogur y de los lactobacilos, fue quien acuñó la palabra disbiosis para definir una afectación de la flora intestinal normal y también quien relacionó el crecimiento correcto de los microorganismos digestivos con la longevidad y la salud.

Los cambios en la flora intestinal pueden conducir a una toxemia o una alteración en la absorción de los nutrientes.

El primer problema es la putrefacción. El alimento, al digerirse, se pudre en parte, lo que suele deberse a un consumo alto de proteína y a un crecimiento consecuente de la flora asociada, como Bacteroides, Proteus y Klebsiella (los microbios que desdoblan las proteínas hasta convertirlas en urea y amoniaco), junto con una reducción de la cantidad de bifidobacterias.

La decarboxilación bacteriana de los aminoácidos produce aminas como triptamina, histamina o tiramina, que son uno de los factores implicados en las alergias alimentarias. En estos casos también se forman gases putrefactos (flatulencias) que huelen mal, o bien se produce estreñimiento.

El predominio de la putrefacción incrementa el riesgo de padecer cáncer, especialmente de colon, próstata y mama, por el aumento de subproductos como los fenoles y los ácidos biliares no conjugados, por la elevación del pH de las heces y, desde un punto de vista hormonal, por el aumento de los estrógenos.

Se puede corregir esta situación:

  • Aumentando el consumo de fruta y verdura
  • Reduciendo el de carne, proteínas y grasas.
  • La suplementación con bifidobacterias o lactobacilos ayuda.

También puede ser un problema la fermentación, que ha de estar dentro de ciertos límites. El exceso de flora fermentativa produce distensión abdominal, deficiencia en la digestión de los hidratos de carbono y los azúcares, fatiga y alteraciones de la memoria.

La deficiencia de la microflora también se da de forma bastante frecuente. El consumo de antibióticos es a menudo su principal responsable. Tras un tratamiento antibiótico existe una depleción importante de todo tipo de microorganismos, lo que provoca un nicho ecológico, un agujero, que se rellena con el primer microorganismo que coloniza el intestino.

En una primera fase la deficiencia de flora provoca digestiones alteradas, que se pueden cronificar si no se sigue una dieta adecuada, básicamente rica en fibra, que estimule el crecimiento de la flora de fermentación.

La relación cerebro-intestino y el ánimo

En muchos desórdenes gastrointestinales está implicado el llamado "cerebro intestinal", un sistema nervioso autónomo que controla los órganos digestivos, influye sobre el ánimo y a su vez es sensible a las emociones.

El segundo cerebro

Después del cerebro, el lugar del organismo en el que se acumulan más neuronas es el intestino, configurando lo que se denomina el sistema nervioso entérico o intestinal (o ENS, por las siglas en inglés). Se puede decir que en el intestino tenemos realmente un segundo "cerebro", porque los últimos hallazgos apuntan a que está literalmente forrado de células nerviosas que funcionan de forma autónoma.

El sistema digestivo tiene más neuronas que la médula espinal.

Serotonina y colon

La actividad de los neurotransmisores registrada en el intestino resulta muy elevada.

La serotonina es el neurotransmisor asociado con la felicidad: muchos antidepresivos funcionan aumentando los niveles de serotonina en el fluido cerebroespinal.

Pero el 75% de la serotonina corporal no se utiliza en el cerebro sino entre las neuronas digestivas. Se sabe, por ejemplo, que la serotonina es una de las sustancias que más relacionadas están con la motilidad del colon.

De hecho, muchas personas que toman antidepresivos inhibidores de la recaptación de la serotonina suelen experimentar alteraciones intestinales, como diarrea o estreñimiento.

Intestino y emociones

Una mala digestión conduce a un mal estado de ánimo; una digestión pesada enlentece el pensamiento y agría el humor; una alteración biliar puede producir amargura y cólera, y una acidez intestinal provoca irritabilidad. Y viceversa, porque se trata de reacciones de ida y vuelta.

Las razones por las que el sistema nervioso entérico se trastorna todavía no son bien conocidas pero las emociones podrían desempeñar un papel fundamental, al igual que influyen sobre el sistema nervioso central: una diarrea puede ser resultado del miedo; y los trastornos del apetito están íntimamente relacionados con el estado emocional.

Libros sobre salud digestiva

  • Salud para tu estómago; Kath Marsden. Ed. Robinbook
  • Homeopatía para una buena digestión; Roland Sananes. Ed. RBA-lntegral