Nuestra realidad está condicionada por nuestras creencias. Dependiendo de dónde pongamos el foco y de las expectativas que tengamos sobre lo que nos va a suceder, esos serán los límites entre los que transcurrirá nuestra vida.

Lo que creemos crea nuestra realidad. Esto es un hándicap pero también una gran oportunidad, ya que si no estamos satisfechos con el rumbo de nuestra existencia, o con nuestras relaciones con las personas y las cosas, siempre estamos a tiempo de modificar nuestras creencias y reinventar lo que vivimos. Tal como reza un viejo dicho oriental, si tú cambias, todo cambia.

Origen de las creencias

Buena parte de lo que creemos tiene su origen en la infancia. Según la imagen de nosotros mismos que nos dieron nuestros padres, por ejemplo, hemos llegado a construir lo que somos hoy. Expresiones como "eres un desastre", "eres muy inteligente pero no te esfuerzas", o la típica sentencia paternalista negativa "nunca llegarás a nada en la vida", ejercen a menudo de profecías de autocumplimiento.

Es decir, una persona puede estar tan convencida de que esas etiquetas que le han colgado son verdaderas que, de forma inconsciente, hace lo posible para que se cumpla el oráculo negativo. Así, el estudiante mediocre obtiene aún peores calificaciones, porque es lo que se espera de él, o el joven poco dado a la gimnasia no se aventura a practicar deporte alguno porque le han convencido de que es un "negado".

Como el cuento tradicional glosado por Jorge Bucay, en el que un pequeño elefante atado a una estaca no se da cuenta, ya de mayor, de que podría liberarse con suma facilidad, muchos adultos siguen aferrados a las creencias limitadoras de su infancia.

Del mismo modo, los niños y niñas que son alentados por sus padres y educadores, independientemente de su capacidad, desarrollan una autoestima que les permite alcanzar mayores logros en la madurez. Siguiendo el llamado efecto Pigmalión, de pequeños nos comportamos según lo que se espera de nosotros. Y también de adultos.

Diferentes experimentos en empresas han demostrado que los trabajadores que son percibidos como extremadamente capaces y eficientes logran un rendimiento muy superior al resto.

Creer que podemos

Tomemos como ejemplo dos personas jóvenes y de constitución fuerte. Una de ellas se atreve a escalar una montaña elevada y disfruta con ello, mientras que la otra, por culpa de la ansiedad o de alguna fobia, se recluye en su vivienda y tiene pánico incluso a cruzar la calle para ir al supermercado.

¿Qué diferencia a estas dos personas? Básicamente, lo que creen que pueden hacer y la confianza en que podrán adaptarse o no a las circunstancias. Y esa es la buena noticia, porque si logramos cambiar la emisora mental que retransmite contenidos limitadores por otra que nos hable en clave de posibilidades, la transformación se hará sentir.

El escritor y conferenciante Álex Rovira lo resume así: "Del mismo modo que nuestras creencias pueden actuar como freno para nuestra realización, también es cierto que, en la dimensión contraria, pueden hacer las veces de trampolines o de alas. Porque somos nosotros quienes a partir de nuestras actitudes y creencias construimos nuestras realidades. Es decir: lo que creemos es lo que creamos. Es más, por lo general, no sabemos de lo que somos capaces hasta que lo intentamos, pero para intentarlo debemos partir de la confianza mínima para dar el primer paso".

Desechar la información de segunda mano

Este primer paso parece muy difícil si se atraviesa un periodo de parálisis vital, pero cuando una persona realiza ese "clic" en su conmutador de creencias, lo que parecía imposible de repente se hace posible.

Eva Sandoval, instructora de PsychK –un método para desactivar falsas creencias–, sostiene que para dar ese paso es esencial liberarse de lo que ella denomina "información de segunda mano", que puede ser:

  • La visión limitadora que tenían de nosotros nuestros padres, maestros y otras personas que han sido relevantes en nuestra vida.
  • Tópicos que se hallan en el inconsciente colectivo y que condicionan nuestra vida, del tipo: "La vida es dura / La vida es así" o "Más vale malo conocido que bueno por conocer".

A estas ideas preconcebidas que vienen de fuera hay que sumar las propias falsas creencias a partir de experiencias pasadas, como la fábula del elefante y la estaca. Todo este material es inservible y no está actualizado, por lo que lo más conveniente es procurar ir eliminándolo de nuestra estructura mental.

Un giro de 180º

Eva Sandoval explica de este modo cómo puede hacerse: "Las creencias acerca de nosotros mismos y del mundo que limitan nuestra vida están a menudo guardadas en el subconsciente. Son el efecto acumulado de una vida de ‘programación’. Es importante entender que están ahí porque un día nos fueron útiles."

"Tal vez sirvieron, hace mucho tiempo, para modelar a nuestros padres pero a nosotros ahora más bien nos constriñen. Mediante la conciencia empiezas a observar la creencia y se obra el milagro: dejas de identificarte con ella. Ahí empieza la transformación".

El proceso que se desata a continuación es muy similar al que tiene lugar en la infancia, al descubrir cómo se conciben los hijos o quiénes son los Reyes Magos. Hay un antes y un después de estos descubrimientos.

De igual manera, cuando se toma conciencia de los prejuicios e ideas preconcebidas que han dirigido nuestra existencia hasta ahora, adquirimos una nueva visión sobre la realidad y de lo que somos capaces de hacer. "Al cambiar nuestras creencias limitadoras por otras que nos favorezcan, recuperamos nuestro poder personal y nuestro mundo da un giro de 180 grados", concluye Eva Sandoval.

Afirmaciones poderosas

Una vez hemos desactivado las creencias que nos limitan, llega el momento de poner otras en su lugar que nos resulten útiles para la vida y nos ayuden a alcanzar nuestros objetivos. En su documental inspirador 'Crear tu propia vida', Louise Hay y Wayne Dyer explican cómo podemos modelar nuestro destino a través de un software interno de calidad que suponga un impulso en vez de un freno.

La autora del famoso libro 'Usted puede sanar su vida' parte de este principio: "Hay que aceptar que con cada palabra y con cada pensamiento definimos nuestro futuro, pues siempre estamos creando. Y lo que estamos creando es nuestra propia vida."

"En el momento en que aceptas esto tan sencillo puedes empezar a crear lo que quieres en tu vida. Tomas conciencia de lo que no tienes y cómo contribuyes a ello".

Las barreras mentales que nos ponemos tienen que ver con limitaciones y negaciones. Por eso, si nutrimos la mente con mensajes de signo opuesto, alentamos su transformación.

Veamos algunas afirmaciones positivas que estos autores proponen para generar un sistema de creencias plenamente constructivo:

  • La vida es sencilla. Aquello que damos, lo obtenemos de vuelta.
  • Doy las gracias por todo lo que me ha sido dado. No me falta nada.
  • Estoy al mando de mi vida. La mayor parte de lo que me suceda dependerá de mí.
  • Las posibilidades que me rodean son infinitas. Únicamente debo prestar atención y actuar.
  • Sí, puedo hacerlo.

Según Louise Hay, "cada vez que albergamos un pensamiento que nos hace sentir mal, es un pensamiento desaprovechado. No solo supone una ocasión perdida de acoger un pensamiento positivo para crear una vida que merezca la pena: también nutre la despensa de pensamientos negativos que lastra nuestra existencia".

Al asumir la responsabilidad sobre nuestros pensamientos, elegimos dar cabida a las emociones positivas y con ello transformamos nuestra realidad.

Existen muchos caminos

En el siglo XIX estuvo en boga la literatura del realismo y el naturalismo. Esta última se apoyaba en la idea de que el ambiente en el que crece un ser humano determina su futuro. Es decir, el entorno social acota lo que podemos ser, con lo que el hijo de una familia miserable acabará sufriendo las mismas privaciones que los padres y cometerá errores parecidos.

Esta visión limitadora descuida un aspecto fundamental del ser humano: su capacidad creativa. Tan cierto como que nacemos en un lugar, con una familia y una situación económica determinadas, es que a partir de esa herencia podemos tomar innumerables caminos. La vida no es una carretera de sentido único.

El neurólogo y psiquiatra Boris Cyrulnik, un niño judío cuyos padres murieron durante la Segunda Guerra Mundial, divulgador de la resiliencia y autor del libro 'Los patitos feos', sostiene que de ningún modo aquello que hemos sufrido nos impide vivir de una manera distinta. Podemos rebelarnos contra una realidad que no nos gusta y crear otra que nos proporcione la plenitud.

Y esa creación empieza en nuestra capacidad para imaginar otros mundos posibles, incluso bajo las peores circunstancias. Según afirma el propio Boris Cyrulnik: "Cuando lo real nos desespera, soñar constituye un factor de protección (…). Muy a menudo los huérfanos son inventores de mundos".

Ante la adversidad, tenemos derecho a soñar con los ojos abiertos e inventar un nuevo escenario donde tenga lugar la vida que queremos llevar. Trasladar esta nueva visión a la realidad dependerá de que nos demos permiso para vivirla. De hecho, cada vez que creemos en una posibilidad distinta, un nuevo sendero se abre bajo nuestros pies.

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