La homeopatía surge a mediados del siglo XVIII, propuesta por el médico alemán Christian-Friedrich Samuel Hahnemann tras experimentar en su propio organismo con quinina y observar que su administración le provocaba los mismos síntomas del paludismo.

Los fundamentos de la homeopatía

Vamos a conocer los elementos básicos de esta disciplina fascinante; eso nos ayudará a valorar mejor sus aportaciones y a explicar por qué ha recibido y continúa recibiendo tanto rechazo.

La Ley de semajanzas

La idea de que una sustancia que produce determinados síntomas en un organismo sano puede curar esos mismos síntomas lo llevó a desarrollar la Ley de Semejanzas o Simila Similibus Curantur (lo semejante cura a lo semejante), y el principio de las dosis infinitesimales, dos de los tres pilares fundamentales de la homeopatía.

Una medicina holística y orientada a la persona

El cientificismo y la superespecialización de la medicina actual le impiden gozar de una visión integral de la persona y, por tanto, un concepto holístico de la salud como el que existía en las medicinas tradicionales: la china, la ayurvédica o la andina no consideraban la enfermedad como opuesta a la salud, sino como parte de un proceso en el que el organismo recupera el equilibrio.

La homeopatía conserva esa visión global y al mismo tiempo hace posible un tratamiento individualizado. No atiende enfermedades sino enfermos, sus tratamientos pueden ser diferentes para personas que sufren aparentemente la misma enfermedad.

La tercera ley fundamental

La tarea del médico homeópata es promover el esfuerzo curativo, ayudar al cuerpo en su labor de autocuración, siguiendo unas reglas basadas en las leyes que Hahnemann descubrió y sus seguidores complementaron.

El botánico y homeópata estadounidense Constantine Hering añadió una tercera ley: cuando la enfermedad pasa de su forma aguda a crónica, los síntomas se “hunden” en el cuerpo; es decir, se trasladan de la superficie al interior, de los órganos menos vitales a los más vitales. Este principio aportó también un criterio terapéutico fundamental: para una verdadera curación, los síntomas deben desaparecer de dentro hacia fuera; es decir, en el orden inverso al que aparecieron.

Evidencias empíricas de la homeopatía

El uso cada vez más extendido de la homeopatía durante el siglo XIX fue aportando evidencias de sus magníficos resultados. Por ejemplo, durante la epidemia de cólera de 1832 u otras posteriores: escarlatina, disentería, meningitis y fiebre amarilla. Además, durante el siglo XX se corroboró que las propiedades atribuidas por Hahnemann a sustancias como la Belladona eran correctas.

En la experiencia llevada a cabo por la Sociedad Homeopática Americana de Oftalmología y Otorrilaringología participaron 50 personas en diez ciudades atendidas por homeópatas que –al igual que los participantes– desconocían la sustancia que se estaba experimentando. Los pacientes anotaban sus síntomas y los discutían con los especialistas que los verificaban. Los resultados mostraron que los síntomas descritos por los pacientes eran idénticos a los que aparecen en los textos del siglo XIX durante las primeras experiencias con Belladona.

Desde 1945, se ha experimentado con Quinina, Thuja, Taraxacum officinale, Cinchona officinale, Cactus grandiflorus y otros medicamentos, con los mismos resultados.

Cómo se hacen los preparados homeopáticos

La homeopatía utiliza unas 1.500 especies vegetales, en su mayoría recolectadas en su hábitat. Además se usan también elementos de origen mineral –como sales naturales o metales– y animal –venenos de insectos, por ejemplo.

Las sustancias solubles se maceran durante 21 días en el disolvente: lactosa, agua o alcohol. Luego, mediante diluciones progresivas se anula el efecto tóxico de la sustancia inicial. Tras cada dilución el preparado se dinamiza agitándolo con fuerza y golpeándolo contra un objeto resistente pero elástico (sucusión).

Los medicamentos se conservan a resguardo de luz, calor, humedad, olores, humoso productos químicos. Al tomarlos debe evitarse tocarlos con los dedos, colocándolos en la boca para que se disuelvan sobre o bajo la lengua.

Las críticas a la homeopatía

La principal crítica que se le hace a la homeopatía es por su administración en diluciones.

El número de Avogradro: 6,023 x 1023está considerado el límite de la materia: si diluimos una sustancia aumentando la cantidad del líquido, una vez que se sobrepasa la cifra de Avogadro ya no hay rastro de esa sustancia. Los fármacos convencionales están todos por encima de ese límite, mientras que existen preparados homeopáticos por encima y por debajo, por lo que algunos consideran que se trata de agua o azúcar que tan solo puede producir efecto placebo.

Varios estudios publicados en los últimos cinco años demuestran que incluso por debajo de ese número hay materia en las diluciones, detectada con tecnologías muy avanzadas. Son nanopartículas, diez mil veces más pequeñas que un milímetro, que podrían explicar en parte la eficacia de la homeopatía.

La “memoria” del agua

La explicación del efecto curativo de las diluciones homeopáticas y del proceso de dinamización mediante sucusión puede estar en el agua.

Jacques Benveniste, el investigador francés, demostró en la década de 1980 que el agua podía conservar las propiedades de un anticuerpo cuando este ya no estaba presente e incluso que la memoria almacenada podía transmitirse telefónicamente. Cuatro laboratorios independientes confirmaron los resultados.

Margaret Ennis, farmacóloga, realizó después otros estudios, que concluyeron: el agua es capaz de retener la información biológica recibida y transmitirla.

Luc Montagnier, virólogo y Nobel de Medicina en 2008, publicó dos artículos en 2009 y 2010 que demostraban que el ADN puede inducir ondas electromagnéticas en diluciones acuosas que permanecen mucho después de haber retirado cualquier resto biológico. Esa “memoria” puede generar nanoestructuras que reproducen la información original y aporta una posible explicación al funcionamiento de las diluciones homeopáticas.