¡Utiliza tus emociones y crece!

Ofrecen información crucial sobre uno mismo pero no siempre son bien recibidas. Reprimirlas, negarlas o dejarse arrastrar por ellas no suele ser la mejor opción.

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La gestión emocional es un proceso posterior a la conciencia de las emociones; si esta última consiste en reconocer y observar la naturaleza de una emoción, la gestión emocional tiene que ver con asumir esa emoción y abordarla del mejor modo posible.

Cuando se habla sobre la gestión emocional no suele pensarse en emociones "positivas" como la alegría y el gozo, sino en emociones "conflictivas". ¿Por qué? Hay estudios que demuestran que el peligro de infarto entre hinchas de un equipo de fútbol es mayor cuando su equipo gana un partido importante y significativamente menor cuando lo pierde.

Este fenómeno se atribuye a que el exceso de alegría puede provocar una taquicardia en los hinchas entusiastas, mientras que la derrota genera una decepción que les aleja del peligro cardíaco. Curiosamente, no buscamos una solución a esos estados mentales llamados "positivos", pese a que también que pueden desequilibrarnos.

Una posible razón sería que existen reflejos psicocorporales que nos hacen huir del dolor y buscar el placer. Nadie introduce su mano en el fuego sabiendo que este quema. Es natural y fisiológico buscar el placer, mientras que perseguir el dolor se considera patológico. Ahora bien, ese mecanismo, en principio saludable, se puede tornar problemático cuando la persona se aferra solo al placer y huye de cada enfrentamiento, conflicto, dolor o contracción.

Recordemos que se crece y se madura no solo a partir de experiencias expansivas sino también cuando recibimos un desengaño. Durante el intervalo de una vida se pasa por muchas situaciones que despiertan diferentes reflexiones y emociones.

Cuando se usa cada situación, pensamiento y emoción para crecer y madurar, como volver a casa solo tras una cita fallida, eso brinda una oportunidad para confrontar las propias limitaciones y convencimientos, cómo concebimos la realidad y el lugar que ocupamos en ella, y para liberarse de las ataduras que pueden ir asociadas a la imagen que nos hemos formado de nosotros mismos.

Las emociones son llaves

Las emociones son manifestaciones que pueden servirnos para acceder a una información, nos proporcionan acceso a una idea o expectativa que tenemos de una persona, situación o incluso objeto. Si se considera cada emoción como una mera llave para abrir una parte de nuestro interior que ha quedado sepultada tras una expectativa intensa o una creencia aprendida, se reduce el miedo a las emociones, a su intensidad y a su efecto.

Al disminuir el miedo, entramos en otro estado, el de la valentía, un estado mental crucial para afrontar emociones. Así pues, no se trata de huir de la oscuridad, sino de gestionarla de manera que nos libere de las ideologías fijas y poco flexibles que podamos tener sobre nuestra naturaleza y habilidades.

Educación emocional

Las emociones nos ayudan a tirar adelante pero también nos frenan y nos hacen sufrir. Por eso es importante comprenderlas y aprender a gestionarlas.

  • Permitirse sentir: Hay que darse permiso para sentir y nombrar cada emoción. Y, a continuación, interpretar la información que nos aporta sobre nosotros mismos.
  • Desprenderse: Las emociones nos atraviesan. Lo ideal es sentirlas y dejarlas fluir sin retenerlas.
  • Autogestión: no conviene reprimir las emociones, pero tampoco dar les rienda suelta. La gestión emocional implica vivirlas con creatividad, buscando el marco, el momento y la compañía adecuados para abordarlas.

Responsabilidad y poder

Si sentimos que las emociones nos llevan por donde quieren, es decir, nos sentimos prisioneros de nuestros propios patrones de conducta y pensamientos, es tiempo para revisar nuestra responsabilidad emocional.

La conexión de la psique con lo emocional es un proceso dinámico y evolutivo en el que cada pensamiento despierta una emoción y una emoción despierta otro pensamiento o memoria relacionada, y así una y otra vez. Reconocer la íntima unión que existe entre pensamientos y emociones nos revela el poder que tenemos sobre las emociones.

Al cuidar de los pensamientos, se cuida de la salud emocional. Y sabemos que un gran poder siempre está acompañado de una gran responsabilidad. Nuestra responsabilidad consiste, en este caso, en transformar una actitud pasiva o incluso inconsciente, como el momento de formarse una opinión, en la práctica activa de reconocer primero los pensamientos y verlos como una invitación a seguir los puntos de vista que ofrecen; una invitación, por otro lado, que uno puede elegir aceptar o no.

Porque es posible aprender a dialogar con estas voces y creencias interiores, alentando así una comunicación abierta para reconocer y desasirse de aquellos pensamientos repetitivos que no nos dejan experimentar otros estados mentales más saludables.

Christian Flèche

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El siguiente paso es indagar no solo las creencias y expectativas que apoyan cada una de nuestras emociones, sino también las razones sutiles que hay tras ellas: ¿qué gano con sentirme así ante esta persona y en esta situación?

Lo que interesa es investigar con curiosidad de qué nos sirve exactamente sentirnos de una manera y no de otra. En otras palabras, ¿qué trato espero obtener del otro a través de mi emoción? ¿De qué responsabilidades me libera el sentirme así? ¿Qué obtengo a cambio? ¿Recibo más atención, promesas de seguridad, disculpas...?

Puede ser recomendable repetir esta pregunta con cada emoción. Reconociendo que las emociones nos indican algo no solo sobre nuestro sistema de creencias sino también sobre las esperanzas más escondidas que tenemos de cómo resolver un conflicto, nos liberamos de las ideas falsas o irreales que podemos tener sobre una situación.

La búsqueda vital

¿Cuál es tu búsqueda vital? ¿Qué es lo que verdaderamente estás persiguiendo a través de la interacción con los demás? ¿Cómo te gustaría ser? Recomiendo dejar esta revista a un lado y tomarse el tiempo para reflexionar sobre lo que realmente uno quiere experimentar y vivir en esta vida.

La mayoría de nosotros buscamos paz, amor y liberación de nuestra identificación permanente con las ideas y pensamientos pasajeros. Pero este objetivo nos parece poco realista cuando vemos nuestros miedos y la confusión en la que estamos sumidos.

La paz y el amor son un estado mental que surgen de una actitud existencial y requieren, como cualquier otro estado mental, una práctica. Cualquier estado mental que vivimos se presenta ante nosotros como consecuencia de un cultivo de creencias, ideas y pensamientos.

De manera consciente o no, hemos invertido tiempo, atención y dedicación para que un solo pensamiento crezca hasta ser una ideología o una actitud, y en última instancia una realidad subjetiva. El amor y la paz no son ninguna excepción.

También estos estados mentales crecen bajo nuestra atención. Aquello que se riega crece, y si regamos las semillas de la rabia y el miedo eso será lo que crezca en nosotros. Poner la atención y la conciencia en algo es regarlo. Así pues, la práctica regular de la gestión emocional en los casos de personas sin psicopatologías serias puede ser sencilla, aunque requiere tenacidad y esfuerzo constante.

No siempre es fácil, pero sí sencilla. De todos modos, puede resultar más factible si ante cada situación y cada persona optamos por una sola regla: la decisión de cultivar las semillas de las frutas que vamos a querer comer.

Un programa en 5 pasos

Como resumen, ante cualquier decepción, frustración, inseguridad o cualquier otro color de la gama emocional pueden seguirse los siguientes pasos:

  1. Adquirir consciencia emocional. Se trata de que cada emoción que surja sea reconocida, nombrada, definida, localizada (en la boca del estómago, el corazón, la cabeza, los hombros, la mandíbula, etc.) y observada en su naturaleza. Es decir, notar su transformación continua (su intensidad, localización, etc.) y el efecto que tiene sobre la respiración, el cuerpo y la memoria.
  2. Preguntarse: ¿De qué dolor huyo y a qué placer me aferro? ¿Está esto dañando a los demás?
  3. Preguntarse: ¿Qué idea, valores o creencias se esconden detrás de esta emoción? Si siento desconfianza, ¿qué dice esta desconfianza sobre mi carácter? ¿Quiero controlar algo o a alguien?
  4. Averiguar la emoción verdadera y principal que se siente. Se suelen sentir varias emociones a la vez, pero acostumbra a haber una que grita más. Es efectivo identificar cuál es y explorar para qué sirve sentirse así. ¿Qué se obtiene con ello, de qué responsabilidades nos evade?
  5. Tener la búsqueda vital bien definida y evocarla ante cada situación y cada persona. Por tanto, delante de cualquier emoción, especialmente las "gritonas", conviene inhibir la palabra y la acción, alejarse momentáneamente de otros seres humanos y recordar que cualquier situación puede acercarnos a nuestra búsqueda vital si se enfoca en actuar, hablar y pensar desde el amor, la paz y la liberación de ideas fijas que nos impiden jugar con estados mentales diferentes o, peor aún, que nos hacen olvidar nuestra búsqueda vital.

Amor y compasión

La gestión emocional requiere una práctica de consciencia emocional, corporal, respiratoria y mental. Es importante tener presente que cualquier emoción que cruza nuestro camino puede hacernos crecer en nuestra búsqueda vital.

Es conveniente dar la bienvenida a toda la diversidad emocional, no aferrarse a un solo estado emocional sino indagar con curiosidad en las emociones y sus efectos; explorar de cerca, como un científico, nuestra dimensión emocional con la mayor objetividad posible.

Una gestión emocional consciente nos hace reflexionar, tener en cuenta a los otros y disfrutar de la compasión y el amor hacia uno mismo y los demás. En otras palabras: nos hace madurar.

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