A veces se contempla el propio cuerpo como un juez evalúa a un delincuente y condena sus delitos. O como un cliente defraudado ante un producto que no satisface sus ilusiones.

Se percibe quizá como algo ajeno que entorpece el alcance de objetivos o de un bienestar más pleno. Mirarse al espejo tal vez genera desencanto en lugar de amor, pues se querría eliminar literalmente cualquier defecto que contradiga la imagen que se desea ofrecer al mundo.

Yo también me he mirado así. En la escuela no era de las mejores en gimnasia y, desde muy joven, como tantas mujeres, me percibía con exceso de peso y anchas caderas.

Sin embargo cuando estaba embarazada e iba experimentando mi transformación, así como la del ser que estaba dentro de mí, me asaltaba esta idea: "Suerte que mi cuerpo se ocupa por sí solo de este milagroso proceso. Si dependiera de mi mente o mi esfuerzo sería imposible tenerlo todo en cuenta".

Solemos olvidar algo tan obvio como que gracias al cuerpo uno está vivo y puede generar vida. De un cuerpo salimos y en otro vivimos.

Aprender a escuchar y a amar tu cuerpo

Cada segundo el cuerpo se autorregula y lleva a cabo complejas funciones por sí solo. Agradecer esta inteligencia biológica presente en cada célula del organismo es el primer paso para reconciliarse con el cuerpo. La mente puede juzgar, etiquetar e incluso esclavizar el cuerpo, pero ella misma no existiría sin él ni su sabiduría natural.

Es cierto que son atractivas esas siluetas de curvas perfectas, delgadez impecable, musculatura tonificada y juventud poco menos que eterna. Es difícil sustraerse al deseo de parecerse a ellas, sobre todo cuando su imagen aparece constantemente en anuncios, revistas, películas…

El poder multiplicador de la sociedad de consumo logra que unos pocos cuerpos-modelo constituyan el ideal al que aspira buena parte de la humanidad.

Tanta es su influencia que las mujeres de la India ya blanquean su piel y algunas de Extremo Oriente se operan los ojos para redondearlos. En Occidente se ha vuelto habitual pasar por el quirófano para "corregir" el rostro u otras partes del cuerpo.

Del cuerpo ideal al real

¿Qué mecanismos impulsan a ver el propio cuerpo como un material para moldear o un animal que domesticar?

Desde el nacimiento la persona recibeinformación del exterior que conforma su concepto de belleza. Padres, compañeros y profesores hacen comentarios que determinan la valoración que cada uno realiza sobre su aspecto físico.

Cientos de imágenes de cuerpos considerados perfectos –no siempre fieles a la realidad– dibujan en la mente la idea de lo que nuestro cuerpo "debería ser". Y al comparar su cuerpo con ese modelo ideal las mujeres, y cada vez más hombres, se juzgan severamente.

El 80% de las españolas de 18 años han seguido en alguna ocasión una dieta para adelgazar, y el 60% de ellas lo ha hecho desde los 13 años. Augusto Cury, psiquiatra y autor de La dictadura de la belleza y la revolución de las mujeres (Ed. Zenith, 2012), afirma que solo un 3% de las mujeres occidentales se sienten a gusto con su cuerpo.

Ante ese culto a la perfección cada vez surgen más movimientos que lo cuestionan. Así, la fotógrafa Jade Beall triunfa en Instagram con sus retratos de cuerpos desnudos de mujeres en los cuales la huella del embarazo, la lactancia y la edad se enseñan sin falsos retoques. La singular belleza de todos estos cuerpos reales queda patente en cada imagen.

La autora de las fotografías, reunidas en el libro The bodies of mothers: a beautiful body project ("Los cuerpos de las madres: el proyecto de un cuerpo bonito"), cuenta que de adolescente sentía que nadie podría quererla a causa de su acné y no se asomaba al espejo más que a la luz de las velas. Ahora su objetivo busca redefinir el concepto cultural de qué es bello.

El cuadro completo

Spinoza señaló que la belleza no es tanto una cualidad del objeto admirado como un efecto que genera el observador. La belleza es relativa. Varía a lo largo de la historia, con la cultura o la educación, y depende del punto de vista. Por eso es saludable cuestionar aquellas creencias que estrechan la visión que cada uno tiene de su cuerpo.

Al igual que una persona anoréxica se tacha de gorda estando en los huesos, a veces las personas deforman la percepción de sí mismas al poner atención únicamente en una zona o zonas de su cuerpo. La etiqueta de bajo, feo o flácido puede impedir apreciar el cuadro completo y llevar a olvidar que cada persona siempre es mucho más que una parte de su cuerpo, e incluso mucho más que la suma de todas ellas.

De hecho la belleza de un ser resulta imposible de aprehender en su totalidad. ¿Quién es capaz de verse a sí mismo al completo?

La felicidad es corpórea

Esta cortedad de miras, que se deriva de una peligrosa disociación mente-cuerpo, solo puede mantenerse si se asienta exclusivamente en el pensamiento.

En cuanto se empieza a atender a la información que el cuerpo susurra a través de las sensaciones y se revalorizan sus deseos y apetencias, sin menospreciarlos en nombre de la lógica, entonces el placer natural que brota al satisfacer las necesidades corporales se impone a cualquier tribulación.

La educación ha grabado a fuego en cada uno distintos deberías que someten al cuerpo-objeto-máquina, hasta que un dolor o una enfermedad obliga a prestar atención a ese extraño que de pronto se detiene y grita a su manera.

Sin embargo, hace falta poco para iniciar un diálogo con el cuerpo. Un simple masaje poniendo conciencia en cada zona que se trabaja, tocarse delante del espejo con curiosidad y ternura, prestar atención a la respiración, moverse al son de la música…

Y sobre todo aprender a mirar el cuerpo desde dentro, porque, como dice Salvador Pániker, "la felicidad bien podría definirse como un estado corporal".

Un diálogo sin palabras

Se trata de conectar con la energía corporal, de detenerse a escuchar las sensaciones que surgen de esta fuente de vida y placer cuando se le regala una comida, una caricia o se mueve de determinada forma. Buscar acompañar al cuerpo o dejarse llevar por él, en lugar de forzar y someter.

Observarlo sin juicios para redefinir de forma individual el concepto de cuerpo desde lo sentido, desde la experiencia corporal. En este descubrimiento hay una pregunta crucial: ¿En qué parte del cuerpo noto la molestia o el placer?

El tacto en todas sus variantes constituye un sencillo y poderoso camino para reconstruir el amor perdido por el cuerpo. El gusto ante el roce de una mano o de otro cuerpo deshacen el peso de cualquier idea. Con el placer las imperfecciones se diluyen, desaparecen.

Actividades integradoras

La conciencia que generan el yoga o el taichí, a través de la respiración y de distintas posturas y movimientos, también facilita la conexión con el organismo, enseña su lenguaje y construye una sanadora unión entre cuerpo, mente y espíritu.

Tal vez por eso estas técnicas psicofísicas ganan terreno en Occidente, pues permiten rebajar la ansiedad y el estrés, vinculados a una mente dominante y desacompasada con el cuerpo.

Cualquier movimiento y actividad física llevado a cabo con conciencia favorece una relación más armónica entre mente y cuerpo. Las endorfinas que se generan permiten sentirse a gusto en la propia piel. Pero de nuevo es necesario no perder de vista el cuerpo y sus sensaciones en aras de un objetivo.

El potencial del baile

Personalmente, la vía que más me ha ayudado a adentrarme en el cuerpo y a oír su voz tridimensional es el baile. Moverse de dentro hacia fuera permite que lo interno tome forma y gesto.

Bailar sin buscar nada, sin pretender hacerlo bien o mal, sino por el placer de generar nuevas sensaciones a través del movimiento y comprobar la enorme capacidad de expresión del cuerpo.

Con ello se toma otra conciencia de las diferentes partes del cuerpo que integran el ser y que están repletas de información e historia. La unión mente-cuerpo surge de manera natural gracias a la combinación de música, emoción y movimiento que aquieta los diálogos mentales.

La danza pone en relación aspectos que la educación tradicional ha separado: la emoción y la razón, el placer y el esfuerzo, la percepción sensorial y el concepto, la palabra y la imagen. Al bailar, cuerpo y mente se funden con el presente en una experiencia de dicha y creatividad que puede ser individual o compartida.

Volver a quererse

Cuando se desarrolla una actitud en la cual la persona se responsabiliza de la información interna que proporciona el cuerpo, los hábitos perjudiciales como el sedentarismo o la alimentación desequilibrada se modifican no por "deber", sino para disfrutar de más bienestar interior.

Desarrollar una mirada de amor hacia al cuerpo no significa determinar si el cuerpo es bello o es feo, sino volver a casa para cuidar lo que es nuestro, lo que somos y nos vincula a la vida. Es aligerarse del peso de las apariencias para acompañar al cuerpo en sus impulsos.

Es crear un nuevo referente de moralidad, belleza y salud a partir de la experiencia corporal.

La forma en que se trata el cuerpo dice mucho de cómo se acepta la vida que llega a través de él. En cada gesto está contenida una forma de relacionarse con el mundo y de recibir con gratitud la herencia de los antepasados.

Amar el cuerpo significa amar la naturaleza, no como una fuente de riqueza para explotar, sino como una maravilla para preservar y respetar, una manifestación de la vida llena de misterios que nos acercan a la plenitud.

Estrategias para mimar tu cuerpo:

  • Dale el protagonismo a tu cuerpo y escribe lo que te dicte: "Soy un cuerpo que…". Recuerda de la forma más sensorial posible tus momentos de placer, comidas, primer día en bici, alegrías, enfermedades… ¿Son aún relevantes?
  • Si criticas tu cuerpo, ¿qué sensaciones se despiertan? ¿Es cierto lo que te dices? ¿Bajo qué criterios? ¿Cómo lo castigas? ¿Puedes abandonar este pensamiento? si tu cuerpo hablara, ¿qué diría?
  • Cada debería implica una especie de levantamiento de peso para el cuerpo. Sustituye el "debo" por el "quiero". ¿Sientes qué cambia algo en el cuerpo?