El orgasmo es un tema apasionante y es objeto de estudio por parte de esforzados investigadores, pero la ciencia está lejos de saberlo todo sobre él.

Es demasiado complejo para ser abarcado por el método científico. Se ha utilizado la tecnología más compleja para observar el orgasmo, pero todavía nadie ha podido responder a la pregunta más simple: ¿qué es el orgasmo?

¿Qué es el orgasmo y para qué sirve?

Desde la biología se ha escrito que su misión es asegurar el interés de los seres humanos por la reproducción, aunque muchas especies (y parejas humanas) se las arreglan para procrear sin orgasmos.

Investigaciones recientes sugieren que el orgasmo es, como el sueño, fruto de una sutil interacción entre el cuerpo y la mente.

Por eso sus manifestaciones no se limitan a los genitales, tal como estamos acostumbrados a pensar, sino que invaden el campo psicológico.

Las investigaciones realizadas por el psiquiatra Joseph Bohlen en la Universidad Southern Illinois (Estados Unidos) lo demuestran.

Estudió trece variables fisiológicas (frecuencia cardiaca, presión arterial, intercambio de oxígeno, contracciones musculares, circunferencia del pene, conductividad de la piel y otras) y su relación con las percepciones y descubrió que no había relación.

Algunas personas experimentan respuestas físicas intensas que van acompañadas de descripciones sosas del orgasmo que acaban de disfrutar. En cambio otras refieren maravillas de un clímax que apenas ha hecho parpadear los aparatos de medición.

Un tercio de las mujeres estudiadas por Bohlen afirmaron haber tenido un orgasmo sin que se pudieran detectar las contracciones de que hablan los libros de sexología.

Para Bohlen está claro que "se trata de una experiencia cerebral".

El orgasmo como fenómeno introspectivo

Gorm Wagner, del Panum Institute de Copenhage, también ha estudiado la intervención de los distintos sistemas corporales (nervioso, endocrino, inmunitario...) en la respuesta orgásmica y ha concluido que se trata esencialmente de "un fenómeno introspectivo, un estado autosensitivo de satisfacción física o mental".

Los pioneros Kinsey, Masters y Johnson hicieron énfasis sobre los síntomas fisiológicos del orgasmo porque los podían medir con aparatos.

El orgasmo se definió como un reflejo que consiste en espasmos rítmicos sumamente placenteros del grupo muscular pubococcígeo, que sostiene el suelo pélvico, con una frecuencia de 0,8 segundos.

Puede ir acompañado de eyaculación, evidente en el hombre (alcanza los 45 km/h) y más discreta en la mujer.

Una cosa es el orgasmo de libro y otra lo que le sucede a cada persona. Si se mira al detalle, cada una tiene un orgasmo diferente y con sus propias razones.

Manuales serios de sexología afirman que "en las mujeres no existe el orgasmo sin estimulación del clítoris", cuando en realidad algunas pueden irse mientras les acarician las palmas de las manos.

Las fantasías, los recuerdos, las emociones influyen tanto sobre el orgasmo como los estímulos físicos.

No se puede estandarizar el orgasmo porque no hay dos iguales. No son iguales con una persona que con otra, los de la juventud que los de la madurez, los de ayer que los de mañana, el primero que el segundo...

Las cuatro fases del placer

Según los sexólogos clásicos, el orgasmo aparece cuando se tocan los botones adecuados y tiene unas pautas previsibles, con sus fases y "síntomas" específicos.

Los especialistas dicen que el orgasmo es la tercera fase de la respuesta sexual humana.

La primera es la excitación y dura unos pocos minutos o varias horas. El hombre experimenta la erección y la mujer se lubrica y su vagina se expande.

Además, se produce un aceleramiento de los latidos del corazón, de la presión arterial y de la respiración.

La segunda fase es la meseta y en ella se acentúan los cambios fisiológicos. En la mujer, los labios vaginales se engrosan y cambian levemente de color, el clítoris se endurece, las paredes vaginales se llenan de sangre y la entrada se amplía.

También se suele producir un enrojecimiento de la piel en estómago, pecho, hombros o cara.

La tercera fase, la del orgasmo propiamente dicho, es la más breve pues dura sólo unos segundos.

La cuarta significa el retorno al estado de reposo y dura de 5 a 60 minutos. El pene, el útero y el clítoris regresan a sus posiciones normales, los músculos se relajan y las frecuencias cardiaca y respiratoria se normalizan.

Diferencias en el orgasmo de hombres y mujeres

  • Los hombres parecen gozar de un solo tipo de orgasmo que va acompañado de eyaculación. Coincide con las tasas respiratoria y cardiaca más altas, y las contracciones más intensas de la musculatura pélvica.
  • Algunos hombres pueden experimentar como un orgasmo las contracciones que preceden a la eyaculación, la evitan, esperan y vuelven a buscar el placer.
  • Se afirma que ciertos hombres tienen la capacidad de eyacular varias veces y sentir placer sin pérdida de la erección. Son hombres multiorgásmicos.
  • Se ha afirmado que las mujeres los tienen de una clase sólo, de dos, de tres y de más. La mayoría de sexólogos creen que son distintas percepciones de un único orgasmo básico, y que uno u otro aparecen en función de las circunstancias.
  • Otros expertos creen que existen distintos orgasmos según las zonas estimuladas, sean el clítoris (punto A), la uretra (punto U), el punto G o el punto K.
    • El punto G se encuentra en el interior de la vagina, en la cara superior, a unos 3 cm de la entrada y presenta una superficie rugosa característica cuando la mujer está excitada. Su estimulación puede llevar a un orgasmo que va precedido de la sensación de ganas de orinar y acompañado por la eyaculación de un fluido lechoso que contiene fosfatasa, como las secreciones prostáticas masculinas.
    • El punto K se halla en el fondo de la vagina. Cuando la excitación es máxima, los músculos y ligamentos que envuelven el útero ascienden un poco y permiten la penetración en un pequeño espacio extra (el fórnix). Sus orgasmos se relacionan con contracciones uterinas y pueden durar hasta 30 segundos.
  • Las mujeres pueden encadenar orgasmos de un tipo u otro o mixtos. Es igualmente cierto que un único orgasmo resulta plenamente satisfactorio para muchas mujeres.

¿Qué puede impedir llegar al orgasmo?

La idea de que el orgasmo es una experiencia que supera el territorio genital y que tiene un fuerte componente mental se ve apoyada por el hecho de que apenas se conocen trastornos físicos que puedan impedirlo.

Sin embargo, el 1 % de los hombres y el 15% de las mujeres son incapaces de disfrutarlo, según la Asociación Mundial de Sexología.

Se sabe que prácticamente la totalidad de las anorgasmias tiene orígenes psicológicos.

Se puede estar convencido, aunque no se sea consciente de ello, de que la sexualidad es una actividad sucia o inmoral. Se pueden albergar dudas sobre si uno mismo está a la altura de la pareja o si ésta es la adecuada. Cualquiera de estas sensaciones y muchas otras pueden bloquear a la persona y hacer imposible que llegue al orgasmo.

Pero la interferencia psicológica más frecuente guarda relación con las expectativas.

Imaginar el gran placer del orgasmo o buscar ante todo el de la pareja puede favorecer la eyaculación precoz, la impotencia o la frigidez. Cuanto más se persigue el orgasmo, más se escapa.

La solución es dejar de buscar el éxtasis y estar simplemente dispuesto a que el orgasmo le encuentre a uno.

No hay que perseguir el placer del orgasmo desde eI principio, sino difrutar del aquí y ahora.

Esto significa disfrutar a fondo de cada segundo del encuentro sexual, desde la sensación más leve a la más intensa, del primer instante al último.

Los sexólogos suelen aconsejar a las parejas que se apliquen en los preliminares, pero la propia palabra indica que la etapa final es la importante. Los amantes debieran entregarse al contacto y olvidarse de las fases, de los tiempos y de todo lo que se cree saber.

Un acto sexual no resulta menos completo ni satisfactorio por no terminar con la eyaculación masculina o un orgasmo simultáneo.

¿Cómo conseguir un orgasmo simultáneo?

"Si un encuentro no incluye un orgasmo simultáneo no significa ni mucho menos que haya fracasado. Sin embargo, es más fácil que las parejas con una buena comunicación gocen simultáneamente. No es que se lo propongan, sino que se favorece una especie de sincronía inconsciente de los cuerpos."

El terapeuta Edward Eichel propone una técnica consistente en adoptar una postura que ejerce una presión rítmica y constante sobre el monte de Venus.

Parte de la postura clásica de la mujer abajo y el hombre arriba, pero él se coloca algo más arriba, de manera que las caderas quedan a la misma altura, y apoya su peso sobre ella. Al penetrar, parte del tallo del pene siempre roza con la parte superior de la vagina.

La mujer envuelve con sus piernas los muslos de su compañero. Cuando ella eleva su cadera, él lleva la suya hacia atrás mientras el pene desaparece dentro de la vagina. Cuando ella baja, el hombre desciende hacia ella también, mientras el pene sale y roza la zona del clítoris.

El ritmo ha de ser relajado y constante, sin acelerarlo ni enlentecerlo hasta el final.

Técnicas para favorecer el orgasmo

Mujeres y hombres pueden seguir o adaptar los siguientes consejos y técnicas para obtener orgasmos más largos, intensos y poderosos.

Ejercitar la pelvis

El grupo muscular pubococcígeo, que sostiene el suelo pélvico, debe mantenerse tonificado para que la llegada de sangre durante la excitación sea abundante y las contracciones intensas.

La tonificación se consigue mediante contracciones de los músculos que abren y cierran el esfínter anal y la uretra.

Retener repetidamente la orina durante dos segundos mientras se micciona ejercita este músculo, pero conviene hacer el ejercicio "en seco", contrayendo 20 veces seguidas, tres veces al día.

La mujer puede apretar el pene con la vagina, lo cual constituye una técnica sexual agradable. El hombre puede tensar el músculo que "eleva" su miembro.

Cierto control

La penetración es un arte en que la mujer y el hombre pueden intercambiarse el control de los movimientos y las posiciones.

En vez de una carrera monótona y desenfrenada, es posible cambiar de velocidad, profundidad y dirección de la penetración para estimular diferentes zonas de la vagina.

Variar la respiración, haciéndola más lenta y profunda, permite retrasar el orgasmo. Conviene aprender a relajarse en plena excitación, deteniéndose, respirando y hacerlo varias veces.

Al relajar los músculos de la pelvis antes del orgasmo las contracciones son más intensas.

Probar posturas

Todas tienen su gracia, así como ventajas e inconvenientes. Cada pareja debe encontrar las que más les satisfacen.

Si la mujer se sienta a horcajadas sobre el hombre puede controlar el ritmo, la dirección y la profundidad de la penetración y es posible acariciar el clítoris.

Tendida boca arriba, puede servirse de un cojín para elevar sus nalgas y apoyar las pantorrillas sobre los hombros del hombre. Realizando variaciones de esta posición se puede estimular a la vez el clítoris, el punto G y el K.

Tocarlo todo

Las zonas más sensibles (glande y clítoris) no deben ser las primeras en ser acariciadas: podría ser desagradable.

El clítoris se extiende unos 10 cm a cada lado de la entrada de la vagina, por debajo de los labios mayores y menores y está compuesto de tejido eréctil como el pene.

Por eso la estimulación de cualquier punto en la zona genital femenina puede llevar al orgasmo.

Pero todo el cuerpo es erógeno, en especial los pies, las corvas, la cara interior de los muslos, los pechos, las manos, el cuello y la cabeza.

Recuperar la intimidad

A diferencia de lo que ocurre en otras sociedades, en la nuestra se habla abiertamente del sexo. En la radio hay infinidad de consultorios sexológicos.

Muchas publicaciones le reservan en cada número unas cuantas páginas. En la televisión se habla con desparpajo de técnicas sibaritas. En internet las charlas eróticas con desconocidos están al alcance de cualquiera. Y en el cine se representa una y otra vez el ideal de la actuación sexual.

Sin duda esta publicidad libera de sentimientos de culpa injustificados y difunde información útil. Pero la universalización de la sexualidad se hace a costa de despersonalizarla.

Se enfoca como si fuera un fenómeno exclusivamente físico que exigiera el conocimiento de determinadas técnicas para alcanzar el objetivo anhelado. Y cuantos más orgasmos y más intensos, mejor. Todo ello en un marco de cuerpos en forma y relación romántica estereotipada.

Tal panorama puede constituir, paradójicamente, un obstáculo para el orgasmo como experiencia enriquecedora. Los amantes pueden verse empujados a representar una actuación digna de recibir la aprobación externa.

Es necesario recuperar la intimidad, en el sentido más amplio y profundo de la palabra. Intimidad y libertad para, si así se elige o si así es la propia naturaleza, vivir a gusto y plenamente sin orgasmos o experimentándolos con quién, cuándo, cómo y dónde realmente apetezca.

Intimidad donde sentirse seguro, confiado, para abandonarse, para eliminar cualquier idea preconcebida y abrirse a la experiencia, que será como tenga que ser en cada momento y circunstancia.

Abrirse a la experiencia real

Acercarse al orgasmo de manera abierta, olvidando experiencias pasadas y con la actitud de quien va "a ver qué pasa", puede sacar a la luz aspectos de uno mismo que no se conocían.

Quizá se sea más apasionado de lo que se imaginaba. A lo mejor se prueban cosas que antes se rechazaban. Tampoco es extraño que afloren emociones reprimidas o sentimientos de conexión profunda con la pareja.

Barry Long, en su obra Haciendo el amor, propone, a contracorriente del discurso dominante, que no se utilice la imaginación para excitarse, pues se trata de estar plenamente aquí y ahora.

Para Long, los juegos y flirteos son una manera de huir de lo que se tiene realmente entre manos. Lo que hay que hacer es "salir de la mente y entrar en el cuerpo".

La imaginación desbocada es una de las causas de la ahora tan frecuente eyaculación precoz (la sufre un número creciente de hombres).

Los adolescentes fantasean para excitarse en solitario y terminar rápido. Luego ese hábito les impide adaptarse a la pareja y reduce la cantidad de matices que son capaces de percibir durante el encuentro sexual.

El cuerpo sabe cómo

Para quien sufre eyaculación precoz, el orgasmo constituye una obsesión y un problema.

Además de aprender técnicas para postergarla, que habitúan a las sensaciones preorgásmicas, han de confiar en el cuerpo, que es quien realmente sabe llevar el ritmo.

Si se elimina la ansiedad, se permite al cuerpo que despliegue su sabiduría innata. Entonces el orgasmo se produce por sí mismo, sin que ninguno de los dos amantes lo provoque. O bien no se produce, y no pasa nada.

Cada orgasmo significa un gasto de energía, especialmente para el hombre. Por eso es frecuente que se busque disfrutar de cuanto rodea al clímax y retrasarlo todo lo posible.

Con las prácticas taoístas y tántricas se intenta incluso revertir el proceso y ganar energía en lugar de perderla. La prudencia en las relaciones sexuales no ha sido sólo una manía oriental o puritana.

En la Grecia clásica ya se teorizó sobre la necesidad de ahorrar semen, fluido vital cuya producción debía costar un gran esfuerzo al organismo. Se pensaba que tenía su origen en el lugar donde cuerpo y alma se unen, o que era fruto de una compleja transformación de los alimentos.

La visión más elevada del orgasmo lo describe como un instante donde el conocimiento más profundo se hace posible. Durante unos segundos se pierde la noción del tiempo y del espacio mientras los dos miembros de la pareja se funden hasta sentirse uno.

Según las disciplinas tántricas y taoístas, este efecto se multiplica aprendiendo a retrasar o suprimir la llegada del orgasmo para transformar la energía física sexual en otra de tipo espiritual.

Sin aspirar a tanto, muchos utilizan el tantra para aumentar su control de la situación y gozar durante más tiempo de manera consciente. Esta es una forma legítima de hacer el amor, pero cabe preguntarse si no exige llevar demasiado la contraria al cuerpo.

Günter Nitschke, autor de la obra Silent orgasm (Ed. Taschen), dice que "dejarse ir completamente y abandonar todo control es un requisito para cualquier efecto curativo o transformador del amor".

Una vez satisfecha la obsesión sexual se abren las puertas hacia estados de conciencia más perceptivos. Nitschke propone comenzar con la manera activa de hacer el amor y aprovechar el efecto del éxtasis para sumirse después en una meditación profunda.

Durante la relajación posterior al orgasmo se tiene la ocasión de reencontrarse y trascenderse. Tras el orgasmo, uno de los dos miembros de la pareja se mantiene absolutamente pasivo, relajado, con los ojos cerrados, viendo qué pasa dentro y fuera de sí mismo, sin juzgar, sin pensar, durante el máximo tiempo posible.

Puede que no ocurra nada, pero también es posible que de pronto comprendamos algo importante. Es lo que Nitschke llama "orgasmo silencioso".

La vida puede cambiar

Alejarse de fórmulas estereotipadas y encarar el orgasmo y la sexualidad de una manera personal puede tener repercusiones en el resto de los aspectos de la existencia.

Quizá se descubra, por ejemplo, que resulta igualmente provechoso dejarse ir, fluir y mantenerse relajado en vez de intentar realizar la propia voluntad a toda costa.

Si en la mayoría de circunstancias cotidianas intentamos ejercer el control, ante el sexo deseamos perderlo y, acaso en contra de lo previsto, somos recompensados con un placer indescriptible.

Son instantes en que la vida se abre paso, pero en los que también se atisban grandes misterios de la existencia, quizá precisamente los que pueden darle sentido y donde incluso es posible aceptar la certeza de la muerte y la disolución de la conciencia en una realidad que nos sobrepasa.

El orgasmo es una ventana abierta a muchas posibilidades. Es una experiencia profundamente libre que potencia el conocimiento de uno mismo y de los demás. Atreverse a integrarlo de una manera personal en la propia existencia constituye un reto apasionante.

Saludable... pero no imprescindible

El orgasmo mejora el estado de ánimo general a través de la producción de estrógenos y endorfinas, que alivian la ansiedad y la depresión.

Los niveles de oxitocina,  la hormona que favorece el establedmiento de un vínculo afectivo entre la madre y su bebé, se multiplican por cinco en el orgasmo.

El orgasmo alivia los dolores menstruales y favorece el sueño.

Un estudio realizado con 3.500 personas en el Hospital Royal Edinburgh (Escocia) halló que las de apariencia más juvenil tenían una vida sexual más activa. Las emocionalmente satisfechas parecían aún más jóvenes.

Pero personas que no lo han disfrutado nunca pueden llegar a edades avanzadas sanas y felices.

Libros

  • Sexo: fuente de salud; Eva Méndez. Ed. Libsa.
  • Supersexo; Tracey Cox. Ed. Pearson.
  • Haciendo el amor; Barry Long. Ed. Gulaab.