Todo proceso inflamatorio, que se nombra añadiendo el sufijo -itis al órgano afectado (apendicitis, gastritis, artritis, bronquitis...) es una respuesta global de todo el organismo ante una situación traumática para él como lo es la lesión o destrucción de células propias, aunque se manifieste localmente.

Aunque la inflamación puede darse en cualquier órgano o tejido, los procesos inflamatorios crónicos más frecuentes se expresan a través de:

Sin embargo actualmente se está hablando mucho de la inflamación crónica del organismo, que se valora por el alto número de marcadores inflamatorios: sustancias mediadoras de la inflamación que se liberan y participan en ese proceso, presentes en la sangre.

En la inflamación crónica, la respuesta que se expresaba a nivel local en un órgano determinado con las inflamaciones agudas ha adquirido tal intensidad que se ha transformado en un proceso que está presente a través de la circulación en casi todos los rincones del cuerpo, y que crea un medio que facilita la génesis de patologías diversas como las cardiovasculares, neurodegenerativas (Alzheimer, Parkinson ... ), problemas autoinmunes, psoriasis, etc.

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¿Qué es la inflamación?

La inflamación es una reacción defensiva del organismo y se caracteriza por la aparición de rubor, calor, tumor, dolor y la consecuente alteración funcional.

Su objetivo, además de eliminar o aislar el agente irritante o patógeno y las células que haya dañado, es la reparación de la lesión producida.

El órgano o zona afectada se defiende aumentando la llegada de sangre (enrojecimiento, rubor) y enlenteciendo su circulación (incremento de temperatura local o calor), lo que facilita el flujo de elementos para neutralizar la agresión y la combustión de sustancias morbosas.

Esta congestión y estancamiento sanguíneo permite la salida de los vasos y capilares de sustancias (suero y mediadores químicos) y células (leucocitos) que actúan de barrera defensiva (tumefacción, bulto, hinchazón o tumor).

Al mismo tiempo, obligan al reposo funcional del tejido afectado al activar las terminaciones nerviosas allí presentes (dolor local) .

Diferencia entre inflamación crónica y respuesta inmunitaria

Se suelen equiparar la reacción inflamatoria y la respuesta inmunitaria propia de infecciones, alergias o enfermedades autoinmunes.

Los dos procesos comparten mecanismos y frecuentemente van unidos: a veces la inflamación precede a la inmunidad (asma alérgico secundario a una mucosa bronquial inflamada), y en otras ocasiones la inmunidad es previa a la inflamación, como suele ocurrir en muchas enfermedades autoinmunes, como por ejemplo en la artritis.

La diferencia está en que la inflamación es inespecífica, no tiene memoria del agresor y actúa rápidamente contra todo tipo de sustancias, gérmenes, y la inmunidad es específica (está dirigida hacia un antígeno o agresor concreto), y tiene una respuesta más lenta pero más adaptada a la agresión.

Simplificando, podríamos decir que la respuesta inflamatoria está presente en la respuesta del sistema inmunitario (infecciones, alergias y enfermedades autoinmunes).

La inflamación o enfermedad crónica aparece cuando el proceso agudo no se resuelve completamente y se prolonga en el tiempo.

Esto puede suceder por una insuficiente capacidad de respuesta del organismo para superar la agresión (defensas débiles o inmunidad baja) o por una persistencia de la causa que la origina.

¿Por qué se produce la inflamación crónica?

Las causas de la inflamación pueden ser múltiples y variadas. La continuidad de estas causas, o la poca capacidad de respuesta del organismo para defender se de ellas, son las que pueden convertir una inflamación aguda en crónica.

Bacterias, virus y parásitos que invaden el organismo son uno de los motivos más frecuentes de la respuesta inflamatoria que se manifiesta en las infecciones, como ocurre por ejemplo en una amigdalitis crónica.

El calor, el frío, las radiaciones, los estímulos eléctricos o traumatismos mecánicos sencillos pero reiterados (rozaduras en el zapato por ejemplo) pueden ser agentes que lesionen o irriten tejidos y que despierten la respuesta reparadora inflamatoria. Las propias células destruidas por estas agresiones aumentan la reacción inflamatoria.

Sustancias irritantes externas que incorporamos a nuestro cuerpo como las presentes en el tabaco, en el alcohol, en el café, en barnices y pinturas, en contaminantes medioambientales, etc. pueden producir reacción inflamatoria que se expresa inicialmente en mucosas de vias respiratorias y digestivas, pero que posteriormente, al ingresar en la sangre, también pueden actuar sobre las arterias (tromboangitis obliterante o enfermedad de Buerger, típica de los fumadores) u otros tejidos.

También existen sustancias irritantes internas, como por ejemplo el exceso de pepsina o ácidos digestivos como respuesta necesaria para digerir diariamente alimentos muy complejos como es la carne o por un estrés mantenido, o el exceso de ácido úrico y otros metabolitos resultantes de la digestión de algunos de estos alimentos, pueden conducir a gastritis o enfermedades metabólicas de componente inflamatorio como la gota.

El sistema nervioso central coordina y dirige todas las reacciones orgánicas, y la inflamación crónica es una de ellas. A su vez, el sistema nervioso está influenciado por la situación emocional de la persona.

Hay estudios que demuestran que la ansiedad y el estrés favorecen la inflamación, ya que ponen en circulación sustancias que participan en este proceso. El tratamiento de los conflictos emocionales puede corregir en buena parte ese problema.

Los desequilibrios dietéticos, especialmente la sobrealimentación grasa y proteica, que se traduce en un aumento del depósito de sustancias en el organismo (grasa en los adipocitos, y ésta junto a las proteínas en las paredes de las arterias dificultando el intercambio con las células y reteniendo en la sangre grandes cantidades de glucosa, agua, ácido úrico, lípidos, insulina...).

Son el origen de la obesidad y el llamado "síndrome metabólico" tan de moda hoy en día y que reúne problemas como la diabetes (aumento de glucosa en sangre), hipertensión (aumento de líquidos en sangre), gota (aumento de ácido úrico), hipercolesterolemia (aumento de grasas), etc., típicos de adultos pero que se están extendiendo en la población infantil.

Todas estas sustancias si se depositan en un grado excesivo en el cuerpo provocan un efecto proinflamatorio, como respuesta defensiva ante una situación anormal (demostrada en casos como en los adipocitos), y que aunque no se aprecia a nivel externo sí que contribuye a la aparición de multitud de patologías.

Por ejemplo, se trabaja sobre la hipótesis de que muchas enfermedades crónicas de las denominadas autoinmunes puedan ser el resultado de pequeñas modificaciones de células propias inducidas por las diferentes sustancias de efecto proinflamatorio que circulan en la sangre.

La inflamación intestinal crónica asintomática aumenta la permeabilidad de la barrera digestiva y permite la entrada de sustancias y moléculas mucho más complejas de las que el cuerpo está preparado para recibir.

La aparición en el organismo de estas sustancias extrañas, como pueden ser pequeños polipéptidos ajenos al organismo de proteínas complejas como las de la leche de vaca, son consideradas una de las posibles causas de la respuesta inflamatoria crónica de tipo alérgico.

¿Cómo tratar la inflamación?

Como hemos mencionado, la inflamación crónica es la respuesta a una agresión que permanece en el organismo largo tiempo sin resolverse.

Esta respuesta, inicialmente defensiva, curativa y reparadora, si no es escuchada o bien interpretada puede convertirse en una fuente de problemas para la salud.

Por eso ante cualquier proceso inflamatorio agudo es fundamental identificar la agresión para evitarla, y acompañar al organismo en su proceso curativo.

Si no actuamos así y simplemente administramos como tratamiento medicaciones o productos sintomáticos como antiinflamatorios, que lo que hacen es suprimir esta respuesta curativa y reparadora, el proceso sigue activo cronificándose una situación en la que el organismo acaba por acomodarse a la agresión, conviviendo con ella y movilizando defensas que sistemáticamente quedan abortadas por el tratamiento supresivo.

Por eso, en ocasiones, la única forma de resolver una patología crónica es conseguir su agudización, suprimiendo las causas y liberando de nuevo las fuerzas curativas que se expresan con toda su vitalidad (reconducidas con recursos naturales) en lo que en medicina naturista se llaman crisis curativas.

Esto es lo que ocurre, por ejemplo, cuando una dermatitis crónica que ha estado suprimida con medicación antiinflamatoria como los corticoides, reaparece al cabo de un tiempo al hacer una cura depurativa de limpieza y eliminación de toxinas, y necesita de una serie de cambios de hábitos, de apoyos dietéticos, fitoterapéuticos, emocionales, etc. para su definitiva solución.

Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, el reconocimiento y retirada de los agentes o sustancias causantes del efecto inflamatorio o proinflamatorio hace que la crisis curativa sea mucho más suave o incluso no se produzca.

Al igual que es un error tratar los procesos inflamatorios sólo con antiinflamatorios, también lo es dirigir este tratamiento a un solo órgano, ya que la inflamación es un proceso global que puede manifestarse localmente.

No tiene sentido tratar un asma crónico exclusivamente con broncodilatadores si no modificamos la dieta, disminuimos tensiones, descongestionamos el sistema linfático, protegemos el hígado, etc., medidas dirigidas a eliminar los factores generadores de inflamación y a recobrar el equilibrio que pueda mantener a la persona en salud, liberándola de otras patologías asociadas o de origen común al asma, como la rinitis, la bronquitis, la ansiedad ...

Prevenir y tratar los procesos inflamatorios crónicos requiere eliminar las causas generadoras de inflamación y apoyar al organismo en su tarea de limpieza y reconstrucción tisular y emocional.

En algunos casos conviene utilizar durante un tiempo los tratamientos supresivos y sintomáticos de la medicina convencional (antiinflamatorios, broncodilatadores...), hasta que el organismo pueda asumir, con la ayuda de los recursos naturales, el completo control del proceso.

No hay que agobiarse por mantener temporalmente una medicación que sabemos que a la larga no cura, pero que ayuda a pasar una situación que de otro modo costaría controlar.

Las técnicas psicofísicas como el yoga, el taichi, la sofrología, la visualización, etc., como reguladoras de la conexión entre mente y cuerpo que son, pueden ejercer un papel muy activo en la prevención y tratamiento de los procesos inflamatorios crónicos, siendo además muy útiles en el control del dolor.

La ciencia de la psiconeuroendocrinoinmunología nos aporta cada vez más información de la importancia de un buen equilibrio emocional para obtener una buena salud corporal.

Por este mismo motivo, la resolución de conflictos anímicos, en colaboración con un buen profesional, es tarea recomendable.

Dieta antiinflamatoria: las claves

Aunque cada paciente con un proceso inflamatorio crónico necesita consejos personalizados, existe una dieta antiinflamatoria básica preventiva y moderadora de la inflamación útil en todos los casos.

Su objetivo no es suprimir la respuesta defensiva del organismo que es la inflamación, sino eliminar los factores que la producen y la multiplican, limpiar los tejidos y favorecer la reconstrucción tisular.

Veamos las características principales de la dieta antiinflamatoria:

  • La dieta en general debe ser poco calórica, rica en frutas, verduras, cereales integrales y frutos secos, con consumo moderado de legumbres, que regule el peso y disminuya el depósito en la sangre y los tejidos de sustancias que puedan estimular un efecto proinflamatorio.
  • Se ha comprobado que una dieta vegetariana bien planificada, especialmente sin lácteos ni huevos, cumple estos requisitos, depurando y reduciendo la inflamación gracias a los antioxidantes y demás fitonutrientes que contiene.
  • Parece ser que el efecto regulador de la inflamación aumenta si la proporción de alimentos crudos (zumos, frutas, ensaladas) es destacada, al menos una tercera parte, debido a que el calor puede alterar o destruir algunas de estas sustancias protectoras.
  • Además los alimentos crudos son muy útiles en los procesos inflamatorios porque tienen un gran poder regenerador de células y tejidos, por su riqueza en fermentos y enzimas que aceleran los procesos de reconstrucción.
  • Es muy importante que todos los aceites que se utilicen sean obtenidos de primera presión en fríoy además biológicos.
  • La vitamina C(frutos cítricos y vegetales frescos) y la vitamina E poseen propiedades reguladoras de la inflamación.
  • La cantidad de vitamina E diaria recomendada (8 a 10 mg diarios), inhibe la excesiva producción de COX-2 y por tanto de la prostaglandina E2 y las citoquinas inflamatorias.
  • Alimentos ricos en esta vitamina son los aceites vegetales de primera presión en frío (especialmente el de germen de trigo), frutos secos oleaginosos, semillas y cereales integrales.
  • El cobre, de forma general, ayuda a controlar la inflamación, igual que el selenio, el cinc y el manganeso, todos ellos potentes antioxidantes. Una dieta de tendencia vegetariana es rica en estos oligoelementos, pero se puede reforzar el tratamiento con preparados que los contengan y otros más específicos para cada expresión de la inflamación.
  • La leche y los lácteos, debido a sus componentes alérgenos, también son productos proinflamatorios. En esta misma situación están aditivos, conservantes, etc, y como tal deberían moderarse.
  • El azúcar blanco, por su capacidad inmunosupresora (disminución de la actividad de los leucocitos) y por ser un ladrón de vitaminas, minerales y oligoelementos, no es aconsejable.
  • Suprimir los hábitos tóxicos individuales, como el tabaco, el alcohol y el café, es especialmente aconsejable, sobre todo en procesos inflamatorios de vías respiratorias y digestivas, pero también en artritis, dermatitis.... por ser responsables de irritación e inflamación.
  • Los alimentos con mucha fibra (verduras, hortalizas y cereales integrales) y los crudos deben evitarse en las fases de crisis de las personas con procesos digestivos inflamatorios crónicos, sobre todo intestinales (colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn... ).
  • La mucosa digestiva necesita una dieta muy suave y sobre todo astringente (zumo de limón, arroz blanco hervido, manzana cruda pelada y rallada, canela que es astringente y hemostática...).
  • La fibra de las algas por su riqueza en mucílagos y acción antiácida sí se puede tomar. Pasada la fase de gastroenteritis y estabilizada la digestión, lo conveniente sería pasar a la dieta básica antiinflamatoria anteriormente descrita.

Grasas e inflamación: ¿cuáles son más adecuadas?

Los problemas inflamatorios pueden tener relación con un exceso de ácidos grasos omega-6 y un déficit de omega-3.

Los omega-3 se encuentran en las grasas del pescado azul (caballa, arenque, sardina, salmón...) , en los aceites vegetales de primera presión en frío (lino, nuez, germen de trigo, soja ... ) y en los alimentos de los que estos proceden.

La soja, su licuado (leche de soja) y el tofu también contienen una proporción importante de omega-3.

Tan o más importante que aportar nutrientes de los que la dieta habitual es deficitaria, es moderar los alimentos que favorecen la inflamación.

Por ejemplo los que contienen un exceso de omega-6, a partir del cual se produce el ácido araquidónico de efecto proinflamatorio, como por ejemplo la carne de cerdo y los huevos.

Caldo vegetal depurativo

La dietética naturista aconseja en todos estos casos un caldo vegetal denominado desinflamante con un gran poder depurativo, mineralizante y descongestionante.

Ingredientes:

Se hierven durante una hora a fuego lento, sin aceite ni sal, en dos litros y medio de agua. Se cuela y el líquido se guarda en el frigorífico en un recipiente de cristal o acero inoxidable.

Se toma entibiado veinte minutos antes de las tres comidas principales con el zumo de un limón recién exprimido.

Pueden añadirse otros vegetales: una cabeza de ajos o tres puerros en casos de artritis o procesos articulares o musculares dolorosos, tres o cuatro hojas verdes de lechuga cuando hay un componente importante de ansiedad por su efecto sedante...

Otros remedios naturales para la inflamación

En la inflamación se produce una primera etapa de destrucción, que afecta también a tejidos propios, y control sobre agentes nocivos para el organismo, y una posterior etapa de reconstrucción.

Todos estos procesos están vehiculizados a través de la circulación sanguínea. Una buena dinámica circulatoria favorece la llegada de todos los elementos necesarios a la zona elegida y la eliminación de lo que ya es una carga para el cuerpo.

Los hábitos hidroterápicos, como la ducha matinal con cepillado de agua fría al final, son una forma sencilla y práctica de mantener la elasticidad vascular y una activa circulación, previniendo y co-laborando a la solución de los procesos inflamatorios crónicos.

Las envolturas de tronco con agua fría de un mínimo de dos horas de duración, productoras de calor, son un efectivo vasodilatador bronquial en procesos respiratorios obstructivos crónicos.

Los baños de vapor de cuerpo entero, alternados con abluciones de agua fría son un potente estimulante circulatorio y un gran depurativo que alivia la artritis.

La compresa abdominal de arcilla fría (se puede aplicar, una o más veces, durante dos horas en el día o la noche) es un excelente coadyuvante del tratamiento de las enfermedades inflamatorias intestinales gracias a su poder analgésico, antiinflamatorio y descongestionante, pues consigue derivar hacia la piel el exceso de sangre acumulada en las vísceras digestivas. Efecto parecido ejerce el baño vital.

El ejercicio físico regular, sin llegar al agotamiento, reduce la producción de prostaglandinas proinflamatorias, por lo que también se aconseja como medida preventiva y terapéutica.

Plantas con acción antiinflamatoria

Hay muchas plantas útiles, aunque lo importante es individualizar cada caso de inflamación crónica y adecuar los recursos fitoterapéuticos y su dosificación al tratamiento que recibe cada paciente.

  • El grosellero negro (Ribes nigrum) y la cúrcuma (Curcuma longa) poseen flavonoides y curcuminoides respectivamente con notable actividad antiinflamatoria.
  • También la uña de gato (Uncaria tomentosa) tiene un efecto antiinflamatorio y además es estimulante de la actividad defensiva.
  • La ulmaria (Filipendula ulmaria) y el sauce (Salix alba)contienen derivados salicílicos con excelentes propiedades antiinflamatorias, analgésicas y antipiréticas, similares a las de la conocida aspirina (este fármaco se obtiene de estos derivados del sauce) . Por este motivo son adecuadas para artritis, ataques de gota, etc.
  • La hierba de San Juan (Hypericum perforatum), al igual que la cúrcuma en forma de crema (uso tópico), también es un conocido antiinflamatorio gracias a su contenido en hipericina, y se puede aplicar localmente en procesos de dermatitis.
  • La manzanilla (Matricaria chamomilla) se aconseja cuando la inflamación afecta a la mucosa digestiva, por su acción antiespasmódica, carminativa, sedante nerviosa y antiinflamatoria. En gastritis y procesos inflamatorios intestinales crónicos es la planta de elección.
  • El helicriso (Helichrysum arenarium) se utiliza en casos de rinitis, bronquitis crónica y asma, por su efecto antialérgico, espasmolítico y expectorante.
  • En los procesos inflamatorios crónicos de vías respiratorias altas se utilizan multitud de otras plantas para ayudar a aliviar los síntomas cuando son excesivos (perilla, malva, violeta, tusílago, etc.)
  • El cardo mariano (Silybum marianum)es un gran hepatoprotector, con acción antioxidante y antiinflamatoria, por lo que se recomienda en los casos de hepatitis y cuando el paciente recibe potentes medicamentos antiinflamatorios. Otras plantas hepatoprotectoras son la alcachofera, la fumaria, el rábano negro y el alga cochayuyo.