El frío es una sensación necesaria, ya que protege de la pérdida de temperatura corporal. Si no fuéramos capaces de percibirlo, podríamos permanecer expuestos a temperaturas tan bajas que el organismo no sería capaz de mantener la temperatura interior.

¿Por qué las muejeres son más frioleras?

Investigaciones realizadas en la Universidad de Yale indican que las personas más generosas y confiadas tienden a sentirse con buena temperatura. En cambio, las personas que se sienten marginadas o tristes son más sensibles al frío.

Las personas acostumbradas a las temperaturas altas tienden a sufrir más el frío. Si cambiaran de hábitos, bajando la calefacción y exponiéndose sin miedo al frío, también dejaría de molestarles tanto.

Las mujeres poseen una distribución de la capa de grasa más uniforme que los hombres, lo que mantiene mejor el calor en sus órganos internos. Las mujeres son energéticamente más eficientes y más aptas para sobrevivir con menos alimento a baja temperatura.

En cambio, en los hombres el calor se les escapa fácilmente hasta la superficie, lo que beneficia a manos y pies. Las mujeres y las personas obesas están más aisladas pero sus extremidades suelen estar más frías. Quienes hacen ejercicio tienen una temperatura más alta en sus zonas periféricas por su mejor irrigación sanguínea; si el frío se siente en manos y pies puede resolverse mediante una mayor actividad física.

Además, la percepción del frío varía con las diferentes fases del ciclo menstrual pues la temperatura interior puede variar más de 1º C. El máximo se alcanza después de la ovulación.

Finalmente, cabe preguntarse: ¿es frío, o cansancio? Cuando se está cansado o no se ha dormido se es más vulnerable a los cambios de temperatura. Esta desciende por la noche y, una vez más, las mujeres son más rápidas en alcanzar su punto más frío que los hombres. En algunos casos, la mujer friolera está en realidad cansada.

¿Por qué aprender a tolerar mejor el frío?

El frío implica una percepción bien distinta al dolor y puede sobrellevarse si el calor corporal está asegurado. Las personas que no estén acostumbradas puede iniciarse en la experiencia del frío poco a poco, pues requiere adaptación física y mental.

Si cambiaran de hábitos, bajando la calefacción y exponiéndose sin miedo al frío, también dejaría de molestarles tanto.

El frío ambiental –tal como se experimenta en la montaña– produce un efecto tónico sobre el organismo. Destacan sus propiedades antiinflamatorias y estimulantes del sistema inmunitario y del metabolismo. Incluso tiene efectos psíquicos.

El doctor Kettenhuber explica que el frío alivia la depresión, el insomnio y la ansiedad porque reduce los niveles de cortisol –la hormona del estrés– y favorece la liberación de endorfinas, unas sustancias similares a las hormonas que combaten el dolor y son responsables a nivel bioquímico de las sensaciones de euforia y bienestar.

En dosis moderadas, el frío produce una serie de efectos positivos en el organismo como resultado del esfuerzo para adaptarse a la nueva situación:

  • Tónico circulatorio. Se constriñen los pequeños vasos sanguíneos de la piel, especialmente en brazos y piernas, y la sangre, con su calor, fluye hacia los músculos y los órganos internos. En consecuencia, estos reciben una cantidad mayor de nutrientes y oxígeno.
  • Activa el metabolismo. El frío aumenta el metabolismo de los hidratos de carbono y los lípidos, pues favorece la acción de la insulina y ayuda a eliminar grasas.
  • Relajación. El enfriamiento temporal ocasiona un dominio del sistema nervioso parasimpático, que favorece todos los procesos de recuperación y regeneración orgánica. Hay que recordar que el parasimpático hace posible el descanso y la relajación tras un esfuerzo, disminuye el estrés, gobierna procesos fisiológicos como la digestión o el acto sexual y participa en la regulación de los sistemas cardiovascular y genitourinario.
  • Otros beneficios. Aún pueden enumerarse más efectos relacionados con el frío, como la reducción de la frecuencia cardiaca, la estimulación de la secreción de jugos gástricos y de los movimientos intestinales, o la estabilización de los niveles de glucosa en la sangre.

El poder del frío para tratar el dolor

Desde hace milenios, todos los pueblos que han tenido acceso a la nieve sabían que podían utilizarla para tratar los traumatismos y las hemorragias.

Actualmente el frío continúa utilizándose para inhibir el dolor, incluso el más intenso, pues su señal nerviosa llega antes al cerebro y desplaza la del dolor.

Por cierto, el frío "conecta" con una proteína determinada de la membrana de las células nerviosas que también es sensible a los compuestos presentes en el mentol, de ahí que este también resulte refrescante.

La exposición de la mano y de la cara mientras se realizan las actividades en la nieve es suficiente para experimentar el frío y sus efectos estimulantes, pero se puede ir un poco –o mucho– más allá.

Sebastian Kneipp, pionero de la hidroterapia moderna en el siglo XIX, proponía como parte de su famosa cura los paseos descalzos sobre la nieve. Por otra parte, no es poco frecuente que los finlandeses terminen su sauna tumbándose desnudos en la nieve durante un par de minutos.

Adolescentes de todo el mundo, sin conocer a Kneipp ni la sauna finlandesa, deciden experimentar la nieve desnudos en medio de muchos aspavientos, graban la hazaña y la muestran en internet. Si es una locura o una muestra de vitalidad, queda a juicio de cada uno.

Sin llegar a extremos, realizar ejercicio físico intenso en parajes nevados es una forma válida de experimentar un baño de frío con efectos positivos inmediatos. Es una manera de movilizar los recursos orgánicos para generar calor. Este se produce principalmente a partir de la acción de los músculos, que reciben un aporte extra de sangre.