Hemos pasado de combatir a los microorganismos obsesivamente a redescubrirlos como agentes clave para la salud. La microbiota intestinal encierra una sabiduría ancestral que suscita interés por sus posibilidades para tratar y prevenir las enfermedades de la civilización.

El organismo alberga bacterias, hongos y virus esenciales para nuestras defensas y para preservar la salud. Por cada célula de nuestro cuerpo contamos con diez bacterias y mil virus. Algunos de estos microorganismos habitan en nuestra piel, boca y nariz, otros en la vagina o la próstata, y la mayoría se concentra en el intestino.

Contrariamente a lo que se creía hasta hace poco, la colonización de nuestro intestino no comienza durante el parto —cuando entramos en contacto con la microbiota de la vagina materna a través de la boca o la piel— sino que empieza antes, en el útero, y continúa después del parto durante la lactancia, según apuntan recientes investigaciones.

Cada hallazgo científico prueba que nuestra relación con la microbiota es más íntima, más profunda.

La microbiota intestinal, una relación de beneficio mutuo

Los humanos mantenemos con nuestra microbiota o flora intestinal una relación de simbiosis. Le proporcionamos hábitat y alimento, y ella realiza funciones biológicas esenciales para nuestra supervivencia y bienestar.

Cuidar la relación con nuestros microorganismos es la manera de prevenir o curar problemas tan alarmantes como la resistencia a los antibióticos. Si la atendemos podremos vivir más y mejor.

La clave de la inmunidad de nuestro organismo

La microbiota forma parte de nuestra barrera defensiva. Convive en la mucosa intestinal con células inmunitarias —allí se encuentra el 80% del total— e impide que los microorganismos invasores se cuelen: compite con ellos por el alimento, dificulta su supervivencia y estimula a la vez nuestro sistema defensivo.

La microbiota produce metabolitos que necesitamos para estar sanos. Por ejemplo, gracias a ella se recupera parte de la energía que ingerimos cuando tomamos hidratos de carbono no digeribles y fibras alimentarias, que constituyen su alimento.

Las bacterias del colon los transforman en compuestos como los ácidos grasos de cadena corta, que una vez absorbidos actúan como reguladores metabólicos. Algunos microorganismos sintetizan vitaminas, como la K (imprescindible para la coagulación) y algunas del grupo B. También descomponen fármacos y toxinas.

Cuidar la microbiota para disfrutar de más salud

El desconocimiento sobre la importancia de la microbiota lleva a maltratarla.

El consumo prolongado de productos como alcohol, pesticidas, medicamentos, alimentos procesados y sus aditivos (edulcorantes artificiales, emulgentes E-400 a E499) o el estrés alteran la mucosa intestinal.

Y provocan una permeabilidad que puede activar procesos inflamatorios crónicos, alergias, intolerancias alimentarias, eccema, dolor en las articulaciones, obesidad, diabetes, patologías cardiovasculares, cáncer o esclerosis múltiple.

Un estudio reciente, publicado en la revista Nature Communications y dirigido por investigadores del Hospital Brigham de Mujeres en Boston, prueba que existe una conexión entre bacterias intestinales y esclerosis múltiple (EM), una enfermedad autoinmune.

Los investigadores constataron que las bacterias Methanobrevibacter y Akkermansia abundaban en pacientes de EM. En cambio, los niveles de Butyricimonas eran menores respecto a los de las personas sanas. El estudio sugiere que los tratamientos que modifiquen la composición bacteriana podrían ser útiles en el tratamiento de la EM y otras enfermedades autoinmunes.

La influencia de la alimentación y el ejercicio

Las dietas ricas en grasas saturadas y carbohidratos refinados aumentan la proporción de microorganismos intestinales nocivos que generan inflamación, según las últimas informaciones de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI).

Esto se explica porque, según el tipo de bacterias que actúan sobre los restos de alimentos que llegan al colon, pueden predominar las reacciones de fermentación, favorables al organismo, o las de putrefacción, negativas para la microbiota y para la persona.

La fermentación se produce básicamente por bifidobacterias y lactobacilos, por lo que interesa que estas especies predominen.

A través de la alimentación podemos favorecer la proliferación de un enterotipo bacteriano más fermentativo y por tanto, más saludable. En este sentido se recomienda una alimentación rica en fibra y probióticos (chucrut, kéfir, etc).

Tan importante como alimentar bien la microbiota es salir del sedentarismo y acabar con el estrés y las emociones negativas establecidas de forma crónica. El ejercicio físico realizado con regularidad y de intensidad media —hacer bicicleta, correr o caminar a buen ritmo—aumenta la diversidad de bacterias digestivas, en concreto las que ayudan a metabolizar las grasas.

Pero modificarse sustancialmente la microbiota bayal o residente es difícil. Se intenta con los trasplantes fecales en el tratamiento de la obesidad, la colitis ulcerosa y las infecciones recurrentes, entre otros trastornos.

El peor enemigo es el estrés

El gastroenterólogo Emeran Mayer, profesor de Medicina en la Universidad de Los Angeles (California), expone en su libro The Mind-Gut Connection que los mensajes entre el sistema digestivo y el cerebro circulan de arriba abajo y de abajo arriba a través del nervio vago y de ciertas moléculas.

De esta manera, las emociones y el estrés mental influyen sobre el comportamiento de la microbiota, y esta produce metabolitos que alteran las emociones, la percepción del dolor o la conducta alimentaria (¡las bacterias son capaces de elegir qué quieren comer!).

La microbiota podría, incluso, participar en el desarrollo de enfermedades como el Alzheimer, el autismo y ciertos tipos de depresión, según afirma Francisco Guarner, director de la Unidad de Investigación del Sistema Digestivo del Hospital Vall d'Hebron, de Barcelona.

Actualmente se sabe que las bifidobacterias y los lactobacilos producen un efecto positivo sobre el estrés y la ansiedad. Y en concreto se investiga la utilidad del Bacteroides fragilis en el tratamiento del autismo.

Su papel en la obesidad y la diabetes

Numerosos estudios han relacionado la microbiota típica de las personas obesas con un aumento de la permeabilidad intestinal, que junto a una dieta muy calórica, el sedentarismo y otros factores dan lugar a enfermedades metabólicas como la diabetes, el hígado graso no alcohólico y trastornos cardiovasculares.

Ricardo Gómez Huelgas, vicepresidente de la SEMI y excoordinador del Grupo de Diabetes y Obesidad, explica que se están llevando a cabo diversos ensayos clínicos en todo el mundo para mejorar el control de la diabetes con probióticos.

Probablemente se llegará a conocer la función de cada bacteria y a actuar sobre cada una para conseguir el efecto deseado, como sugiere Gail Hecht, presidenta del comité científico de la última Cumbre Mundial sobre Microbiota Intestinal para la salud.

Pero la dieta, la actividad física y el control del estrés son medios excelentes para llevar el equilibrio a la microbiota y beneficiarnos de su colaboración con nuestras células.