Superar las dudas en el amor

Los cuentos románticos terminan con un ‘fueron felices y comieron perdices’, pero la verdadera historia comienza después. La relación de pareja es dinámica y cambiante, tiene sus altibajos y, a veces, nos hace dudar. Amar no consiste en que no haya dudas sino en saber que juntos podemos superar cualquier dificultad.

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¿Qué hubiese sido de la relación de Romeo y Julieta si hubiesen podido vivir su amor? ¿Cómo hubieran afrontado hacer la compra, atender a los niños o aceptar que ha disminuido su deseo sexual? ¿Cómo hubiesen actuado si alguno de ellos hubiera sentido una atracción intensa por otra persona? Seguramente, en algún momento, ambos hubiesen tenido serias dudas acerca de seguir juntos.

La mayoría de las historias que nos cuentan se quedan en la primera fase de la relación, el enamoramiento. Pero la verdadera historia de amor empieza con la convivencia, un proceso dinámico y cambiante que puede generar dudas sobre la conveniencia de seguir o no juntos. El proyecto de construir una relación implica una experiencia compartida entre dos personas que pasa por fases –enamoramiento, cotidianeidad o lucha de poder, intimidad compartida– en las que el grado de motivación e interés varía considerablemente.

Fases de la relación y dudas: ¿cómo evolucionan?

En el primer momento de la relación, en el enamoramiento, suelen existir pocas dudas, ya que ambos experimentan mucha intimidad y pocos problemas prácticos. En esa fase, la pareja pone en marcha una serie de creencias y expectativas románticas –de mitos relacionados con el amor– que les lleva a idealizar al otro y, por tanto, a distorsionar la realidad.

Pasado algún tiempo, llegamos a la fase que hemos llamado de cotidianidad o lucha de poder, en la que van desapareciendo las creencias románticas. Al caer de la nube en la que se había instalado, la pareja se encuentra con la realidad de los problemas diarios, con las responsabilidades, con todo eso por lo que Romeo y Julieta no tuvieron la oportunidad de pasar.

Suele ser el periodo en el que la pareja experimenta con mayor intensidad las dudas sobre si vale la pena seguir adelante. Puede aparecer en escena una tercera persona o puede pesar demasiado la frustración de las expectativas de los mitos románticos construidos. De las soluciones que adopten frente a estas dudas dependerá, en gran medida, la estabilidad y futuro de su relación.

Los dilemas tienen que ver con los mitos románticos

Muchas personas tienen la falsa creencia de que vivir en pareja es sinónimo de vivir siempre enamorado. Por eso, cuando llegan a la etapa de establecimiento del compromiso, ante el decaimiento del sentimiento inicial, experimentan dudas y añoran las intensas emociones del principio. Es entonces cuando el terreno está abonado para que aparezca el nuevo amor, esa persona con la que volver a despertar los sentimientos románticos. Si aparece ese alguien, optan por zanjar la relación e inician una nueva.

Obviamente esta experiencia durará el tiempo que tarden en llegar a la cotidianidad. Pero, como decíamos, a veces no hace falta una tercera persona sino que las dudas responden a la frustración de los mitos románticos construidos al principio. ¿Y cuáles suelen ser? “Si mi pareja me quisiera de verdad, sería capaz de anticipar mis necesidades, lo que siento y lo que pienso.”

¿Queremos una pareja o un adivino? Es importante saber comunicar nuestras necesidades de forma clara y precisa, sabiendo aceptar que es un auténtico placer que nuestra pareja sepa intuirnos y anticiparse en determinados momentos. “Mi pareja nunca me criticará ni me llevará la contraria.”

La pareja está para apoyarse y también para mostrar sus diferencias cuando las haya. Esto implica que debemos aprender a escuchar lo que nos gusta oír, pero también lo que no, ya que pueden ser cosas importantes para el desarrollo de la relación. “Si nos queremos, tenemos que estar juntos siempre y compartirlo todo.” Necesitamos tiempo individual dentro de la relación. Las actividades fuera de ella, relacionarse con otras personas sin necesidad de ir siempre acompañados de nuestra pareja, aporta aire fresco y experiencias que nutren la relación.

Lo natural es que haya dudas

La madurez de una relación de pareja radica precisamente en aceptar que haya dudas y en resolverlas de forma conjunta. “Mi pareja y yo debemos tener los mismos objetivos e intereses.” Perfecto en lo que respecta a la vida en común, pero en otros ámbitos no tiene por qué ser así. Como con los espacios personales, la diferencia de intereses puede nutrir de forma significativa la relación. “La frecuencia del sexo no debe bajar nunca.”

A lo largo de la relación habrá altibajos y no es nada malo sino consecuencia del estrés, cansancio, enfermedad, momentos difíciles…

“El amor se mantiene por sí solo, si decae es que ya no existe.” Todas las relaciones necesitan un trabajo de mantenimiento para funcionar. En palabras del psicólogo alemán Erich Fromm, “el amor es un arte y como tal necesita de conocimiento y de técnica, aspectos los dos que se desarrollan con la práctica”. “Si me quiere, no se sentirá interesado en otras personas.” No podemos dejar de sentir y, por tanto, siempre podemos sentir atracción personal y sexual por otras personas.

No somos responsables de lo que sentimos, pero sí de lo que hacemos con ello. Podemos comprometernos con nuestra pareja acerca de nuestra fidelidad, pero no en cuanto a nuestras sensaciones al relacionarnos con los demás. Siempre es bueno abordar nuestras dudas con nuestra pareja de forma sincera y transparente, y eso requiere capacidad de adaptación y flexibilidad por parte de ambos. Dejar espacio en la relación para plantear y resolver nuestras dudas no significa el fin del amor sino el acceso a una intimidad constructiva, una fase de compromiso a la que no todas las parejas llegan.

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