Se calcula que el gasto público de medicamentos en España fue en 2021 de más de 11.747 millones de euros distribuidos en más de 1.022,5 millones de recetas, lo cual equivale a unos 248 € anuales por habitante. Este gasto fue un 6,05% más alto que el de 2020, marcando el mayor crecimiento anual desde 2009.

Aunque estas cifras suponen que un gasto inferior a la media de los países de la Unión Europea, no significa que el español consuma menos medicamentos que el resto de los europeos, porque el sistema de precios de referencia ha hecho que el coste de los medicamentos básicos sea mucho más barato en España.

Es curioso que las personas que más abusan de los medicamentos sean las que, al menos teóricamente, confían más en ellos: precisamente el uso indiscriminado de medicamentos es el signo de que no ofrecen el alivio esperado.

Con el consumo de medicamentos pasa algo parecido a lo que ocurre en las carreteras. Hay accidentes de tráfico, pero en general son causados por los "locos del volante".

Los problemas que causan el uso y abuso de medicamentos se denominan yatrogenia, y son mucho más frecuentes de lo que puede parecer. Se calcula que son la causa, directa o indirecta, de una cuarta parte de los ingresos hospitalarios.

6 medicamentos que tomamos en exceso y las consecuencias

Algunos de los medicamentos de los que más se abusa son los siguientes:

1. Analgésicos

Son, sin duda, los medicamentos más autoprescritos en el ámbito familiar.

En nuestra sociedad existe temor, o mejor dicho, terror, al dolor. Muchas personas simplemente no pueden soportarlo. ¡Ni siquiera pensar que pueden llegar a sentirlo! Posiblemente se ha creado la idea de que los medicamentos son capaces de erradicarlo.

Incluso se crean unidades del dolor, a las que no sólo acuden personas con dolor orgánico incontestable sino también una legión de pacientes con dolor crónico de difícil diagnóstico. Se trata en general de personas con un umbral muy bajo de percepción del dolor: a la mínima sufren.

En estos casos cabe plantearse hasta qué punto una medicación puede controlar el dolor del alma.

El advenimiento de padecimientos como el de la fibromialgia crea nuevos retos a la farmacología. Se trata de problemas dolorosos que no se solucionan ni mejoran con la medicación habitual.

El consumo de analgésicos simples se considera competencia del individuo, y no del médico. Sin embargo, el abuso de analgésicos puede provocar dependencia y riesgos serios para la salud.

  • Paracetamol: La dosis habitual de paracetamol está entre medio gramo y un gramo, que se puede repetir dos o tres veces al día.
    Sin embargo, se sabe que dosis de cuatro gramos ya pueden provocar toxicidad en el hígado y que una sobredosis le puede ocasionar daños irreversibles. Esto es lo que se denomina un margen terapéutico estrecho, o sea, que las dosis efectivas están muy cerca de las potencialmente tóxicas.
    El paracetamol ofrece numerosas ventajas sobre otros analgésicos: es barato, produce escasa irritación gastrointestinal, por lo que en general es bien tolerado por la mayoría de las personas, y tiene un poder analgésico medio. Por estas razones es el medicamento de primera prescripción ante todo proceso doloroso.
    Pero si el dolor es algo intenso, se necesitan dosis medias de tres gramos al día, que no deberían sobrepasarse porque ya están en los límites de la sobrecarga hepática. Por otra parte, si la dosis que no debería superarse por sus efectos secundarios es de cuatro gramos al día, ¿qué nos hace pensar que las dosis de dos gramos diarios resultan inocuas?
    El paracetamol constituye, además, el primer producto de autoprescripción en la infancia. La mayoría de padres y madres tienen el jarabe de paracetamol a punto para dar a los niños cuando se quejan de dolor o tienen algo de fiebre, y en general ante cualquier contrariedad de tipo catarral o congestivo.
    El abuso que se hace del paracetamol parece evidente, especialmente en familias hipocondriacas. En estos casos, el problema no reside tanto en la toxicidad del fármaco como en si es realmente saludable suprimir todos los síntomas de la enfermedad a las primeras de cambio.
  • lbuprofeno: Se utiliza con una finalidad similar a la del paracetamol pero tiene una acción antiinflamatoria mucho más intensa, por lo que es preferido por las personas que se quejan de dolor crónico.
    Su uso está muy generalizado, se da tanto en los dolores reumáticos como en faringitis, gripes y procesos febriles. En estos casos, especialmente en procesos catarrales banales, se plantean serias dudas sobre su idoneidad, ya que se discute si reducir el proceso inflamatorio natural es bueno o nocivo para la salud: hay que tener en cuenta que se desencadena con algún propósito.
    Por otra parte, un estudio realizado en California con más de 10.000 mujeres observó que aquellas que habían tomado regularmente ibuprofeno durante cinco o más años de su vida tenían un riesgo de padecer cáncer de mama un 51 % superior a la media, si bien la evidencia científica al respecto es como mínimo ambigua en estos momentos.
  • Aspirina: Aún es el fármaco más conocido, aunque en los últimos años se vea sustituida por el paracetamol. Aunque es uno de los analgésicos más potentes, tiene el grave problema de su gastrotoxicidad, o sea, que produce una intensa irritación de la mucosa digestiva, irritación que es inherente a prácticamente todos los antiinflamatorios no esteroidales.

2. Antibióticos

El consumo de antibióticos en España es de los más altos de Europa, y especialmente los de amplio espectro como la amoxicilina.

Los nombres de marca son incluso populares. El consumo de amoxicilina se ha reducido algo en los últimos años, pero ha sido un remedio popular para el tratamiento de cualquier proceso febril.

Sin embargo, la mayoría de las fiebres tiene un origen vírico, por lo que los antibióticos, además de no ejercer ninguna actividad positiva, pueden incluso complicar el problema.

El uso de antibióticos (en general de cualquier antibiótico por vía oral) arrasa con la flora intestinal, y ahora que está tan de moda "regenerarla" con suplementos deberíamos pensar en conservarla evitando en lo posible los antibióticos.

En muchos casos, además, acaba cronificando una otitis, faringitis o bronquitis infantiles. Hay que ser especialmente cuidadoso con el uso de antibióticos en la infancia.

3. Antialérgicos

  • Antihistamínicos: Especialmente en primavera, su consumo se dispara. Rinitis, conjuntivitis o alergias en la piel son algunos de los síntomas que se tratan con estos fármacos.
    Existe una falsa creencia de que en el tratamiento de la alergia se ha de utilizar toda la medicación necesaria para eliminar los síntomas, pero esto crea una fuerte dependencia del medicamento y no mejora la evolución de la alergia a medio o largo plazo.
    El consumo crónico de antihistamínicos puede reducir o alterar la respuesta inmunitaria, ya que es precisamente sobre este sistema donde actúan.
    Además, el consumo excesivo de antihistamínicos suele ocasionar somnolencia y, si se mezcla con alcohol, puede producir alteraciones neurosensoriales. No resulta recomendable conducir vehículos si se han tomado dosis altas de antihistamínicos.
  • Cremas con cortisona: Se han popularizado como remedio de botiquín para casi todo tipo de problemas de piel, ya sean picaduras de mosquito, eccemas, quemaduras solares o irritaciones. En general son bastante efectivas, aunque su uso prolongado puede producir más problemas de los que soluciona, ya que tiende a debilitar los sistemas de protección de la piel y en general reduce su grosor. Por eso su uso se debe restringir a problemas puntuales.

4. Reguladores digestivos

  • Alcalinos y antiácidos: Quizás los fármacos más populares para calmar la gastritis y la acidez sean los alcalinos, generalmente compuestos de sales de aluminio. Sin embargo, los niveles altos de aluminio plasmático tienen una correlación positiva con el desarrollo del Alzheimer y otras demencias seniles.
    Medicamentos más potentes como el omeprazol y la ranitidina y sus derivados ejercen una intensa acción antisecretora. Su consumo se ve incrementado por los efectos de otros fármacos, especialmente antiinflamatorios, que producen una notable irritación gástrica e intestinal.
  • Procinéticos: Muchas familias tienen en casa algún fármaco procinético para evitar las náuseas y los vómitos. Es un grave error tratar cualquier náusea o vómito con medicamentos, ya que se pueden ocultar síntomas de vital importancia para el diagnóstico de enfermedades graves. Los procinéticos actúan sobre el sistema nervioso central y en ocasiones pueden producir efectos extrapiramidales muy escandalosos, parecidos a convulsiones y que asustan bastante. Además, el uso de procinéticos y de fármacos destinados a tratar la gastritis o la úlcera de estómago puede estar formalmente contraindicado en algunas personas.
  • Antidiarreicos: El tratamiento de la gran mayoría de diarreas ha de ser esencialmente dietético, con una dieta astringente. Decían los antiguos médicos griegos que la diarrea era como limpiar la casa desde dentro. En muchos casos es fruto de desórdenes dietéticos e infecciones víricas, y sólo en casos muy determinados de una infección por bacterias, único caso en que se ha de tratar con medicamentos.

5. Estimulantes de la erección

Viagra, Cialis y Levitra (sildenafilo, taldalafilo y vardenafilo), indicados en la insuficiencia eréctil del pene, son fármacos susceptibles de abuso por su acción específica.

De hecho, han llegado a producir muertes, como la del dictador Zaireño Mobutu Sese Seko. El fallecimiento llega casi siempre en personas con insuficiencia coronaria que están tornando medicamentos con nitratos.

Estos fármacos han de dispensarse con suma precaución en pacientes con insuficiencia coronaria y diabetes avanzada, dos grupos de enfenn.os que pueden padecer insuficiencia eréctil grave.

Por otra parte, también se utilizan por personas sin problemas de erección, simplemente para aguantar más la erección.

El consumo concomitante de alcohol u otras drogas puede provocar severas hipotensiones con resultados imprevisibles.

Hay que tener en cuenta, además, que el uso repetido de estos fármacos reduce considerablemente su efectividad.

6. Sedantes y antidepresivos

  • Sedantes: El consumo abusivo de sedantes estuvo de moda hace quince o veinte años pero hoy es tal la variedad de fármacos con acción sobre el sistema nervioso que su consumo con fines abusivos se ha ido centrando en personas con drogodependencias que buscan sedantes con acción hipnótica potente, como el alprazolam.
    Existen también sedantes con escaso poder hipnótico pero otros provocan una profunda somnolencia o inducen estados anómalos de conciencia. El abuso de sedantes con finalidad recreativa resulta tradicional, y tomar dos o tres pastillas y luego un cubata es una diversión que más de uno ha probado y repite, aunque luego se tenga que estirar unas cuantas horas hasta que se pase el efecto. Los ansiolíticos con mayor poder hipnótico se venden en la calle como una droga más. Lo cierto es que las benzodiacepinas, los ansiolíticos más conocidos y habituales, tienen una escasa toxicidad pero generan una gran dependencia.
  • Antidepresivos: Existen diversas familias de antidepresivos y los de nueva generación son sensiblemente más potentes que los anteriores. Por otra parte, los problemas de salud que pueden estar relacionados con procesos depresivos o conflictos anímicos (como fibromialgias, fatigas crónicas, etc.) han ido en aumento, con lo que el consumo de estos fármacos por prescripción ha crecido también. Se usan durante un mínimo de seis a nueve meses, pero su potencia es tal que al retirarse se sufre muy frecuentemente una recaída del proceso depresivo, de modo que muchas personas acaban tomándolos durante años o incluso décadas.

¿Soy adicto/a a los fármacos?

El consumo compulsivo de medicamentos sin prescripción médica se puede convertir en una verdadera adicción, equiparable en ocasiones a las adicciones a drogas ilegales.

Hay algunas preguntas que nos podemos hacer si creemos que es nuestro caso:

  1. ¿Tomo medicación sin prescripción médica desde hace más de un año?
  2. Si dejo de tomar la medicación uno o dos días, ¿siento intranquilidad?
  3. Si dejo la medicación, ¿regresan, igual o más intensos, los síntomas por los que empecé a tomarla?
  4. ¿La medicación me hace cada vez menos efecto y he de aumentar la dosis?
  5. ¿Mi medicación es tan efectiva que incluso me alivia síntomas para los que no está indicada?
  6. ¿Con frecuencia miento al médico sobre las pastillas que tomo?

Libros sobre uso y abuso de los medicamentos

  • Medicina enferma; Jörg Blech. Destino
  • El poder autocurativo del cuerpo; Vernon Coleman. Ed. RBA-Integral