Desde el nacimiento, el contacto con la piel de nuestra madre nos provee de nuevas bacterias que regulan nuestro sistema inmunitario. El cariño y las muestras de afecto irán unidas, pues, a nuestras defensas.

El calor de la piel de la madre (o del padre) no solo aumenta la supervivencia de los bebés prematuros, sino que mejora las habilidades cognitivas y ejecutivas de los recién nacidos, que resultan más organizados, responden mejor al estrés, poseen un sistema nervioso autónomo más maduro y un mayor control cognitivo.

Ayuda al desarrollo físico y psicológico del bebé durante varios años

La salud mental, la autonomía y la autoestima del niño y la madre se fortalecen con la vivencia de una relación cálida, íntima y continuada de la que los dos disfrutan. Después habrá muchos otros piel con piel a lo largo de la vida: contactos y besos familiares, roces en el deporte, saludos con la mano o besos en las mejillas… y, si estás enfermo, te tocarán las manos del médico, la enfermera u otros terapeutas.

Beneficioso también para la madre

Estar piel con piel es importante para el niño, pero también lo es para la madre. Ayuda a recuperarse del parto y a su salud emocional, al mejorar la relación con su hijo, con los demás y con ella misma.

El contacto con la piel es parte de la vida: con él se establecen relaciones, se trasmite sudor, grasa, bacterias del manto ácido de la piel, temperatura y, como dirían quienes trabajan con el tacto terapéutico, mucho más que eso.

Pero ¿por qué han de ser buenas las manos de una persona y no las de otra? A veces no tenemos instrumentos para medir los efectos que transmite el piel con piel, pero tenemos sensaciones y, sobre todo, sabemos si nos resulta agradable o desagradable. Si alguien te resulta desagradable o te toca y te sienta mal, mejor evitar que lo haga.

Alimento vital

El tacto, la mayoría de veces, resulta de agrado, pues junto con él se transmite gratitud, amistad, lo mejor de uno mismo. Por eso se le debe dar importancia, sobre todo en las primeras horas tras el nacimiento. Como dice el neurólogo Richard Restak, el contacto resulta tan necesario para el desarrollo del bebé como el alimento y el oxígeno.

Podemos decir que se trata de una necesidad primaria del ser humano, como el afecto, las caricias, el reconocimiento y el respeto por la propia individualidad. Estas necesidades no deben negarse, porque eso produce sufrimiento y alteraciones del carácter.

La piel reclama ser tocada para sentirse viva: un masaje relaja, un abrazo reconforta. Si no es nutrida, reacciona.