Hasta cierto punto puede resultar paradójico o sorprendente, pero el lema de la Revolución Francesa también es en el fondo muy saludable.
En el siglo XVIII en Francia, escritores como Rousseau plasman ideales maravillosos que calan en la mente de la gente que lee: en novelas como La nueva Eloísa, "nadie manda ni obedece" y se realiza la "condición natural del hombre que es cultivar la tierra y vivir de sus frutos".
Según otra obra de Rousseau, el Contrato social, "no se debería permitir ni gentes opulentas ni mendigos"; y en el Emilio o la educación, libertad, igualdad y fraternidad forman parte de la naturaleza humana.
En los siglos siguientes se ha trabajado en todo el mundo por extender estos tres derechos, que se cumplen quizás en todo ser humano en el nacimiento y en la tumba, no tanto durante el resto de la vida.
Valores, mejor que los fármacos
Las posibilidades de libertad, igualdad y fraternidad son hoy mayores que nunca en la historia que conocemos. Esto nos puede traer mejoras culturales y sociales, pero sobre todo avances en salud, en todos los aspectos. Pero hay que entender que esos tres principios están en la base de la mejora y que no se puede prescindir de ellos.
La igualdad ante la ley es la que me permite ser diferente, y es esa diferencia la que hace, desde mi punto de vista, que el ser humano en su variedad sea maravilloso. La igualdad es lo contrario de discriminación y sinónimo de salud, forma parte de nuestra razón de ser.
Empatía y amistad
El afecto y los vínculos, con la consiguiente empatía, amistad y camaradería, son el mayor potencial de salud conocido. Ningún medicamento cura más que la amistad, que el saber que en la enfermedad alguien está ahí para cuidarte.
La libertad proporciona una visión amplia de la vida cultural y espiritual, la igualdad ayuda a establecer leyes y resolver conflictos jurídico-legales, y la fraternidad potencia la inmunidad, la tolerancia física y social, y la supervivencia.
La cultura y la educación desde la libertad potencian la singularidad y la originalidad, la igualdad hace que la moral y las leyes sean justas, y la fraternidad ayuda a que cada uno pueda desarrollar sus tareas según su capacidad, dando sentido a la vida individual y colectiva.
Son tan eficaces para recuperar la salud que los médicos deberíamos preguntar por estos tres aspectos al hablar con los pacientes.