Con el móvil, moviendo un dedo, se predice el tiempo que hará dentro de una semana, se resuelven toda clase de dudas o se pide ayuda desde cualquier lugar... La especie humana ha trabajado arduamente en pos de una seguridad material creada a base de tecnología, ciencia e infraestructuras.

A pesar de eso, un día la erupción de un volcán en Islandia paraliza el tráfico aéreo durante semanas o un tsunami pone en jaque a un país como Japón. Uno se obsesiona por un problema y las circunstancias cambian luego en un segundo.

Sumergidos en la rutina y la vorágine cotidiana, se tiende a vivir de espaldas a esta realidad: la vida es misterio y a veces escapa a nuestro poder imponiendo su propia voluntad.

Todo puede cambiar

A quien más le cuesta sostener la inseguridad es a la mente, que busca respuestas, intenta aprehender la realidad en su complejidad y planifica el futuro como si tuviera todos los datos para ello.

Nassim Taleb, en 'El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable' (Ed. Paidós), asegura que el cerebro humano no está programado para sostener la incertidumbre y por ello sucumbe a cierto autoengaño. Taleb incluso rechaza como falsas todas las certezas con las que pretendemos haber domesticado el azar mediante el análisis.

Para bajarnos los humos, afirma que somos como el famoso pavo de Bertrand Russell, que al recibir alimento cada día cree ciegamente en la bondad natural de los seres humanos... hasta que llega el Día de Acción de Gracias.

Para el filósofo alemán Immanuel Kant, "la inteligencia de un hombre se mide por la cantidad de incertidumbre que es capaz de sostener". Aprender a vivir siendo conscientes de que todo es efímero y vulnerable requiere sin duda sabiduría para adaptarse.

Implica desarrollar el arte de cuestionar certezas y creencias y de asumir riesgos que implican cruzar el umbral de lo conocido hacia lo desconocido para seguir aprendiendo y desaprendiendo. Se trata sobre todo, en la medida de lo posible, de abrirse a la experiencia, ya que es imposible reducir la complejidad de la vida a una teoría.

El equilibrio entre controlar y soltar

"Nuestros ancestros se entregaban fácilmente al si Dios quiere..., en cambio hoy todo parece depender de la responsabilidad individual. En realidad no se trata ni de una cosa ni de la otra. Hay factores que dependen de uno mismo –está bien ocuparse de ellos– y otros que nos superan. Con la incertidumbre se pone de manifiesto que el mapa que ha servido de guía para vivir hasta el momento, y que se ha confundido con el territorio, ha quedado obsoleto. Las estructuras y esquemas deben flexibilizarse, ampliarse, revisarse, modificarse. Y aparecen la confusión y el miedo, algo que no se tolera bien, sobre todo en un entorno social que ensalza siempre el yo puedo, yo soy capaz, yo sé", asegura la psicóloga Mireia Darder.

Pero el miedo y la ansiedad no pueden ser los únicos que manden en esta nueva situación. Si toman las riendas, la parálisis está asegurada. El reto consiste en no dejarse vencer a pesar de las amenazas. "Caminante no hay camino, se hace camino al andar", decía Antonio Machado.

No es menos cierto que a veces la incertidumbre nos sume en un largo e interminable desierto. Detenerse, darse permiso para realizar un alto en el camino, no significa despojarse del poder personal, sino crear un tiempo y un espacio para recuperar fuerzas y ganar perspectiva.

Confiar y saber esperar

Steve Jobs, en su inspirador discurso ofrecido en la Universidad de Stanford, habló de la conexión de los puntos inconexos que un día uno hilvana hasta encontrar un sentido a lo vivido.

Invitaba a confiar a pesar de la confusión: "Tienes que confiar en que los puntos se conectarán en el futuro, se trata de confiar en algo. Esta forma de funcionar nunca me ha dejado tirado y ha marcado la diferencia en mi vida. A veces la vida te da en la cabeza con un ladrillo, pero no perdáis la fe", afirma tras explicar que cuando era estudiante, perdido, decidió abandonar la universidad.

No sabía qué hacer y se apuntó a unas clases de caligrafía. Entonces no podía prever la repercusión que tendría esa decisión que, años después, le llevaría a introducir tipografías especialmente cuidadas en los ordenadores Apple y con espacios proporcionales al ancho de cada letra (no como en los otros, donde una "m" ocupaba lo mismo que una "i"), otro ingrediente de su éxito.

Pero, ¿cómo no desesperar mientras se espera en la nada, en el no sé? Llevando la mente al presente. En el presente el miedo desaparece porque la anticipación es lo que más atormenta.

En cualquier situación, el presente es lo único que nos pertenece, así como la actitud con que se afronta lo que viene. La liberación surge cuando se consigue estar en el aquí y ahora aceptando la imperfección o la confusión y uno se rinde ante lo que es más grande que él: la vida.

Aceptar la realidad

"Para mí la realidad es sencilla. No hay nada detrás o por encima, y no contiene ningún secreto. Es lo que hay frente a ti, cualquier cosa que esté ocurriendo. Cuando discutes con la realidad, pierdes. Duele no ser un amante de lo que es. Ya no soy una masoquista", asegura Byron Katie, autora de 'Amar lo que es' (Ed. Urano).

Tras una larga depresión, Katie descubrió que en gran medida su mal dependía de su necesidad de control sobre la realidad y de su tozudo afán por luchar contra lo que no tenía más remedio que aceptar dado que no lo podía cambiar.

Así desarrolló "El trabajo", un método basado en cuatro preguntas en el que se cuestiona cada pensamiento con el objetivo de dejar de juzgar y etiquetar como bueno o malo lo que va sucediendo.

Esas preguntas son: ¿Es eso cierto? ¿Puedo saber que esto que pienso es verdad con absoluta certeza? ¿Cómo reacciono, qué sucede, cuando pienso de ese modo? ¿Quién sería yo o qué haría si no tuviese ese pensamiento?

En vez de buscar la felicidad –una meta– conviene sacarle jugo a lo que va llegando. Disfrutar del trayecto más que de alcanzar un destino. Hay personas que han desarrollado esa preciosa capacidad de amar y abrazar el presente sea cual sea la cara que muestre. Permanecen en él sin intentar cambiar nada pero aportando lo que pueden.

Aceptar la incertidumbre y asentarse en ella es la única forma de traspasarla. Tengo una amiga que posee una confianza ciega en la vida que para muchos no tendría justificación. Es madre de dos hijos gemelos, uno con parálisis cerebral. Los ha criado sola porque su marido la abandonó y poco después falleció.

Cuando eran pequeños pidió una ayuda a los servicios sociales y en un momento dado se la quitaron. Me cuenta: "Salí de los servicios sociales y mirando al cielo dije: "Gracias por evitar que me siguiera conformando con esta miseria. Id pensando en algo porque yo me voy a desayunar y con eso me gasto todo el dinero que me queda". Al terminar el café me di cuenta de que el mostrador del bar estaba completamente vacío. Entonces le ofrecí al dueño traerle a la mañana siguiente unas tapas de pinchos como las que hacen en mi tierra, Donosti. Una amiga me prestó un poco de dinero para comprar los ingredientes. Fue el comienzo de mi primera empresa de cátering".

Tesoros escondidos

Al no luchar contra la incertidumbre se pueden percibir mejor sus tesoros escondidos, como la libertad para experimentar y crear algo nuevo. La seguridad proporciona ciertamente comodidad, pero no conlleva tanto aprendizaje, puede adolecer de intensidad y generar aburrimiento.

En contraste, la incertidumbre puede suministrar un suelo muy fértil donde el alma crezca y evolucione. A veces la vida plantea retos que traen lecciones ocultas que se saborean mucho después.

Ayuda preguntarse: ¿Qué puedo aprender de este momento? ¿Qué he ganado que no sé apreciar? ¿Qué se está abriendo ante mí que todavía no sé ver?

Por la vulnerabilidad que despierta, la incertidumbre invita a una nueva forma de conexión con uno mismo y con la vida. Una conexión más auténtica y en consonancia con lo que se es, más allá de etiquetas y apariencias, que invita a la humildad.

Desde este nuevo lugar, las relaciones con los demás se transforman. Se descubren nuevos recursos dentro de uno mismo. La infelicidad no es imprescindible, pero puede propiciar un renacimiento.

Buenos aliados

  • Otra perspectiva. Pregúntate: «Pasado un tiempo, ¿qué lugar ocupará este momento en mi vida? ¿Qué le parecería esto a un niño o a un anciano que están más allá de la ambición? ¿Puede ser una oportunidad para crear o hacer algo que deseo? ¿Y si confío en que tengo la capacidad para asumir los retos de la vida?»
  • Gratitud. Aprecia lo milagroso de la vida, como cuando nace un bebé. Conéctate con la belleza y agradece.
  • Miedos por escrito. Pon una cara real a tus fantasías más catastróficas. Escribe cada día durante 15 minutos sobre lo peor que te puede pasar hasta agotar tus pensamientos.
  • ¡Ríe! Desdramatiza. Sacar el humor ante la incertidumbre te conecta con tu fuerza emocional.