Cuando yo era pequeña, para mí era un misterio la razón por la que se casaban los hombres. Muchos de los chistes que se contaban en mi época tenían que ver con los que se iban a por tabaco y no volvían, o con los que intentaban burlar la vigilancia de su señora para poder acostarse con otras mujeres. Muchas comedias teatrales, series de televisión o espectáculos de humor utilizaban este mismo tema para hacernos reír a todos.

La trama es siempre la misma: los hombres hacen lo imposible por escapar de las garras de sus esposas. Están obsesionados por ser infieles y ellas están obsesionadas con tratar de evitar que lo sean. El chiste es que ella siempre le pilla, le castiga y le perdona, como si el otro fuera un niño travieso. Y vuelta a empezar.

Me peguntaba mucho a mí misma: “si ellos lo que quieren es acostarse con muchas mujeres, ¿por qué se casan con una sola, prometen ser fieles, y no lo son?

Me fijaba mucho en los chicos que se casaban en mi pueblo. Veía a los amigos rodear al pobre chaval y reírse a coro de él por haber sido cazado, por tener que “asentar la cabeza”, por haber perdido su libertad y su soltería. Sin embargo, lo que yo veía es que en realidad los hombres podían disminuir sus visitas al burdel, pero no dejaban de ir. En el pueblo de al lado veías los coches de todos ellos a cualquier hora del día.

En cambio, cuando la miraba a ella, todo era diferente. Ella solía estar radiante, guapísima y muy feliz. Sus amigas la miraban con envidia, sus tías y primas la mimaban constantemente y se preocupaban por ella. Sus abuelas las miraban con orgullo y ellas se sentían plenas y realizadas en “el día más importante de sus vidas”. Y claro, chocaba con la actitud del chico, que tenía siempre cara de estreñido porque quería unirse a la juerga de los amigos, pero tenía que cumplir su papel de novio de la fiesta y hacer como que por fin era un hombre responsable, comprometido con su pareja y con la fundación de una familia feliz.

El legado de Hera y Zeus

Cuando estudié la cosmogonía griega unos años después, me di cuenta de que toda ella estaba basada en la historia de Hera y Zeus, un matrimonio obsesionado con la infidelidad. Él estaba constantemente engañándola, escapando de casa y haciendo lo que hacen los hombres: lo que les da la gana. Y ella siempre le descubría y descargaba su ira contra la muchacha en cuestión, ya fuera diosa, semi-diosa o humana.

Volví a hacerme la misma pregunta: ¿por qué si estos hombres no quieren una estructura de pareja monógama, se casan? Encontré varias respuestas. La primera de ellas es que como la mayoría de este tipo de hombre (el prototipo de hombre patriarcal) no saben cuidarse por sí mismos, buscan una sustituta de mamá. Una mujer con paciencia y entrega que les cuide, les vigile, les eduque, les regañe, les perdone, les dé de comer, les cure las enfermedades, y les limpie los calzoncillos. Y que además, les de hijos, para demostrar la fertilidad del macho a los ojos de los demás. Muchos hombres patriarcales lo que desean en el fondo es una criada-esposa que sí sea monógama, para que esté plenamente centrada en cuidarlo y amarlo a él.

Muchos hombres patriarcales también se casan porque es lo que toca, porque todo el mundo lo hace. Es un signo de ser una persona normal y de haber triunfado. También es una forma de demostrar que uno no es gay, de demostrar que por fin es adulto y que es capaz de generar ingresos para mantener su propio hogar, como cualquier “hombre de bien”.

Muchos se casan porque los amigos se casan y se quedan solos.

Las ventajas de un pacto desigual

Algunos hombres se juntan con nosotras firmando una serie de pactos que no piensan cumplir. Es un trámite que les garantiza que nosotras sí vamos a cumplir. Así, de paso, actuamos como freno de mano de los machos insaciables, otro motivo que determinados hombres encuentran para casarse. Muchos desean que les amansen, que les domestiquen, que les vigilen para que no se pierdan por el camino.

Nosotras somos las que les obligamos a salir del bar y a dejar de beber, las que nos preocupamos por su salud, las que les protegemos de otras mujeres. Les cuidamos para que nos duren, les curamos las heridas de las batallas, les perdonamos los pecados y, mientras, ellos pueden echar sus canitas al aire en pequeños actos de rebeldía para demostrarse a sí mismos, y a sus amigos, que siguen siendo seres libres.

Hay algunos hombres a los que no les gusta cuidar a sus parejas e hijos, pero a todos les gusta recibir cuidados.

El matrimonio tradicional y la familia patriarcal garantizan a todos los hombres esos cuidados y atenciones que necesitan, por eso se casan muchos de ellos. Algunos se casan también para sentirse los reyes en sus casas. No importa lo pobres que sean: se sienten poderosos si pueden tomar decisiones que afectan a varias personas. Se sienten importantes cuando pueden ejercer su poder sobre su esposa y sus criaturas. Son hombres que se sienten muy machos siendo obedecidos por su familia: se sienten los dueños de personas que dependen de ellos para sobrevivir.

En los matrimonios más tradicionales (que todavía existen), la obligación del marido se limita a llevar ingresos a casa. Aunque a veces se agobian con esta responsabilidad, cuando se lo piensan se dan cuenta de que les compensa trabajar duro y llevar dinero a casa. Sin dinero no hay servidumbre, no hay criadas, no hay hijos.

Así que la mayoría cumple, aporta su semen y parte de su salario, castigan a los chiquillos cuando desobedecen a la madre y entran y salen de la casa según sus necesidades y apetencias. Si se agobian mucho con las dinámicas familiares, se van al bar, al gimnasio, al estadio, a un concierto, o al burdel: esos hombres se casan porque tienen sus vías de escape y el matrimonio les garantiza que sus mujeres no las tendrán.

Los hombres patriarcales se casan porque en el fondo obtienen muchos privilegios: las reglas del matrimonio les favorecen todo el tiempo. Y porque gozan de mejor salud y viven más años que los que no se casan, está documentado en investigaciones que comparan a los hombres casados con los solteros y los viudos. Motivos les sobran: cuando se casan con la mujer que sustituye a su madre, todo son ventajas.