En esta mañana he tomado una ducha fría. He sentido el impulso que se necesita para elegir el agua fría, la he sentido sobre la piel y me he mentalizado de que resulta agradable.

Me he secado fuerte con la toalla, he sentido la aún más agradable reacción del calor y energía que desprende el cuerpo, la respiración profunda que genera, y he esperado que se abra una ventana de frescor y lucidez.

¡Espero que te atraiga esta forma de empezar el día porque produce muchos beneficios sobre la salud!

¿Es bueno ducharse con agua fría?

Sí, pero para beneficiarse de esta práctica no vale hacerlo de cualquier manera. Al principio hay que entrenarse.

Con solo pensarlo nos ponemos a tiritar, sobre todo en invierno. Pero se trata precisamente de esto, de llegar a comprender que incluso la tiritona puede ser un magnífico ejercicio: es una contracción muscular acelerada con la finalidad de producir la mayor cantidad de calor posible en el organismo.

Para tomar una decisión así, que en principio echa para atrás, necesitaremos saber que este contacto diario, si lo entrenamos, puede resultar agradable y saludable. No solo nos proporcionará bienestar físico y psíquico, sino la oportunidad de entrenar y mejorar todo ello a diario.

Nuestro objetivo no será en realidad llegar a la molesta tiritona, sino convertir el baño frío en una experiencia natural y agradable con posibilidades higiénicas y terapéuticas.

La misma agua, con presión y temperatura idénticas, se pueden recibir de forma fastidiosa (como cuando alguien te lanza agua fría sin avisarte) o de forma agradable (si te mentalizas para disfrutarlo). El efecto placebo y la producción de neurotransmisores son muy distintos.

El frío puede resultar muy agradable después de una sauna o una excursión bajo el sol de verano; o incluso al salir del baño caliente o al tomarse un helado en un día soleado.

Pero para poder disfrutar de una ducha fría, sea en casa o bajo una cascada, o de un refrescante chapuzón en un río de montaña, se necesita una mentalización adecuada.

Uno no puede de buenas a primeras sumergirse en agua fría o hielo, ducharse en cascadas en plena naturaleza o andar descalzo por la nieve.

El agua, el aire y el viento fríos pueden jugar a nuestro favor o en nuestra contra. Todo dependerá de nuestra predisposición, experiencia y entrenamiento.

Se ha de mirar el agua fría con mucho optimismo, conocer su potencial para ampliar la conciencia y para espabilarse.

Los beneficios de una ducha fría

No solo nos descubre la aplicación terapéutica del agua fría, sino que nos aporta la experiencia física y psicológica de nuestra capacidad de reaccionar con el agua fría, de convivir y disfrutar con ella. En otras palabras, nos enseña y nos permite comprobar empíricamente que nuestro cuerpo sabe reaccionar al agua fría.

Los principales promotores de los baños fríos terapéuticos en Europa fueron Vincent Priessnitz y Sebastian Kneipp. Su apuesta fue principalmente por baños parciales de pies, manos y brazos, o por frotaciones generales, y siempre muy breves. Bastan unos segundos para provocar una reacción general.

Se comenta que Priessnitz no admitía pacientes si estos no presentaban una buena respuesta ante el baño frío, ya que ahí estaba la clave terapéutica, en la reacción de calor y bienestar que se producía después del tratamiento hidroterápico.

En el baño de nuestra casa se necesita decisión, coraje, voluntad, ilusión y sobre todo optimismo para elegir el agua fría, sentirla y disfrutar con ella, entendiendo que no es solo una necesidad higiénica, sino una oportunidad para entrenar los sistemas termorregulador e inmunitario y para fortalecerse física y mentalmente.

Si no hemos desarrollado esta capacidad de decisión, siempre podemos comenzar a entrenarnos con la fría después de utilizar la caliente.

En otras tradiciones culturales o terapéuticas el baño se presenta como un ritual de limpieza y purificación. Los samuráis antes y los monjes sintoístas hoy disfrutan bajo las cascadas de agua fría y miles de peregrinos se sumergen en las aguas del Ganges.

Potencia tu salud física y mental

El entrenamiento progresivo con el agua fría produce un fortalecimiento general a nivel físico: estimula la circulación, consume calorías, vigoriza los nervios y refuerza el sistema inmunitario.

El frío produce una vasoconstricción, con lo que la piel empalidece, pero al retirarlo la piel enrojece y se produce una vasodilatación a nivel local. También baja la frecuencia cardiaca y aumenta la presión arterial, que puede disminuir cuando empieza la vasodilatación.

Al principio un estímulo frío provoca una inhalación profunda, seguida de una pausa y luego una gran exhalación con movimientos respiratorios acelerados.

El baño frío es la preparación ideal para mejorar el rendimiento físico, la reacción y la coordinación muscular. Ahora bien, el tono muscular aumenta con aplicaciones breves y repetidas, pero disminuye con aplicaciones prolongadas.

El frío excita los músculos y facilita la actividad muscular. Prepara la musculatura antes del ejercicio y favorece la recuperación del ejercicio extremo.

Además mejora el sistema termorregulador, lo que permite adaptarse mejor al frío y al calor ambientales. Esto aumenta la tolerancia al frío y se resisten mejor los cambios de tiempo.

Relaja los espasmos en el aparato digestivo y aumenta la diuresis. En general la aplicación de frío aumenta el metabolismo basal.

Las aplicaciones breves de frío excitan el sistema nervioso. Si son muy prolongadas producen anestesia en la zona de aplicación, reduciendo la capacidad nerviosa y los reflejos cutáneos.

También tonifica y reafirma a nivel emocional y mental: ayuda a despertar, a disfrutar, a estar más optimista, a reaccionar y recuperar la capacidad de vivir el presente.

Incluso, quita los miedos: el primero, al agua fría. La experiencia física y psicológica de convivir y disfrutar con el agua fría nos enseña a transformar las dificultades en retos que superar.

Ayuda en el aspecto preventivo, porque mejora el síndrome de fatiga crónica, sustituye los neurolépticos y sedantes, prepara la musculatura antes del ejercicio y favorece la recuperación después de una sesión intensa, y evita resfriados.

Y, sobre todo, sitúa en el lado de la vida de los optimistas, porque hay que serlo para ponerse a disfrutar con la ducha fría.

A partir de ahí, con un entrenamiento progresivo, ducharse con agua fría tiene múltiples beneficios.

Un estímulo breve pero intenso de frío puede reportar múltiples beneficios. Resulta antiinflamatorio, analgésico y antiespasmódico.

Cómo entrenarse para ducharse con agua fría

Mi consejo principal es, para quien no esté entrenado, practicar la ducha fría a diario, pero poco a poco: empezando por los pies y luego incorporando los brazos, el pecho, la espalda... hasta llegar a la ducha general. Y, sobre todo, hay que buscar una buena reacción de calor, secándose rápido y abrigándose al final.

Empieza poco a poco:

  • Toma la ducha caliente y al final dirige el agua fría durante unos segundos a los pies. La ducha previa caliente dura de 1 a 3 minutos. La ducha fría completa se mantiene de 1 a 3 segundos en función del entrenamiento; en verano puede disfrutarse 15-30 segundos.
  • Los días siguientes suma brazos, pecho y espalda hasta la ducha completa.
  • Después sécate rápido y con brío. Para aumentar el efecto calorífico de la frotación puedes usar una toalla de lino. Es importante que inmediatamente te abrigues bien.

En cuanto a las temperaturas, el agua caliente no debe superar los 38 ºC y el agua fría debe estar a 18ºC o menos.

La aplicación de frío debe ser más corta que la de calor, usualmente no más de 15 segundos. En la medida en que se logra enfriar el músculo se produce un efecto más duradero.

Ducharse en una cascada

¿Por qué no? Una vez entrenado, se puede alargar la ducha fría e incluso probar el efecto bajo una cascada. Las primeras veces se puede hacer con ropa y gorro a fin de atenuar la presión y suavizar la reacción.

Puedes hacerlo con los niños, planteándolo como si fuera un juego divertido y un reto. Para que el efecto sea positivo, el niño tiene que disfrutar del baño y de la reacción.

Tras aplicar frío hay que dejar que el organismo reaccione regulando la temperatura y produciendo una sensación agradable de calor. Si no lo hace, se debe suspender la aplicación de frío, pues podría debilitar todavía más el organismo.