Cuando nos vemos sobrepasados por los requerimientos del entorno (responsabilidades familiares, trabajo, enfermedades, problemas económicos...) se genera estrés y una serie de cambios fisiológicos.
Uno de los efectos más importantes es la secreción de cortisol, conocido como la hormona del estrés.
El exceso de cortisol provoca, entre otros, tensión física y agotamiento mental. Además libera triglicéridos y ácidos grasos, provocando que aumenten los niveles de colesterol.
Saber si tu cuerpo está generando demasiado cortisol
Estos son algunos de los síntomas habituales generados por exceso de cortisol. Préstales atención.
- Tensión física. Generalmente, hay presencia de tensión y contracturas musculares, cansancio permanente o agotamiento, presión torácica, taquicardia y sudoración, palpitaciones e hiperventilación.
- Malestar digestivo. Falta de apetito o hambre desmesurada, problemas estomacales (náuseas, malas digestiones…).
- Alteraciones de la piel u hormonales. La piel responde mal a las situaciones de estrés y agudiza problemas como el acné o la alopecia. También son corrientes alteraciones hormonales como la amenorrea y la infertilidad.
- Mente agotada. La persona estresada suele dormir mal, le cuesta conciliar el sueño o se despierta al cabo de poco tiempo. Esos estados de vigilia o de alerta crónicos acaban afectando a la capacidad de concentración durante el día y nos generan pérdida de memoria.
- Cambios de humor. En cuanto a los cambios en el comportamiento, destacan una irritabilidad constante, que cuesta controlar, falta de sentido del humor y unas ganas de llorar aparentemente infundadas.
Ponle remedio
No todo lo que nos sucede podemos controlarlo, pero sí está a nuestro alcance la manera de gestionarlo.
Además, para reducir el estrés conviene realizar actividades que sean placenteras y nos ayuden a desconectar como meditar, hacer ejercicio o simplemente dar un paso por la naturaleza.