La naturaleza es uno de los mejores sitios para ser feliz. El olor de la hierba fresca, el sonido de los vencejos y las golondrinas, la caricia de la brisa marina, el color de las mariposas, el gusto de la fruta recién cogida… los estímulos no faltan cuando salimos al campo con las puertas de la curiosidad abiertas de par en par.
Pero el campo también es un gigantesco escenario al aire libre en el que, desde el respeto al entorno y quienes lo habitan, podemos poner a prueba nuestras destrezas y vivir sorprendentes aventuras.
Todo dependerá de nuestra capacidad de asombro, pues, como decía el gran naturalista británico Gerald Durrell, el amante de la naturaleza es un ser especialmente afortunado ya que disfruta en igual medida observando una manada de elefantes en el Serengueti que un hormiguero en su jardín.
Finalmente tan solo es cuestión de salir ahí fuera dispuesto a ser feliz.
Tras la pista de los dinosaurios en La Rioja y Aragón
Los científicos llaman icnitas a las huellas y los rastros fosilizados de las plantas y los animales prehistóricos que permanecen marcados para siempre en los lugares que un día habitaron. Y las icnitas más famosas y que despiertan mayor interés (sobre todo entre los más pequeños) son las de los dinosaurios.
Su observación nos permite remontarnos a la prehistoria de nuestra naturaleza, hace millones de años, cuando la península Ibérica tenía un aspecto muy diferente al que conocemos.
Nuestro país posee diversos yacimientos de icnitas que figuran entre los mejores del mundo. Pero tal vez los más famosos sean los situados en La Rioja y Aragón, en la provincia de Teruel, donde recientemente se acaba de inaugurar un espectacular parque temático dedicado al tema: Dinopolis.
Mucho más natural, el yacimiento de Vadecevillo, situado en el municipio riojano de Enciso, permite seguir el rastro petrificado en las rocas del gigantesco megalosaurio (diez metros de altura) que un día habitó estos valles. Un grupo familiar de dinosaurios, reproducido a escala natural, muestra cómo era ese rincón de La Rioja en el periodo Cretácico, hace unos 120 millones de años.
A la sombra de árboles centenarios
Como dice mi buen amigo Joaquín Araújo, los árboles son los únicos seres vivos capaces de flirtear con la eternidad. Y en nuestro país existen muchos ejemplares que llevan más de cinco siglos dando sombra y que merecen una visita. Como el Acebuche del Rocío, en el municipio del mismo nombre, en Huelva, del que la leyenda cuenta que fue sobre él donde se apareció la Virgen hace casi 800 años. Probablemente se trate del olivo silvestre más grande y viejo del mundo.
O el Carbayón de Valentín, en el concejo de Tineo, en Asturias, un impresionante roble carballo del que existen referencias en tiempos de Alfonso x El Sabio (siglo xiii). El famoso Drago de Icod de los Vinos, en Tenerife, con más de mil años, cuyo tronco aloja una enorme cavidad a la que se accede por una puerta.
Y el más viejo de todos ellos, Lo Parot, un olivo milenario que pudo ser plantado por un íbero, pues tiene más de dos mil años: ya daba sombra cuando Tariq entró por el estrecho (año 711) para iniciar el dominio musulmán y llenaba varios sacos de olivas cuando Colón descubrió América. Por eso resulta tan emocionante llegarse hasta Horta de San Joan (Tarragona) y subir a verlo.
La lista de nuestros árboles singulares y monumentales es por suerte centenaria e incluye numerosas especies. Algunas comunidades autónomas tienen censos detallados. En internet puede hallarse abundante información.
Vive la noche de búhos
Las noches primaverales de luna llena son el mejor momento del año para salir al campo con el propósito de observar a las rapaces nocturnas. Las distintas especies ocupan un hábitat diferenciado, por lo que antes de acudir al lugar ya tendremos una idea bastante aproximada de a quién vamos a encontrarnos.
El primero en salir, nada más atardecer, suele ser el mochuelo común. Abundante en el entorno de los pueblos y las casas de campo, este pequeño búho suele posarse en lo alto de los postes de teléfono y los tejados. Es muy fácil de identificar por su pequeño tamaño y su amplia cabeza.
En las iglesias y las casas abandonadas podremos observar a la lechuza, la dama blanca de la noche, con su característico diseño facial en forma de corazón.
El bosque es el territorio favorito del cárabo, muy fácil de atraer imitando su reclamo (soplando por entre las manos cerradas). En las arboledas también viven el autillo y el búho chico, aunque resultan más difíciles de observar, no porque sean menos abundantes, sino por su sorprendente capacidad de mimetizarse entre los árboles. Si ellos no quieren, no los veremos.
Y para observar al mayor búho del continente, el búho real, conocido también como gran duque, deberemos dirigirnos a los cortados rocosos de la montaña, las peñas altas de los valles o las cárcavas de los cañones fluviales, donde resuena su profundo y grave reclamo: u-huu/ u-hu-huu.
Un paseo por las dunas de Cabo de Gata-Níjar
El paseo descalzo por las dunas, cuando el sol no se encuentra alto en el horizonte, es una delicia para los sentidos, la mejor manera de conocer su sorprendente naturaleza. Y uno de los principales paraísos dunares de la península es el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, en la provincia de Almería.
La primavera es la mejor época del año para disfrutar de este frágil ecosistema. Ya están desparramadas sobre la arena las flores de las dunas: azucenas marinas, grama, oreja de liebre y malvavisco, entre muchas otras especies, colorean el paisaje arenoso de flores de todos los colores.
Huele a hinojo, a yodo y a sal y, si ponemos un poco de atención en el suelo, podremos disfrutar con el viaje a ninguna parte del escarabajo pelotero, ese titán de queratina que suele ir detrás de una gran bola de almizcle sin que sepamos quién conduce a quién.
Pero hay más. Las piedras en círculo que aparecen en la arena no están allí por casualidad. Se trata de los nidos del chorlitejo: si la hembra anda por allí se dejará ver haciéndose la herida para llamar nuestra atención y alejarnos de la puesta. Todo esto y mucho más nos ofrecen las dunas en primavera.
El olor de la lavanda
Los paisajes olfativos son mucho menos efímeros que los visuales. Uno puede no acordarse del nombre de los árboles de la ribera, de dónde estaba situada, pero recordará siempre el olor del río.
En mi caso la llegada de la primavera es un acontecimiento natural que asocio directamente al aroma de la lavanda, planta aromática que recolectaba en el campo para elaborar saquitos con los que mi madre perfumaba los armarios.
En Cataluña existe una red de espacios naturales que bajo el nombre de Parcs de les Olors (Parques de los Olores) proponen una ruta olfativa por la naturaleza a través de diferentes puntos del territorio catalán, desde el mar hasta la alta montaña, para aprender a distinguir las plantas por su olor, a reconocerlas en el paisaje, descubrir sus diferentes propiedades o elaborar productos naturales a partir de ellas. Todo en deliciosos itinerarios primaverales o en aulas y talleres de naturaleza al aire libre.
Acércate a las estrellas
En la isla canaria de La Palma, a 2.400 metros de altitud y junto al Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, se alza el Observatorio del Roque de los Muchachos, considerado como uno de los principales centros de astrofísica del mundo. Desde sus instalaciones se realizan importantes tareas de seguimiento para el conocimiento del universo: nacimientos de estrellas, agujeros negros, tormentas solares, misiones espaciales y muchas otras.
Pero, aparte de las actividades científicas, el Instituto de Astrofísica de Canarias del que depende este observatorio organiza visitas guiadas dirigidas a todos los públicos para que podamos acercarnos a las estrellas. El solo hecho de llegar allí arriba y, en la noche oscura, libre de toda contaminación lumínica, alzar la mirada al cielo, es una experiencia sin igual. Pero si además miramos a través de uno de sus potentes telescopios… la emoción se hace difícil de contener. Se puede visitar de mayo a septiembre.
Aventura en el bosque
La imagen de Tarzán de los Monos recorriendo la selva desde las copas de los árboles, agarrado a las lianas, es una experiencia que podemos emular en los bosques de aventura de la Fundación Patrimonio Natural, situados en algunos de los mejores espacios naturales de Castilla y León.
Los itinerarios han sido construidos con el máximo respeto al ecosistema forestal y proponen una jornada de aventura en plena naturaleza para toda la familia: desde niños a personas mayores (algunos circuitos están adaptados a personas con discapacidad).
Estas rutas permiten al amante de la naturaleza emular a los pájaros del bosque y descubrir la arboleda desde una perspectiva diferente: desde lo alto, divisando el horizonte y disfrutando del paisaje subidos a la copa de un árbol. Y todo ello con la máxima seguridad.
Uno de los espacios más espectaculares es el del Parque Natural de Las Batuecas-Sierra de Francia, situado en el municipio de La Alberca (Salamanca). Consta de siete circuitos diferentes que permiten disfrutar de sus magníficos bosques de pino albar, castaños, cedros, robles o negrales, rodeados de valles verdes y pueblos de piedra perfectamente integrados en el paisaje.
Las pardelas de Menorca
Situado en el extremo norte de la isla de Menorca (declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO) el Cabo de Caballería es uno de los mejores miradores de aves marinas de todo el Mediterráneo. Y una de las especies que se pueden observar es la pardela: un ave pelágica de color tormenta, pariente lejana de las gaviotas y muy difícil de observar desde tierra.
Desde allí, en los días soleados de primavera, podemos ver a estas grandes viajeras con la ayuda de unos sencillos prismáticos de campo. Hace poco un ejemplar de esta especie nacido en la isla y anillado por los ornitólogos menorquines, apareció meses después en la otra punta del planeta, en la isla norteamericana de Little Tybee, en el estado de Georgia, donde unos niños la hallaron muerta sobre la arena de la playa tras el paso de un huracán.
Gracias a este interesante dato sabemos que esas ligeras aves que se ven al norte de Menorca, capaces de beber agua del mar y destilarla en su organismo, se bastan con medio metro de envergadura y cuatrocientos gramos de peso para cruzar el planeta de punta a punta, siempre a ras de las olas, alimentándose de peces y calamares. En Canarias existe asimismo una activa asociación que vela por ellas.
Dormir sobre la hierba
Existen pocas experiencias tan placenteras y de pleno hermanamiento con la naturaleza como la de acampar en mitad de una pradera, rodeado de vegetación y con la proximidad de un río. Dormirse con el canto del ruiseñor de fondo y despertar con el bello gorjeo de la oropéndola. Y eso es lo que nos proponen las diferentes organizaciones ecologistas y de defensa de la naturaleza cada verano con sus campamentos juveniles.
Existen muchas propuestas para pasar unos días de campamentos al aire libre en diferentes rincones de la península Ibérica, a cuál más seductora, pero a mí me gustaría destacar aquí la que organiza la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente en los alrededores de Bejís, una tranquila población situada en la comarca del Alto Palancia, en la provincia de Castellón.
Cuando era solo un niño asistí a esos campamentos (por entonces se celebraban en las Hoces del Riaza, Segovia) y el embrujo en el que caí fue tal que decidí dedicar el resto de mi vida a promover y divulgar la conservación de la naturaleza.
Cautivados por el cauce de un río
Antaño se viajaba siguiendo el curso de los ríos, que abrían camino y proporcionaban agua a personas y caballerías. Hoy muchos ríos son un ecosistema en sí mismo y pueden destilar la esencia de un paisaje o una región.
Los ríos son el sistema circulatorio de la tierra, por ellos discurre el plasma de la naturaleza. De ahí que convoquen tanta vida a su alrededor y ejerzan un poder de atracción tan grande sobre nosotros.
Cuando estamos junto a un río nos embarga una profunda sensación de plenitud: nuestro estado de ánimo se reaviva al escuchar el agua saltando entre las rocas o se relaja con la contemplación de su lámina en calma, todo depende del tramo que visitemos.
La presencia de iones negativos en las orillas del cauce, en detrimento de los positivos, ejerce asimismo un efecto benéfico sobre la salud y disminuye la tensión nerviosa. En cada uno de sus tramo, los ríos procuran experiencias diferentes:
- En su cabecera el río es vigoroso e inquieto, es el territorio de las espumas y los fondos pedregosos, donde habitan el mirlo acuático, la lavandera cascadeña, el cangrejo verde y la trucha común. Sus aguas puras y poco mineralizadas bajan con empeño mientras van ganando volumen con los aportes de las fuentes y los arroyos de las cumbres. Es el lugar ideal para practicar el senderismo, la escalada o el descenso de cañones.
- En el cauce medio el río madura, se ensancha y nos propone un cambio de ritmo, más pausado. Aquí viven la nutria, la libélula, el barbo o el martín pescador. Podemos recorrerlo en bici, aprovechando las vías verdes que siguen los cursos fluviales, o en kayak, incorporándonos a su cauce como un inquilino más.
- Y si su desembocadura forma un delta, nada mejor que colgarse unos prismáticos y disfrutar de la ornitología de campo: limícolas, patos, garzas, gaviotas... las aves acuáticas forman el grupo más variado entre los pájaros y tienen la virtud de ir relevándose en el aguazal con el paso de las distintas estaciones. Sea como sea el río es uno de los mejores destinos para el amante de la naturaleza.