Quién no se ha sentido abrazado por la música y transportado por ella a un lugar lejos de las preocupaciones cotidianas. Mientras la música suena sentimos que algo bueno sucede en nuestro interior. No es extraño que asociemos recuerdos de momentos mágicos con músicas. Es el poder del sonido, que puede ser utilizado como una medicina.

¿Qué es un baño de sonido?

Muchas salas de yoga, spas y centros de terapias alternativas ofrecen los baños de sonido como una experiencia de relajación y reconexión profunda con uno mismo. Se realizan con instrumentos tradicionales de viento y percusión que provocan vibraciones y resonancias en el organismo.

Con los ojos cerrados, los sonidos de los gongs o los cuencos tibetanos crean un espacio a tu alrededor. Uno se siente como si estuviera dentro de una cueva formada por capas de sonidos, unos más cercanos y otros más lejanos. Se percibe cómo las vibraciones llegan y resuenan en el cerebro y el cuerpo entero.

¿Cómo se toma un baño de sonido?

La mente y el cuerpo tienen que permanecer en relajación para recibir el impacto de las vibraciones profundas y resonantes de los cuencos de metal o cristal, campanas, gongs o diapasones. No es extraño que durante un baño de sonido afloren emociones que se habían contenido. Puede, por tanto, ayudar a procesar emociones complicadas.

Los baños de sonido pueden realizarse a solas o en grupo. El sonido en directo siempre es más efectivo que una grabación y, por otra parte, como ocurre en la meditación, cuando la experiencia es compartida suele ser más profunda. El ambiente creado por el terapeuta y el compromiso con los demás miembros del grupo –no nos vamos a levantar para hacer otra cosa– favorecen que nos dejemos arrastrar y envolver por los sonidos.

Beneficios del baño de sonido

Un estudio de la Universidad de California en San Diego, dirigido por la doctora Tamara Goldsby, comprobó que un baño de sonido con cuencos tibetanos puede reducir la ansiedad, la fatiga y la depresión.

En otra investigación de la Universidad de Foggia (Italia), los autores se plantearon si las frecuencias bajas que predominan en los baños de sonido pueden tener un efecto directo en el organismo. Concluyeron que actúan sobre el sistema endocrino y el sistema nervioso central y son capaces de inducir la relajación y la analgesia, tanto que son útiles en la preparación de las operaciones quirúrgicas. Su estudio confirmó el efecto sobre la percepción del dolor, la frecuencia cardiaca, la presión arterial y otros signos vitales. Pero los efectos quizá pueden ir mucho más allá.

El sonido modifica el estado de conciencia

El sonido se ha utilizado desde siempre para provocar modificaciones en el estado de conciencia, dice la doctora e investigadora Elvira Brattico, de la Universidad de Aarhus. Los baños de sonido ricos en armónicos conducen a una experiencia positiva y relajante porque «te permiten desprenderte de la parte cognitiva del cerebro».

Los sonidos que crean un paisaje sonoro inmersivo y repetitivo activan la denominada «red neuronal por defecto», un conjunto de regiones del cerebro que colaboran entre sí y son responsables de gran parte de la actividad desarrollada mientras la mente está en reposo. Esta activación provoca una experiencia placentera que nos aleja de tensiones, y explica por qué no queremos que el baño de sonido acabe.

Exponerse a los sonidos es una práctica meditativa, que ayuda a desconectar de la mente y a conectar con el cuerpo y el subconsciente. El sonido puede llevarnos muy lejos. Mientras se escuchan los mantras hindús, los cantos gregorianos o los de los monjes tibetanos, se pueden alcanzar experiencias espirituales. Los baños de sonido pueden utilizarse simplemente para relajarse y salir renovado de una sesión o, en el contexto de una tradición espiritual, para acercarse a la iluminación.

¿Qué son los pulsos binaurales?

Otra técnica que emplea el sonido para inducir relajación y estados modificados de conciencia recurre a los pulsos binaurales, que se producen cuando se dirige una frecuencia distinta a cada oído mediante auriculares.

Al recibir frecuencias distintas, el cerebro crea la ilusión de un tercer sonido del que no somos conscientes. Por ejemplo, si tu oído izquierdo recibe una frecuencia de 100 Hz y tu oído derecho una de 90 Hz, el cerebro percibe un pulso binaural de 10 Hz. Lo interesante es que este pulso puede influir sobre los patrones de ondas cerebrales que se corresponden con distintos estados de ánimo, de concentración y de conciencia.