Por mucho que el ser humano sea un "animal de costumbres", a veces confunde la estabilidad con el estancamiento. Hay ciertos aspectos de la vida que requieren unos hábitos constantes, muy especialmente los que tienen que ver con la salud, pero para sentirnos vivos necesitamos ir intelectualmente más allá de lo ordinario.
Una existencia basada en la repetición puede llevar a la apatía, a la baja autoestima y al miedo a lo nuevo. Es cómodo moverse por las rutinas de lo previsible, pero si no queremos oxidarnos, como el caballero de la fábula de Robert Fisher, debemos intentar lo que no hemos hecho antes y ampliar horizontes.
La resistencia al cambio enmascara una desconfianza respecto a las propias capacidades que nos puede bloquear.
Romper un mundo
El concepto de "zona de confort" fue popularizado en 1987 por la doctora en psicología Susan Jeffers. Hace referencia al mundo conocido donde nos encontramos seguros, porque tenemos una sensación de control que nos permite movernos con facilidad. Dominamos sus códigos y sabemos siempre lo que hacer.
Sin embargo, quedarse en la zona de confort entraña sus peligros para quien aspire a la propia realización. Guiarse por la fuerza de la costumbre y no aventurarse en nuevos territorios puede hacer que permanezcamos con una pareja que no es adecuada para nosotros, o bien que pasemos la vida en un trabajo que no nos motiva, por aquello del "más vale malo conocido que bueno por conocer".
Resumiendo, podemos caer en el conformismo e incluso en la apatía. Al hacer siempre lo mismo nos ahorramos preocupaciones y sobresaltos, evitamos los riesgos, incertezas y fracasos, pero nos perdemos las cosas buenas que hay en la zona de aprendizaje, allí donde termina nuestro mundo conocido: las sorpresas y oportunidades, nuevas experiencias que nos permitirán crecer como seres humanos.
En su novela Demian, Hermann Hesse utilizaba esta imagen para describir el proceso: "El pájaro rompe el cascarón. El huevo es el mundo. Quien quiera nacer, debe romper un mundo". Cada vez que ampliamos horizontes hay un pequeño renacimiento personal, ya que dejamos atrás lo que éramos para transitar por un mundo de vivencias y percepciones más rico. Sin embargo, no siempre es fácil romper el cascarón y en seguida veremos por qué.
5 formas de empezar
- Cambia tu trayecto habitual hacia el trabajo de vez en cuando, o tu medio de transporte si te es factible.
- Practica la danza o iníciate en un instrumento musical.
- Habla con personas nuevas que están en tu entorno pero no conoces.
- Almuerza al aire libre en un parque, en soledad o con otros compañeros.
- Cocina un plato que nunca has llevado a cabo
El freno del miedo
Una expresión que se utiliza a veces cuando alguien decide no cambiar, aunque sepa que debería hacerlo, es "afuera hace frío". Es una forma de decir que tenemos miedo. La cuestión es saber a qué tememos y por qué.
Los fantasmas que suelen esperarnos fuera de la zona de confort son:
- Miedo al fracaso. Aunque seguir en los confines de lo conocido no se puede considerar ningún triunfo, muchas personas no se mueven porque temen estrellarse en un nuevo entorno que creen lleno de minas y precipicios.
- Miedo a la opinión ajena. Los demás se han acostumbrado a que seamos de una determinada manera y a que actuemos siguiendo ciertos patrones. Al salirnos del camino trillado tememos las opiniones que eso pueda suscitar. Nos da pánico ser criticados o censurados y, por lo tanto, permanecemos en nuestro sitio.
- Miedo a no ser aceptado. Este temor sería consecuencia del anterior. Hemos cosechado cierto grado de amor y respeto de los demás haciendo las cosas de determinada manera. En el momento en que nos proponemos ir más allá, creemos que dejarán de querernos.
Llevado a un extremo patológico, quien se aferra a su zona de confort y se niega el derecho a explorar otras posibilidades padece neofobia, es decir, un persistente, anormal e injustificado miedo a lo desconocido. Alguien neofóbico no se atreve a probar cosas nuevas o a romper con la costumbre porque le da pánico sentirse desprotegido, fuera del cascarón, por mucho deseo que albergue de ensanchar su mundo.
Es posible observar esta actitud limitadora en los animales viejos, que realizan cada día las mismas rutinas y les altera todo lo que sale de su estrecho círculo. Como explica el médico Charles F. Glassman, "la transición y el cambio garantizan ansiedad. Esa ansiedad no solo se manifiesta de forma física y en el comportamiento, sino también en los pensamientos. Es la manera que tiene el cerebro de mantenernos a salvo dada la posibilidad de peligro que conlleva el cambio (…). La ansiedad que produce nuestro cerebro primitivo ha logrado 'protegernos'. No obstante, sugeriría tomar la dirección que nos indica la ansiedad y continuar con nuestra búsqueda hacia adelante. Solo de esta manera nos sorprenderemos del talento que tenemos y se revelaran nuestras verdaderas capacidades".
7 pasos para ir más lejos
Susan Jeffers propone siete medidas para tomar el control de nuestra vida y superar el miedo:
- No señales al mundo exterior como responsable de tus dificultades.
- Abandona el papel de víctima.
- Toma conciencia de los momentos en que no te has implicado lo suficiente.
- Deja de escuchar esa voz interior que a menudo pasa su tiempo criticándote o imaginando lo peor.
- Asume que, si no hubieses obtenido ventajas al no hacer nada, nunca habrías aceptado quedarte inmóvil.
- Determina claramente qué esperas de la vida y actúa para lograrlo. Las cosas no caen del cielo, no hay que esperar más.
- Observa que hay muchas posibilidades en cada situación y no solo una.
El bálsamo de la acción
Ningún miedo desaparece por sí solo. Al contrario, cuando se le otorga poder se va adueñando de un espacio cada vez mayor y estrecha nuestro radio de acción. Esto explica por qué una persona fóbica, si no se expone a aquello que teme, se atreve cada vez a menos.
Alguien que desconfía de los espacios abiertos, por ejemplo, puede empezar evitando los lugares muy concurridos hasta que, con el tiempo, el mero hecho de bajar a la calle se convierta en un problema. No hay mejor antídoto contra el miedo que la acción.
Por mucho que trate de frenarnos la ansiedad, cada vez que actuamos estamos reeducando nuestro modo de pensar. Si nuestro cerebro conserva una huella negativa de una experiencia anterior, la mejor manera de sanarla es imprimir sobre ella una vivencia positiva.
Y nada mejor para guiar nuestras acciones que seguir la estela de aquello que amamos. Al respecto John Lennon reflexionaba de este modo: "Hay dos fuerzas motivadoras básicas: el miedo y el amor. Cuando tenemos miedo, nos retiramos de la vida. Cuando estamos enamorados, nos abrimos a todo lo que la vida tiene para ofrecernos con pasión, entusiasmo y aceptación."
El alpinista se enamora de la cima que quiere alcanzar y eso es lo que hace que se ponga en marcha, pese a todas las dificultades que encontrará en el camino. Se hace responsable de su equipo, se rodea de las personas adecuadas y planea su ascenso con pasión. Antepone su excitación por lo que quiere conseguir a su miedo al peligro. Podemos hacer un símil entre la atracción por la alta montaña y cualquier desafío, por pequeño que sea, que nos planteemos. Si nos enamoramos del proyecto y nos hacemos responsables de él, habremos dado el paso más importante.
Más allá de las excusas
En su libro Piensa diferente, vive diferente, Wayne Dyer enumera hasta 18 excusas que nos ponemos para no salir de nuestra zona de confort e intentar algo distinto. Veamos algunas de ellas con su correspondiente giro mental:
- "Será difícil". Todo parece más complejo en el pensamiento que una vez puesto en práctica, por lo tanto hay que actuar en vez de hacer pronósticos negativos.
- "Necesitaré mucho tiempo para conseguirlo". Sin duda, pero quizá no tanto como el que dedicamos a pensar que no podemos hacerlo.
- "No me lo merezco". Esa es una clásica muleta victimista, ya que se espera que los demás nos convenzan de lo contrario. Sin embargo, quien debe hacer un giro de 180 grados en su pensamiento es uno mismo.
- "Me siento limitado por mi historia familiar". Una buena excusa para no hacer nada, pero recordemos que grandes héroes de nuestro tiempo han tenido una infancia desgraciada.
- "Estoy demasiado ocupado". En este caso, habrá que desocuparse de cosas no prioritarias para dar espacio a lo que realmente se quiere hacer. Estas excusas son como "vampiros psíquicos" que pierden su poder en el momento en el que las desmontamos para entender que son prejuicios o, directamente, pensamientos erróneos. Se trata de frenos para la acción que no se desactivan de la noche a la mañana, pero tomar conciencia de ellos nos pone en la senda de su superación.
Como decía Mark Twain, "un hábito es un hábito, nadie puede tirarlo por la ventana; hay que empujarlo escalera abajo peldaño a peldaño."
La última frontera
Cuando se habla de ampliar horizontes, suele pensarse en cambios en el día a día, en nuevas ambiciones laborales o incluso en un viaje que permita vivir emociones fuertes. Sin embargo, el gran desafío es aumentar el "ancho de banda" de nuestra mente, ya que entonces automáticamente todo cambia. Si somos capaces de detectar y eliminar nuestras creencias limitadoras, prejuicios e ideas preconcebidas, ante nosotros se abrirá un inacabable campo para la acción.
Tal vez asociemos estos hábitos mentales con algo parecido a una zona de confort, ya que dan cierta seguridad, pero en realidad constituyen una cárcel de la que, con el paso de los años, puede resultar difícil escapar. A fuerza de hacer siempre lo mismo y de pensar de la misma manera se acaban cosechando siempre resultados parecidos, con lo que la aventura de existir pierde cualquier gracia. Y eso sí que es peligroso.
Como afirma el novelista inglés Anthony Horowitz, "la rutina puede hacer que te maten: le dice al enemigo dónde vas y cuándo vas a estar allí."