Primavera a tono con medicina tradicional china

El cansancio y el desánimo primaverales pueden ser una llamada del cuerpo a revisar ciertos hábitos. La medicina china invita en esta época a prestar más atención al hígado cuidando, por ejemplo, los alimentos, el ejercicio y la apertura emocional.

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Toa Heftiba-Unsplash


"La resonancia del primer trueno abre el cielo en pedazos, despierta a los insectos durmientes invernales y anuncia la llegada de la primavera". Esto afirma El Emperador Amarillo, un libro clásico de la medicina china. Y así lo estipula el milenario calendario agrario chino, al situar el arranque de la primavera en el tercer festival estacional o Jing Zhi, que tiene lugar hacia el 5 o 6 de marzo y que significa el ·"despertar de los insectos"; un despertar marcado por las primeras lluvias con relámpagos y truenos.

No hay que olvidar que en la antigua China se trabajaba la tierra y se vivía de ella: el calendario agrario se basa en la observación de las variaciones climáticas más sutiles, que permite prepararse para volver a cultivar la tierra; los campesinos dejan atrás el largo e inactivo invierno para dedicarse a la labranza y la siembra.

La primavera es, pues, la estación de comienzo, de despertar, de siembra y de desperezarse. Es tiempo de moverse y crecer, pero también de cuidar, sobre todo el hígado.

Cuando la negra noche (que se vincula con la energía del riñón) por fin se da por vencida ante el primer soplo de viento primaveral acompañado por el desgarrado trueno, se abre la semilla dormida bajo la protección y cuidado de la quietud. Es un momento de gran esfuerzo y requiere mucha atención, porque marca la encrucijada del fin y el comienzo, de estar inmóvil a ponerse en movimiento.

El cuerpo humano pertenece a la naturaleza y responde a sus cambios. Su reloj biológico palpita al ritmo de la Tierra. De hecho, la medicina china desarrolló todo su conocimiento a través de la observación de la naturaleza. Formamos un todo entre todos. Imaginemos una pierna dormida por estar demasiado tiempo en una misma postura sin moverse; cuando recuperamos la postura natural y la circulación se pone en marcha, sentimos en la pierna cosquilleo, dolor, temblor, pérdida de fuerza, pesadez… Es lo que sufre nuestro cuerpo energético en primavera tras la inactividad invernal.

El cuidado del hígado según la medicina china

El cuerpo no deja de funcionar ni se queda quieto o dormido durante tanto tiempo, pero el chi vital refleja el cambio de clima. Cuando llega el invierno, se ralentiza y entra en "modo ahorro"; al mismo tiempo se acumula gran cantidad de yang en el riñón para mantenerlo en calor, darle descanso y que se recupere del desgaste acumulado durante el año, del mismo modo en que la tierra, tras la cosecha, se repone durante el invierno sin actividad aparente.

En cambio, al iniciarse la primavera, el chi de riñón da paso al chi de hígado, y el hígado toma el mando de desperezar y despertar al organismo. Ahora bien, el despertar del cuerpo depende de cómo esté el chi de riñón. Si se encuentra pleno y fuerte, el hígado recibe suficiente energía para ponerse en marcha suave y reposadamente, con lo cual el cuerpo se despierta en armonía y con fuerza.

De lo contrario, el despertar será brusco o costoso. La energía del cuerpo funciona como el tiempo: no hay intervalos ni retenciones, fluye sin cesar; por tanto, nada es individual ni sucede sin una causa y, para entender el presente, necesitamos remontarnos al pasado.

Se recoge lo que se siembra

El porqué de la fatiga primaveral tiene que ver con cómo hemos actuado a lo largo del año, en invierno, otoño y verano. También depende de cómo es cada persona, su constitución, entorno geográfico, profesión, alimentación y hábitos.

El desgaste suele acentuarse en verano, porque es época de abundancia, movimiento y actividades extraordinarias en las que se abusa además de bebidas frías y comidas crudas. Luego, en otoño, cuando toca desprenderse de los excesos y buscar momentos de reflexión e interiorización, seguimos casi el ritmo de verano. Es cierto que en el clima mediterráneo no se notan tanto los cambios, pero si nos detuviéramos un momento y observáramos cómo los árboles amarillean y luego, día a día, se van quedando desnudos, nos daríamos cuenta del aviso.

Casi no tenemos el tiempo ni la conciencia de levantar la cabeza y mirar hacia el cielo, con lo que olvidamos la inmensidad de la tierra donde habitamos. El invierno llega sin hacerse notar y pagamos las consecuencias del mal uso de nuestro cuerpo y tiempo.

Nos quejamos del frío, de los constipados y del clima sin medir nuestros quehaceres. Es difícil dejar de trabajar y es obvio que casi nunca se puede, pero hay muchas maneras de llevar a cabo lo que hay que hacer.

Cuidar los alimentos es uno de los aspectos más importantes; cambiar los hábitos diarios es otro. El cuerpo, como la tierra, da lo que hemos sembrado y trabajado, y se compone de los cinco órganos vitales, que conjuntamente nos dirigen y conducen hacia donde queremos llegar.

El hígado es el órgano de la primavera, su color es el verde y su sabor, el ácido, se relaciona con los tendones y ligamentos, representa el elemento madera, su clima es el viento y su emoción, la ira. Como la madera, tiene tendencia a expandirse y a ascender como un árbol creciente: necesita espacio, y que nada le cierre el paso.

Empezar a moverse poco a poco

En El Emperador Amarillo se cuenta cómo cuidarse en esta época: en primavera, todos los seres vivos se despiertan y se ponen en marcha; hay que irse a la cama temprano y levantarse pronto, y pasear por el patio con el paso amplio y el pelo suelto para centrar el pensamiento y aumentar la determinación.

Es decir, que se debe hacer ejercicio diario sin prisa ni pasarse del límite, mantener el ánimo alegre y armonioso para favorecer la circulación de chi y sangre, meditar, mantener una actitud reposada, escuchar música y tomar el sol, caminar, correr, practicar taichí, dar y recibir masajes para activarse.

El despertar ha de ser paulatino y suave, sin olvidar lo que dejamos atrás, como los alimentos. En invierno, estos deberán haber sido ricos en proteínas y grasas para poder combatir el frío. En España, la gente de campo está más conectada con la tierra y conserva sus costumbres: la comida de invierno se toma con cuchara, es comida hervida, caliente y proteica.

En invierno también nos habremos movido menos; hibernamos como los animales en nuestra guarida junto al fuego, esperando la llegada del calor y el deshielo. Y el calor y el deshielo llegan rompiendo el cielo, moviendo la tierra. Así es la energía de hígado, tan tierna y tan tremenda.

Por eso, se recomienda en primavera alimentos que suavicen el carácter del hígado tonificando el yin y la sangre a través de bazo y armonizando el yin y el yang de hígado.

Más alimentos yin en primavera

En cuanto a los sabores, no hay que excederse con el ácido, pues el sabor que favorece al órgano (en este caso al hígado) puede resultar perjudicial si el órgano está desequilibrado. Es preferible combinarlo con otros sabores, sobre todo el dulce para acomodar al bazo/estómago.

Es en el bazo, junto con el estómago, donde se conserva el chi de tierra a través de los alimentos y donde se generan y distribuyen el chi y la sangre puros y nutritivos al resto de los órganos vitales. En esta labor esencial participa el hígado manteniendo libres las vías de paso, como un agente de tráfico, y actuando como almacén de sangre pura y nutritiva.

Si la reserva de sangre es abundante, todo el sistema está en armonía y la madera cuenta con agua suficiente para poder crecer sin excederse; de lo contrario, la madera se crispa y se rompe o se bloquea, el yang y el fuego ascienden sin control y la zona abdominal media y baja se bloquea y se vacía. Cuando esto sucede, el chi de bazo y estómago se ralentiza y no se genera suficiente chi y sangre, es decir, falta suministro de energía vital, y eso provoca cansancio y fatiga.

Los líquidos y el hígado en primavera

Un gran enemigo del hígado es el alcohol de cualquier tipo, desde el orujo a la cerveza. El alcohol tiene cuerpo de agua, esencia de fuego y es picante. El fuego irrita la mucosa de estómago y daña poco a poco su capacidad de digestión y absorción; luego llega a la sangre, que transporta cuanto necesitamos y, tras ser filtrado por el hígado, se deposita en él.

El fuego consume el agua, y entonces el hígado, siendo un órgano yin, tiende a actuar como yang, como el alcohol. Por otro lado, para cuidar bien al árbol (hígado), también se debe cuidar la tierra (bazo).

Y la tierra necesita agua, pero no hay que encharcarla. El gran error de hoy en día casi siempre viene de los excesos: de comida, distracción, vida sedentaria, preocupación, trabajo, miedo, desconfianza, pero a veces también bebemos demasiada agua sin necesidad, solo porque dicen que es buena para depurar.

El organismo no se limpia bebiendo agua, y menos si se tiene el bazo deficiente de chi, pues eso lo debilita más. Se bebe agua sin saber si realmente se necesita o si es bueno para la propia salud.

Cuidar el enfado

El hígado es el órgano más grande del cuerpo, con una capacidad única de reproducción de su propia célula, y además de a los alimentos es sensible a las emociones, sobre todo a su propia emoción: la ira y el enfado. Ya hemos visto que su elemento climático es el viento, y el viento, cuando se combina con el fuego y el yang, puede agitar, arrasar y secar el yin y la sangre.

El famoso dicho "la primavera la sangre altera" tiene su razón fundamental en la medicina china, y el viento agita la sangre, lo que genera uno de los desequilibrios más frecuentes de hígado: el viento interno. Ese viento inquieta al corazón y a la cabeza y provoca ansiedad, insomnio o somnolencia, enfado; afecta a su propio sistema con indigestión, distensión abdominal, sed, boca seca o amarga, estreñimiento, dismenorrea, cefalea, dolor articular y muscular…

Un cambio de largo recorrido

Cada vez nos alejamos más de la madre naturaleza, de la tierra que nos sustenta, olvidamos respirar, no prestamos atención a los alimentos que comemos, no miramos a los ojos de los seres queridos y en su lugar desviamos la mirada hacia la fría pantalla del ordenador, el televisor o el móvil.

En este contexto y el de los abusos en la alimentación, se apodera de nosotros el desequilibrio. Pero nadie debería pensar que por hacer una cura o cambiar la dieta momentáneamente va a recobrar la perfecta armonía, porque no se trata de conseguir la perfección si no de aprender a vivir día a día conscientemente.

Vamos a cuidar el hígado y a sacudirnos y eliminar las costumbres caducas para comenzar con una buena siembra, salud y energía verde.

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