Los miles de litros de aire que incorporamos diariamente a través de la nariz transportan gran cantidad de partículas, polvo, bacterias y virus. La mucosa de las fosas nasales es, por tanto, la primera barrera defensiva: produce moco que atrapa las sustancias nocivas y que es desplazado hacia la faringe, por los cilios vibrátiles que contiene, para ser eliminado.

Mantener limpia la mucosa es básico para que pueda desempeñar su función correctamente y prevenir la aparición o el agravamiento de las infecciones respiratorias y asociadas. Veamos cómo se hace un lavado nasal y qué efectos tiene.

El lavado nasal reduce la acumulación de sustancias nocivas

Si la función de la mucosa nasal se altera por alergias o la influencia de la contaminación, se enlentece la eliminación del moco, se espesa y se acumula en las fosas nasales y senos paranasales, produciendo obstrucción nasal, inflamación e incluso infección. En todos estos casos se produce alteración del sentido del olfato.

La irrigación o limpieza nasal arrastra y elimina sustancias extrañas o tóxicas de la mucosa nasal y de los senos paranasales, lo que ayuda a recuperar el normal funcionamiento de esta primera barrera defensiva y aumenta el transporte de oxígeno al cerebro, manteniendo la mente más despejada.

Principales indicaciones del lavado nasal

El lavado nasal y de los senos paranasales (maxilar, esfenoidal, frontal y etmoidal) está indicado en resfriados, bronquitis, asma, alergias, sinusitis, infecciones oculares, vegetaciones, otitis, faringitis, en caso de obstrucción nasal o cuando la mucosidad es espesa.

Puede practicarse con una frecuencia variable en función de la salud respiratoria de cada persona, desde la aplicación diaria en pacientes crónicos a mensualmente en personas sanas.

La nariz se relaciona con los ojos y los oídos

La nariz, además de ser el lugar donde reside el sentido del olfato, es una zona estratégica para los otros sentidos que tienen su origen en la cabeza: vista, oído y gusto.

El fluido que limpia y lubrica el ojo, las lágrimas, es eliminado por el conducto lagrimal a las fosas nasales, donde se reabsorbe. Si se obstruye este conducto se produce un lagrimeo constante. Esto explica la relación de los resfriados y la afectación ocular.

Por otra parte, en la zona rinofaríngea (la parte posterior de las fosas nasales), están los dos orificios de la trompa de Eustaquio, que corresponden al conducto de comunicación entre la faringe y cada uno de los oídos.

Este conducto o trompa permite equilibrar la presión entre el lado interior del tímpano y el exterior, ya que, a través de la boca y fosas nasales se comunica con el exterior, igualando presiones y permitiendo la vibración del tímpano que nos facilita la escucha.

Su obstrucción –por ejemplo, por la mucosidad acumulada en un resfriado– tapona el conducto e impide una audición correcta, además de poder causar una otitis si la mucosidad facilita el crecimiento de bacterias infecciosas.

El gusto y el olfato

Los sentidos del gusto y el olfato están interrelacionados. Las células gustativas no solo están en las papilas de la lengua, sino también en el techo de la boca o paladar y en la mucosa de la garganta.

El aroma de un alimento percibido por el olfato forma parte de la percepción del sabor. Por eso, cuando tenemos problemas en las vías respiratorias altas, los alimentos no tienen el mismo gusto.

Mantener limpia de mucosidad e inflamación las fosas nasales es garantía de un buen drenaje de los lagrimales, de una trompa de Eustaquio expedita, de una mucosa faríngea sana y de un sentido del paladar conservado.

Sin problemas respiratorios

Por supuesto, eliminar la mucosidad de las vías respiratorias altas impide que esta pueda descender a bronquios y pulmones, especialmente en los niños y bebes, y complicarse con bronquitis o neumonías.

También es necesario mencionar que la alimentación rica en azúcares y harinas refinadas y lácteos favorece la producción y densidad del moco, por lo que una dieta adecuada y el consumo de frutas y verduras crudas, o en zumo, en abundancia, forman parte del tratamiento de los problemas respiratorios.

Métodos de lavado nasal

  • Una técnica ancestral en la India. En nuestro país apenas existe tradición del lavado nasal, pero en otras culturas, especialmente en la India, su medicina tradicional, el Ayurveda, practica desde hace milenios el "jala neti" o limpieza nasal como medida preventiva y terapéutica, utilizando para ello la lota, una jarra de cerámica adaptada para este uso.
  • Adaptaciones occidentales. En nuestra cultura se usan jeringas (poco recomendables porque es difícil regular la presión de salida del líquido), monodosis en recipientes de plástico o esprays. La técnica es la misma que con la lota.
  • Mejor en espray. El contenido de la jeringa o de las monodosis suele ser suero fisiológico, con una proporción del 0,9% de cloruro sódico. Los esprays nasales, que considero más recomendables, contienen generalmente agua de mar, que además del cloruro sódico al 0,9% (igual que el suero fisiológico, isotónicos) o al 2,3% (hipertónicos), proporciona minerales y oligoelementos, como el potasio, el calcio el magnesio… con actividad terapéutica.
  • Hipertónicos. El espray hipertónico se indica en situaciones de importante congestión o rinitis, porque, al tener mayor concentración salina, elimina por ósmosis el líquido retenido en la mucosa nasal.

Cómo se hace un lavado nasal paso a paso

Cómo hacer un lavado nasal en adultos y niños (no bebés) con una lota (o espray).

  1. Se llena el recipiente –en el caso de la lota– con la proporción de una cucharada rasa de sal marina diluida en medio litro de agua tibia.
  2. Se inclina la cabeza hacia un lado y se apoya el orificio del brazo de la lota (o del espray) en la entrada de la fosa nasal más alta, de forma que se facilita, por la gravedad, la salida del líquido por la fosa nasal inferior.
  3. Luego se inclina la cabeza hacia el otro lado y se repite la operación cambiando de fosa nasal.
  4. Si se hace correctamente, el líquido apenas pasa a la garganta y entra y sale por las fosas nasales.
  5. Luego se vacían bien ambas fosas nasales, presionándolas y haciendo el gesto de expulsar alternativamente.

El lavado nasal en los bebés

  • En niños y bebés. En los niños se puede proceder igual que con los adultos. En cambio, con los bebés es diferente. No hemos de olvidar que un bebé acaba de pasar nueve meses sumergido en líquido y sus fosas nasales están acostumbradas a la humedad, por lo que es importante, especialmente en los meses en que se utiliza la calefacción en casa, mantener una saludable humedad ambiental para evitar la rinitis seca del lactante.
  • Mucosidad espesa. Los lavados nasales en el bebé se aconsejan cuando hay mucosidad espesa que dificulta la respiración, o incluso la alimentación. A partir de los seis meses, si la congestión es muy intensa, ya se podría utilizar la solución hipertónica.
  • El bebé, de lado. La técnica es la misma que se explica en el recuadro superior para el lavado con lota (igual que con espray), pero evidentemente con poca cantidad de agua de mar. Hay que aplicarlo cuando el bebé esté tranquilo, estirado y poniéndole la cabeza de lado, con una toallita alrededor de cuello para recoger el líquido que caiga. Lo ideal es hacerlo con ayuda de otra persona que sujete los brazos del bebé.
  • Ayúdale a expulsar. Sobre todo, hay que evitar hacerlo con el niño tumbado boca arriba, ya que la mucosidad, a través de la trompa de Eustaquio que está en la parte posterior de la faringe, podría llegar al oído y favorecer una otitis. Tras el lavado nasal, se aconseja incorporar al bebé un ratito para ayudarle a expulsar los fluidos que queden retenidos.
  • Aspirar los mocos. El aspirado nasal no es recomendable cuando hay muy pocos mocos, y menos aún si no son visibles. Podría dañar la mucosa. Al igual que el lavado nasal, es conveniente cuando los mocos son abundantes, espesos, y dificultan la respiración.