Si no entendemos la raíz del problema no seremos capaces de resolverlo, así que preguntémonos: ¿cuál es el origen del cáncer?
Parto de la improbable existencia de una única causa y estoy totalmente convencido de que los genes alterados, las mutaciones, no son origen sino consecuencia.
¿Y por qué se activan esos genes? Numerosos agentes químicos, físicos y biológicos son causantes principales del problema, pero probablemente sea un error atender únicamente a estos factores y descuidar otros no menos fundamentales, como son los conflictos emocionales.
Al finalizar una reciente entrevista radiofónica con motivo de la presentación de mi libro, Poder Anticáncer (Ed. Paidós), fuera de antena, el locutor me comentaba que un buen amigo suyo, reconocido político, pocos meses después del fallecimiento de su esposa, contrajo un tumor.
El cuerpo es una unidad donde lo psíquico y lo orgánico están conectados.
La pregunta no se hizo esperar, ¿Juan, a ojos de la ciencia, se podría sostener esta aparente conexión? En la actualidad, ya está evidenciado científicamente que los sistemas nervioso central, endocrino e inmunitario, considerados hasta hace poco sistemas aislados, conforman uno solo, cuya función es mantener el equilibrio orgánico, regulando la capacidad defensiva y adaptativa del individuo.
El ser humano es uno y no está dividido en departamentos estancos, sino que todas las partes están interrelacionadas e influyen en el proceso salud-enfermedad.
La conexión entre cáncer y emociones
Tanto la ansiedad como la tristeza continuadas son capaces de modificar la función del sistema inmunitario, hecho que puede perfectamente influir en el desarrollo o el crecimiento de una enfermedad tumoral.
Del mismo modo, sabemos también que existen personalidades predispuestas al cáncer, por presentar un patrón conductual de inhibición y negación de las reacciones emocionales negativas. Sin embargo, la comunidad científica es muy reacia a establecer conexiones entre las emociones y las enfermedades, más aún en el caso del cáncer.
Mi intuición y mi convencimiento son que las enfermedades son parcialmente una solución de emergencia adaptativa por parte de nuestro organismo, la mejor solución que ha encontrado para adaptarse y conjugar lo que se vive psíquicamente con el comportamiento exterior.
Se trataría de algo así como una válvula de escape de una olla a presión. Pero las intuiciones y los convencimientos se deben evidenciar. Muy probablemente una nueva ciencia emergente, la epigenética, será capaz de explicar cómo los genes pueden ser expresados o silenciados por influencias emocionales y conductuales.
El reto que debemos afrontar es confirmar o rebatir la existencia de mapas topográficos cerebrales que conecten conflictos emocionales y sus correspondientes órganos diana. Las dimensiones física, emocional y trascendente conforman la totalidad del ser humano, entran en acción en la génesis de la enfermedad y deben tratarse conjuntamente, sí o sí.
Gestionemos adecuadamente nuestras emociones, evitemos la desmotivación, el vacío existencial, en definitiva, la incoherencia interna, que puedan ser espoletas que inicien o mantengan el proceso tumoral. Sin duda, estos son, junto a las dimensiones física y biológica, eficaces métodos de prevención y tratamiento contra el cáncer.
Gestionar las emociones
Muchos profesionales de la medicina integrativa y la psicosomática sostienen en base a su experiencia que las emociones están implicadas en la aparición y desarrollo de la enfermedad.
La inhibición y negación de la ansiedad, la agresividad o la ira, así como la aceptación estoica de los problemas y la renuncia a los propios derechos y necesidades se asocian con una predisposición hacia el cáncer.
La no resolución de los conflictos relacionados con una situación continuada de estrés constituye un terreno favorable para la enfermedad.
Vivir de acuerdo a nuestras necesidades forma parte de la prevención.
La enfermedad puede revelar que nuestro modo de estar en el mundo no sintoniza con la realidad interior.
Una experiencia muy traumática, vivida en soledad, puede manifestarse simultáneamente a nivel psíquico, cerebral y orgánico. Es posible que la afectación de una zona determinada del cerebro explique el lugar donde se desarrolla el tumor.
Expresar y compartir las emociones resulta preventivo y puede formar parte del tratamiento.